jueves, 19 de marzo de 2009

A CERCA DE LA PAZ

Quizá no haya una palabra en el mundo moderno, después del amor, más usada y repetida que la paz, y, sin embargo, no hay paz en la tierra.
San Agustín da una definición que se ha hecho clásica: «La paz de todas las cosas es la tranquilidad del orden» (De Civ. Dei, 19, 13). Y el mismo Santo (ML. 39, 1931-1932) describe en otro lugar lo que es la paz con estas palabras: «La paz es serenidad de la mente, sosiego del alma, sencillez del corazón, lazo de amor y consorcio de caridad». Esta definición sirve para la triple definición clásica de la paz, consigo mismo, con Dios y con el prójimo.
1º Serenidad de la mente. Esta serenidad viene cuando el hombre ha buscado sinceramente la verdad y la halla. La razón es porque Dios ha designado como objeto de nuestra inteligencia la verdad, y nuestra mente no está tranquila ni reposa hasta que la encuentra.
2º Sosiego del alma. Este sosiego lo da la paz cuando el hombre acalla sus pasiones: la ira, lujuria, gula, soberbia, avaricia envidia, venganza, impaciencias, deseos agitados, afanes desmesurados, etc.. Entonces el alma se ve libre y goza de tranquilidad, como el mar en calma donde las barcas apenas se mueven.
3º Sencillez del corazón. Es la sencillez que tienen los niños que hablan sin malicia y creen sin dificultad lo que les dicen, por eso tienen paz. «El niño –decía S. Juan Crisóstomo– no tiene envidia, ni vanagloria, ni ambición; y sobre todo, es sencillo y humilde».
La sencillez es simplicidad, es candor, es ingenuidad que nos hace obrar rectamente. El alma sencilla no es capaz de alimentar intenciones torcidas o interesadas, no tiene dos caras, no conoce el doblez que tanto abomina el Espíritu Santo: «Yo detesto la arrogancia y la soberbia, todo proceder torcido y toda lengua dolosa» (Prov. 8, 13). Por eso S. Francisco de Sales decía: «La belleza de la sencillez me arrastra y daría con gusto cien serpientes por una sola paloma... Diga lo que quiera la prudencia del mundo, yo prefiero más ser bueno y sencillo que astuto y malicioso». La sencillez del corazón es fruto de la paz del alma.
4º Lazo de amor. Porque la paz nos une con Dios, que es el «Dios del amor» (I Jn. 4, 8), y nos une con nuestros hermanos. S. Antonino de Florencia dice que las letras de PAX significan las tres Personas divinas. La P significa la primera Persona, el Padre que por nadie fue hecho ni engendrado. La A significa al Hijo que viene del Padre no hecho, sino engendrado, el cual dijo de Sí mismo: «Yo soy el Alfa y la Omega, Principio y Fin» (Apoc. 1, 8). La X es como el nexo o lazada que abraza y significa al Espíritu Santo, el nudo y la lazada de amor con que el Padre y el Hijo se aman. Por eso la paz une estrechamente los individuos, las familias.
5º Consorcio de caridad. Porque nos hace amar a Dios objeto principal de nuestra inteligencia y voluntad, y a los demás por amor a Dios y con amor divino, es decir con caridad. Y las señales de este amor sobrenatural ya las da San Pablo: “La caridad es generosa, comprensiva, bondadosa. No es jactanciosa, no es envidosa, ni orgullosa; no es descortés, no es egoísta, no se irrita, ni se enoja, ni piensa mal, ni guarda rencor; no se alegra de la injusticia, se complace en la verdad; todo lo excusa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo tolera...”
Esta paz se funda en la justicia que es «dar a cada uno lo que le pertenece estrictamente» (St. Th. II-II, 58,1), comenzando por Dios, a quien se debe adoración y sumisión por ser el Creador, y acabando por el último de los hombres. Ya San Pío X – encíclica “E Supremi Apostolatu”– decía: «Quien busca la paz fuera de Dios, es un insensato; porque proscribir a Dios, es desterrar la justicia; y desterrada la justicia, toda esperanza de paz es una quimera».

El Adviento es el tiempo de preparación para recibir al “Príncipe de la Paz”. Aprovechemos estos días de la Novena de Aguinaldos, de las Antífonas “O”, para disponer nuestros corazones a recibir la paz que nos quiere dar el Divino Niño: la paz de la Cruz, la paz del combate espiritual conquistando la virtud, la paz de la defensa de la Fe permaneciendo fieles a la Tradición de su Iglesia.

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