jueves, 19 de marzo de 2009

EL LATÍN Y LA SANTA MISA

Frecuentemente se nos pregunta ¿por qué nuestra insistencia en el uso del latín en la liturgia? Pues teóricamente hablando existe muy poca diferencia sobre cual idioma se utilice en la Misa por ejemplo, ya que Dios entiende todas las lenguas y conoce los pensamientos más íntimos de todos los corazones; pero en la práctica existe un verdadero abismo entre el significado cambiante que se le da a las palabras de la lengua vernácula y el significado de las palabras de la así llamada "lengua muerta", es decir el idioma latino.
¡Ahora sí entiendo qué es lo que se sucede durante la Misa! Con mucha insistencia la gente dice que ahora que la Misa es en lengua vernácula (el idioma propio de cada nación) ahora sí entienden qué es lo que se lleva acaba durante la celebración de la Misa.
Los Misales para uso de los fieles, antes del Concilio Vaticano II, contienen la traducción del latín acompañada con su similar en el idioma correspondiente, y así ha sido utilizado por muchos años. Con estos Misales, los fieles pueden acompañar y leer exactamente lo que el sacerdote dice en sus oraciones frente el altar. Y aunque el Sacerdote utilice el latín en las ceremonias de la Iglesia, los fieles pueden seguir paso a paso lo que se realiza gracias a las traducciones del latín al español, inglés, francés, o el idioma propio de cada país. Por lo tanto no es un argumento válido de los promotores de la Misa en lengua vernácula decir que ahora sí entienden la Misa. Puesto que si los fieles no fueron capaces de entender el inglés simple traducido en sus Misales antes del Concilio Vaticano II, ¿por qué serían ahora capaces de entender lo que sucede en la Misa en lengua vernácula de nuestros días?
La Misa, ante todo un sacrificio. Cuando preguntamos a los promotores de la nueva Misa que nos definan lo que entienden precisamente por lo que es la Misa, frecuentemente recibimos respuestas como estas: La Misa es "una cena", "una conmemoración", "una fiesta de alegría y amor", etc. Estas respuestas a simple vista suenan muy bien, sin embargo les falta algo muy importante. Han perdido completamente el verdadero sentido y principal significado de lo que la Iglesia Católica enseña acerca de lo que es la Misa, la cual claramente ha sido definida como un sacrificio, la renovación incruenta del sacrificio del calvario. Es ante todo un sacrificio.
La Misa tampoco es la última cena, puesto que Jesucristo instituyó la Misa después de que hubieron cenado, cuando tomo pan y vino y lo bendijo (es decir lo consagró). Él claramente manifiesta que esto es su cuerpo y su sangre, y que si queremos tener vida en nosotros debemos alimentarnos de Él. En cada Misa, Jesucristo se ofrece a si mismo a su Padre celestial en sacrificio. Él se hace verdaderamente presente en nuestros altares. El pan y el vino verdaderamente se convierten en el cuerpo, sangre, alma y divinidad de nuestro señor Jesucristo.
La lengua vernácula y la libre interpretación. Este conflicto, sobre lo que significa la Misa, es una de las razones por las cuales la Iglesia insiste en el uso del idioma latín. Puesto que aún si la Misa fuera traducida en lengua vernácula sin ninguna modificación, lo cual no se puede decir de la traducción realizada por los instigadores del Concilio Vaticano II, existiría aun así una gran confusión. Ya que los fieles, al escuchar la Misa sin ninguna explicación, en su idioma natal, tomarían el papel de intérpretes ellos mismos, conduciendo esto a la protestantización de la Misa, eventualmente reducida a un común denominador.
Esta “libertad de interpretación” se cuida de no ofender a nadie, es decir que cada uno puede creer lo que le parece mejor, a condición de no condenar la “opinión” del otro. De esta manera, católicos y protestantes, podrán estar “contentos”. Esto es el resultado del nuevo ecumenismo: ceremonias interreligiosas en el común error de creer que se adora al mismo Dios.
Por otra parte, cuando el latín es utilizado en la liturgia de la Iglesia, los fieles interesados en conocer más acerca de ésta, deben dirigirse a las autoridades competentes y legítimamente constituidas para encontrar el verdadero significado, sea de la Misa, de los sacramentos, lecturas, etc. Pues recordemos que Jesucristo prometió estar con su Iglesia hasta la consumación de los siglos, y no con cada individuo y sus propias interpretaciones en particular: solo la Iglesia Católica es capaz de conocer la interpretación correcta de los misterios de Dios.

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