viernes, 20 de marzo de 2009

LA RENOVACION CARISMÁTICA – IV

LA PARTICIPACIÓN ACTIVA EN LA LITURGIA. Cuando se entona el Kyrie eleison se hace una llamada a la piedad y a la misericordia de Dios. Cuando se lee el Evangelio o la Epístola surge el espíritu de Fe. El Credo es un acto de Fe, de Fe en las verdades enseñadas por la Santa Iglesia. En el momento del Ofer­torio el alma se ofrece, junto con la Hostia, en la patena. Se ofrece el trabajo del día, la propia vi­da y la familia, los seres queridos: todo se o­fre­­ce a Dios. Los sentimientos con­­tinúan expresándose de esta manera a través de la Misa, es magnífico. Esta es la verdadera par­ticipación, participación interior de nuestras almas en la oración pública de la Iglesia. No tiene que ser necesariamente una participación externa, aunque ésta sea muy útil y pueda ayudarnos a unirnos al sacerdote. Pero el fin es siempre la unión espiritual de nuestros corazones y de nuestras almas con Nuestro Señor Jesucristo, con Dios Padre. Y por lo tanto es un error cuando se pre­tende que los fieles participen externamente y esto en tal grado que llega a ser un obstáculo para la oración interior y la unión de las almas con Dios.
Cuántas personas dicen que no pueden rezar ahora con la Nueva Misa. Siempre se está oyendo algo. Siempre hay una oración en común, pública, manifestada externamente, que es motivo de distracciones e impide que nos podamos recoger y así estar unidos más íntimamente con Dios. Es la negación de lo que se está haciendo. El espíritu de piedad y el Don de Piedad son también una manifestación del Espíritu Santo.
DE LA PIEDAD A LA CONTEMPLACIÓN. Finalmente los Dones de Entendimiento y de Ciencia nos invitan a la contemplación de Dios a través de las cosas de este mundo. El Don de Ciencia y el Don de Entendimiento nos penetran y nos infunden la luz de la existencia de Dios, de su presencia en todas las cosas y especialmente en las manifestaciones espirituales y sobrenaturales que Dios nos concede por la Gracia y los Sacramentos. Cuando el Espíritu Santo ilumina a un alma, ésta ve de alguna manera la presencia de Dios en todas las cosas y así se une a su Señor en el vivir diario esperando verle realmente en la vida eterna.
EL ESPÍRITU SANTO FUENTE DE LA VIDA INTERIOR. Así es y así se manifiesta el Espíritu Santo. En los Evangelios, en los Hechos de los Apóstoles, en las Epístolas, se puede contemplar al Espíritu Santo. Está en todas partes y en todas partes se manifiesta. Es la expresión clarísima de la Voluntad de Dios Padre que desea ver cómo nos santificamos por la presencia del Espíritu Santo.
Pidamos a la Santísima Virgen Ma­ría, colmada por el Espíritu Santo, Ella que es Nuestra Madre del Cielo, que nos ayude a vivir esta vida espiritual, interior y contemplativa. Ella que tanto recato ha tenido en manifestar externamente su oración. Unas pocas palabras en el Evangelio bastan para mostrarnos y descubrirnos un poco el alma de la Santísima Virgen María
Ella meditaba las palabras que profería Nuestro Señor: las meditaba en su corazón, nos dice el Evangelio. Éste era el espíritu de la Santísima Virgen María: meditaba las palabras de Jesús.
Meditemos también nosotros las enseñanzas del Evangelio; meditemos las enseñanzas que la Iglesia nos hace aprender para unirnos cada vez más y más a Dios Nuestro Señor.

+ Mons. Marcel Lefebvre

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