miércoles, 18 de marzo de 2009

EL CÓDIGO DA VINCI Y SUS MENTIRAS – II

La engañosa novela de Dan Brown, El Código da Vinci y el estreno de la película basada en el mismo libro, nos mueven a alertar a los fieles sobre las mentiras y falsedades divulgados. En resumen y para decirlo con claridad: El Código Da Vinci es una obra anticatólica: ataca a Jesucristo y a la Iglesia, y niega la fe que católica que profesamos por gracia de Dios.

Una historia-ficción que no es historia. En su novela, Dan Brown dice que fue el emperador Constantino quien, a través del Concilio de Nicea, en el año 325, hizo proclamar a Jesús como Dios, siendo que era un simple hombre. De este modo fue enterrada la verdadera religión de Jesucristo, que era la “religión de la diosa”, cuya representante era María Magdalena. La Iglesia ha mantenido oculto este secreto, y ha buscado a sus defensores para destruirlos, aunque algunos grupos, como los Templarios, la Masonería y el Priorato de Sión se encargaron de proteger a la descendencia de Jesús y de María Magdalena. Un grupo católico que incluso llega hasta el asesinato para obtener el secreto del Grial es el Opus Dei.
En este aspecto se mezclan la ignorancia y la malicia.
El Concilio de Nicea. Constantino no proclamó “Dios” a Jesús mediante el Concilio de Nicea. Antes de dicho Concilio, ya se creía en Jesús como Dios. El concilio de Nicea fue realizado para reafirmar la fe de la Iglesia contra la herejía arriana, que negaba la divinidad de Cristo, por tanto no proclamó nada nuevo, sino lo que se creía desde siempre.
Los Templarios. Los Templarios, que menciona la novela, eran una Orden militar y religiosa medieval cuyo cometido era proteger a los peregrinos que visitaban Tierra Santa, y no tenían por finalidad proteger secreto alguno.
El inexistente “Priorato de Sión”. No existe una Orden secreta llamada “Priorato de Sión” que se remonta al siglo XI y cuyos miembros han sido grandes sabios y artistas de la historia. Hoy sabemos que es una farsa inventada en 1956 por un grupo de pícaros con objeto de levantar dinero de los incautos (ver Massimo Introvigne. El Código Da Vinci: Pero la verdad es bien diferente).
Una supuesta religión primitiva. Según la novela, la religión originaria de la humanidad fue “la religión de la diosa”, vinculada a la tierra y a la fertilidad. Esta fue la religión que Jesús reivindicó y que tuvo como símbolo a María Magdalena. En esta religión, el rito central sería la unión sexual llamada “hieros gamos”, que simboliza la unión con la divinidad. Este tipo de religión fue protegido por los jefes del Priorato de Sión, algunos de los cuales fueron homosexuales, como por ejemplo Leonardo Da Vinci.
Relativismo moral. En El Código Da Vinci corren pareja con la propaganda a esta religión de lo femenino hay toda una exaltación de lo pagano, pero también de una visión feminista de la existencia, muy propia de la corriente llamada New Age. Por otra parte, la presentación de la homosexualidad como rasgo de distinción se inscribe dentro de la tendencia actual a presentar esta realidad como algo no sólo normal, sino incluso bueno y deseable. No se puede estar de acuerdo con esta visión relativista, contraria a la moral católica.
Falsa nueva religiosidad. En realidad, el cristianismo arrancó a los hombres de las garras del paganismo, con sus errores y esclavitudes, y los liberó del terror de los falsos dioses, que se reintroducen actualmente disfrazados de New Age.
Cultos degradantes. La novela no dice que su tan mentado “hieros gamos” en realidad era “prostitución sagrada”, y las pobres mujeres que participaban en estos ritos no eran consideradas como diosas, sino como meros instrumentos para satisfacer los deseos de los hombres que buscaban la “unión” con la divinidad. Al eliminar esos cultos, el cristianismo liberó a la mujer de esa opresión religiosa y les devolvió su dignidad de personas.
Conclusión. El Código Da Vinci es una novela llena de mentiras y ataques que pretenden pasar como verdades para difamar a Jesucristo y a su Iglesia; uno más de tantos ataques, ni el primero, ni el último.
Frente a tantos ataques, debemos permanecer fieles a Nuestro Señor Jesucristo, dando testimonio de la verdad por Él revelada, defendiendo su honor, y esforzándonos por ilustrar nuestra fe, para se hallados fieles en el día del juicio.

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