jueves, 19 de marzo de 2009

LA SAGRADA LITURGIA Y PÍO XII

Errores reprobados por el papa Pío XII en la encíclica «Mediator Dei», sobre la sagrada liturgia y el apostolado litúrgico

1. “Hay que reprobar severamente la temeraria osadía de quienes introducen intencionadamente nuevas costumbres litúrgicas o hacen renacer ritos ya en desuso y que no están de acuerdo con las leyes y rúbricas vigentes” (usando la lengua vulgar en la Misa, trasladando fiestas a capricho, excluyendo los textos bíblicos del Antiguo Testamento, etcétera). (Parte 1ª, V.)

2. “Se sale del recto camino quien desea devolver al altar su forma antigua de mesa; quien desea excluir de los ornamentos litúrgicos el color negro; quien quiere eliminar de los templos las imágenes y estatuas sagradas; quien quiere hacer desaparecer en las imágenes del Redentor Crucificado los dolores acerbísimos que Él ha sufrido; quien repudia y reprueba el canto polifónico, aunque esté conforme con las normas promulgadas por la Santa Sede.” (íd., íd.)

3. “No resultaría animado de un celo recto e inteligente quien deseara volver a los antiguos ritos y usos, repudiando las nuevas normas introducidas por disposición de la Divina Providencia y por la modificación de las circunstancias.” (íd., íd.)

4. “Dense cuenta los fieles de que su principal deber y su mayor dignidad consiste en la participación en el Sacrificio Eucarístico, y eso... de un modo tan intenso y activo que estrechísimamente se unan con el Sumo Sacerdote, y ofrezcan el Sacrificio juntamente con Él y por Él, y con Él se ofrezcan también a sí mismos; mas no por eso los fieles gozan de la potestad sacerdotal. Hay quienes así lo creen, y que los sacerdotes obran solamente por una delegación de la comunidad, y por eso juzgan que el Sacrificio Eucarístico es una estricta concelebración, y opinan que es más conveniente que los sacerdotes concelebren rodeados de fieles, que no que ofrezcan privadamente el Sacrificio sin asistencia de pueblo.” (Íd. parte, II, II.)

5. “Algunos reprueban absolutamente las misas que se ofrecen en privado sin asistencia del pueblo, como si fuesen una desviación del primitivo modo de sacrificar; y no faltan quienes aseveren que no pueden ofrecer al mismo tiempo la hostia divina diversos sacerdotes en varios altares, por cuanto con esta práctica dividirían la comunidad de los fieles e impedirían su unidad; más aún, algunos llegan a creer que es preciso que el pueblo confirme y ratifique el Sacrificio, para que éste alcance su fuerza y su valor, alegando en todos estos casos erróneamente el carácter social del Sacrificio Eucarístico.” (íd., íd.)

6. “Se apartan de la verdad y del camino de la recta razón quienes, llevados de opiniones falaces, hacen tanto caso de las circunstancias externas de la participación de los fieles en el Santo Sacrificio, que no dudan en aseverar que, si ellas se descuidan, la acción sagrada no puede alcanzar su propio fin.” (íd., íd.)

7. “Se alejan del recto camino de la verdad los que, ateniéndose más a la palabra que al sentido, afirman y enseñan que, acabado el Sacrificio de la Misa, no se ha de continuar la acción de gracias, no sólo porque ya el mismo Sacrificio del altar es de por sí una acción de gracias, sino también porque eso pertenece a la piedad privada y particular de cada uno, y no al bien de la comunidad.” (íd., íd.)

8. “No permitan los obispos que, so pretexto de renovación litúrgica se descuide la adoración al augustísimo Sacramento y las piadosas visitas a los tabernáculos eucarísticos; ni que se disuada la confesión de los pecados cuando sólo se hace por devoción; ni que de tal manera se relegue, sobre todo durante la juventud, el culto a la Santísima Virgen, que poco a poco se entibie y languidezca.” (Parte 4ª, 1.)

9. “La vida cristiana no consiste en muchas y variadas preces y ejercicios de devoción, sino en que éstos contribuyan solamente al progreso espiritual de los fieles, y por lo mismo al incremento real de toda la Iglesia.” (Íd., ídem)

10. “Es absolutamente necesario que los obispos estén muy alerta para que no se infiltren en su grey aquellos sutiles y perniciosos errores de un falso misticismo y de un quietismo perjudicial; y asimismo que no seduzca a las almas un cierto peligroso humanismo, ni se introduzca aquella falaz doctrina que bastardea la noción misma de la fe católica; ni, finalmente, un excesivo arqueologismo en materia litúrgica.” (Íd., II.)

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