viernes, 20 de marzo de 2009

UN POCO DE HISTORIA

A principios del siglo XVI, los ingleses conocieron una aventura del género de la que ahora vivimos, [a partir del Concilio Vaticano II], con la diferencia de que aquella comenzó con un cisma. Por lo demás, las similitudes son asombrosas y propias para hacernos reflexionar. La nueva religión, que tomaría el nombre de anglicanismo, comenzó con el ataque contra la misa, la confesión individual y el celibato eclesiástico. Enrique VIII, aunque haya tomado sobre sí la enorme responsabilidad de separar a su pueblo de Roma, rechazó las sugerencias que se le hicieron, pero, al año siguiente de su muerte, una disposición autoriza el uso del inglés para la celebración de la misa. Se prohiben las procesiones y se impone un nuevo "Ordo", el Order of Communion, en el que ya no existe el ofertorio. Para tranquilizar a los cristianos, una nueva disposición prohibe toda suerte de cambios, mientras una tercera permite a los curas suprimir en las iglesias las imágenes de la Virgen y de los santos. Obras venerables de arte son vendidas a los comerciantes, exactamente como hoy en los anticuarios.
Solamente algunos Obispos hicieron notar que el “Order of Communion” atentaba contra el dogma de la Presencia real, diciendo que Nuestro Señor nos da su Cuerpo y su Sangre espiritualmente. El Confi­teor traducido en lengua vernácula era recitado al mismo tiempo por el celebrante y los fieles. La Misa se había convertido en comida “turning into a Communion”. Hasta los Obispos lúcidos aceptaron finalmente el nue­vo libro, para conservar la paz y la unión. Por estos mismos motivos, la Iglesia post­conciliar quiere imponernos el Novus Ordo. Los obispos ingleses afirmaron en el siglo XVI que la misa era ¡“un memorial”! Una abundante propaganda transmitió las concepciones luteranas al espíritu de los fieles; los predicadores debían estar admitidos por el gobierno.
Al mismo tiempo, al Papa se le llamó simplemente “El Obispo de Roma”, ya no es más el Padre sino el Hermano de los Obispos, y en el caso presente, el Hermano del Rey de Inglaterra, que se nombra a sí mismo Jefe de la iglesia nacional. El Prayer Book de Crammer fue compuesto, mezclando parte de la liturgia griega y de la liturgia de Lutero. ¿Cómo no pensar en Mons. Bugnini, con la colaboración de seis “observadores” protestantes, agregados cualificados a Consilium pa­ra la reforma de la liturgia?
El Pra­yer Book comienza con estas palabras: “La Cena y Santa Comunión, comúnmente llamada misa...”, prefiguración del famoso artículo 7 de la Institutio Generalis del Nuevo misal repetido por el Congreso Eucarístico de Lourdes en 1981: “La Cena del Señor, llamada también misa...” La destrucción de lo sagrado está también incluida en la reforma anglicana: las palabras del Canon deberían decirse obligatoriamente en voz alta, lo mismo que sucede en las “Eucaristías” actuales.
El Prayer Book fue así aprobado por los Obispos para “conservar la unidad interior del reino”. Los sacerdotes que continuaron celebrando la “antigua Misa” incurrían en penas desde la pérdida de los emolumentos hasta la destitución pura y simple, y en caso de reincidencia, la prisión a perpetuidad. Hay que reconocer que hoy en día ya no se mete en prisión a los sacerdotes “tradicionalistas”.

La Inglaterra de los Tudor se deslizó hacia la herejía sin ni siquiera darse cuenta, aceptando el cambio bajo el pretexto de adaptarse a las circunstancias históricas del tiempo, con sus pastores a la cabeza. Hoy, toda la cristiandad está en peligro de seguir el mismo camino, y ¿habéis pensado que si los que tenemos una cierta edad corremos menos peligro, los niños, los jóvenes seminaristas formados con los nuevos catecismos, la psicología experimental, la sociología, sin el menor matiz de teología dogmática y moral, de derecho canónico, de historia de la Iglesia, educados en una fe que no es la auténtica, encontrarán naturales las nuevas nociones neoprotestantes que se les inculca? ¿Qué será de la religión de mañana si no resistimos nosotros?
Tendréis la tentación de objetar: «¿Pero qué podemos hacer? Es un Obispo quien dice esto o lo otro. Fijaos, este documento viene de la comisión de la Catequesis o de la otra comisión oficial». Bueno, ya no os falta más que perder la Fe. Pero no tenéis el derecho de reaccionar así. San Pablo os advirtió: “Aunque un Angel venido del Cielo os dijera otra cosa de lo que yo os he enseñado, no le escuchéis”. Tal es el secreto de la verdadera obediencia.

Monseñor Marcel Lefebvre - Carta abierta a los católicos perplejos, cap. XVIII

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