martes, 23 de febrero de 2010

FIESTA DE LA EPIFANÍA

Queridos fieles, HOY ES LA FIESTA DE LA EPIFANÍA de Nuestro Señor Jesucristo, gran Fiesta para nosotros.

DÍA MEMORABLE porque Dios también nos escogió a nosotros, pueblos de la gentilidad, para llegar a ser también hijos suyos y herederos del cielo. ¡SÍ!, NOSOTROS NO SOMOS JUDÍOS, no formábamos parte de su pueblo elegido, ¿que habría sido de nosotros si Dios no nos hubiese llamado a la fe?

¿QUÉ HACÍAN NUESTROS ANTEPASADOS (los gentiles) antes de la venida del Mesías, su Dios, su Salvador, su luz y su esperanza? Vivían entregados a toda clase de crímenes y de desórdenes, enemigos de Dios, escla­vos del demonio, víctimas destinadas a venganzas eternas. PERO UN DÍA COMO HOY, en la persona de los tres Reyes Magos, Dios nos invitó al conocimiento de la verdadera religión, y de esta manera nos abre las puertas del cielo.


¡POR ESO, HOY ES UN DÍA GRANDE, DÍA GRANDE PARA DAR GRACIAS A DIOS!, pero también para reflexionar qué hemos hecho nosotros, para corresponder a tantas gracias que Él nos ha dado y sólo por pura misericordia.


EN ESTE DÍA, HAGAMOS ALGUNAS REFLEXIONES:


Veamos la enorme fe de los Reyes Magos, fe viva que les hizo practicar las virtudes de un modo heroico; y mientras vamos recordando sus admirables ejemplos, comparemos estas acciones con las que hacemos nosotros. QUIZÁS ESTO NOS SIRVA PARA SACUDIR NUESTRAS CONCIENCIAS y para que ya nos entreguemos completamente al servicio de Dios.


FE VIVA DE LOS REYES MAGOS QUE LES IMPULSA A OBRAR ADMIRABLEMENTE


SU PRONTITUD EN EL SERVICIO DE DIOS


La misma noche que nació Nuestro Señor, unos ángeles les avisaron en sueños a los tres Reyes, de que ya había nacido el Mesías y Redentor que esperaban, el que estaba prometido en sus Escrituras y profecías, y que les sería dada para buscarle aquella estrella que Balaám había profetizado.


Al despertar, se encendieron en grande amor y deseos de conocer a Dios hecho hombre, adorarle por su Creador y Redentor y servirle con más alta perfección.


Apenas divisan la estrella milagrosa, cuando, sin pararse a examinar nada, parten en busca de su Salvador, con tanta prisa, con tan encendido deseo, que nada es capaz de detenerlos.


¿Y NOSOTROS, QUERIDOS FIELES? ¿tenemos prontitud en el servicio de Dios? Dios, a nosotros nos ha dado más de una estrella para llegar a Él: nos ha dado la gran estrella, el ejemplo de Nuestro Señor Jesucristo; nos ha dado también a la Santísima Virgen y el ejemplo de los santos; además, nos ha dado millares de estrellitas, que son las inspiraciones que Dios nos ha dado para que hiciéramos alguna obra de virtud, algún pequeño sacrificio, alguna mortificación; ¿y cómo hemos correspondido? ¡cuántas estrellas hemos perdido, cuántas estrellas se nos han ido! ¡qué diferencia enorme hay entre la respuesta de los Reyes Magos y la nuestra! ¡debería darnos vergüenza!


SU GENEROSIDAD


LOS REYES MAGOS VENCIE­RON TODAS LAS DIFICULTADES y todos los obstáculos que se les oponían, por seguir a la estrella. Han de abandonar su país, su casa, su familia, su reino, en una palabra, han de separarse de todo lo que más aman en el mundo; han de prepararse a soportar las fatigas de un lar­go y penoso viaje, hecho en la estación más rigurosa del año : todo parece oponerse a su intento.


¡CUÁNTAS BURLAS NO HAN DE SUFRIR DE PARTE DE LOS HOMBRES! ¡Pero, no! nada es capaz de detener­los en un proyecto de tanta importancia.


VEAN PRECISA­MENTE EN QUÉ CONSISTE, QUERIDOS FIELES, EL MÉRITO DE LA FE: en renunciar a todo, y en sacrificar lo que más amamos, para obedecer a la voz de la gracia que nos llama.


¿Y NOSOTROS, QUERIDOS FIELES, DÓNDE ESTÁ NUESTRA GENEROSIDAD? ¡quizás no existe! ¡o no ha existido nunca! pues quizás nosotros, cuando encontramos dificultades en nuestras vidas, ya no queremos seguir la estrella.

Se requiere soportar muchas cruces para llegar a donde está el Niño Dios, para llegar a la santidad; Si no tenemos amor a la cruz, perderemos la santidad, es más, ya desde ahora nos podemos ir despidiendo de ella; Recordemos ese pasaje del Evangelio, cuando Nuestro Señor invitó a un joven rico a seguirlo, a vender todas sus cosas, regalarle el dinero a los pobres y a seguirlo; el joven rico no quiso hacerlo; Nuestro Señor lo miró con tristeza…

¡A CUÁNTOS DE NOSOTROS, QUERIDOS FIELES, QUE NO TENEMOS AMOR A LOS SACRIFICIOS, NUESTRO SEÑOR NOS MIRARÁ TAMBIÉN CON TRISTEZA!

¡Imaginémonos esta mirada de tristeza de Nuestro Señor sobre nosotros, a ver si así nos movemos a hacer generosos!



SU PERSEVERANCIA


Y VEAN, QUERIDOS FIELES, HASTA QUÉ PUNTO LLEVAN LOS MAGOS SU PERSEVERANCIA.

Llegando a Jerusalén, la estrella que los había guiado en su viaje, desaparece de su vista. Ellos creen que ya están en el lugar donde ha nacido el Salvador, a quien vienen a adorar, y piensan que Jerusalén entera se hallará en el colmo de la mayor alegría, por el nacimiento de su libertador.


¡ QUÉ DES­ENCANTO ! ¡ QUÉ SORPRESA PARA ELLOS ! Jerusalén, no sólo no da señal alguna de alegría, sino que hasta ignora si el libertador ha nacido.

¡ QUÉ PRUEBA PARA SU FE ! ¿Se necesitaba más para renunciar a su propósito y regresar lo más secre­tamente posible a su país, por temor de ser la burla de todo Jerusalén ?

¡ AY, QUERIDOS FIELES! ESTO HUBIERAN HECHO MUCHOS DE NOSOTROS, si hubiese sido sometida su fe a semejante prueba. PERO TODO ESTO, LEJOS DE DESANIMAR A LOS REYES MAGOS, les sirve, por el contrario, para afirmarlos en su reso­lución. Y POR ESO CONSULTAN A LOS DOCTORES, como gen­te versada en las profecías donde se indicaba el lugar y el momento en que el Mesías había de nacer; NO IMPORTÁNDOLES NADA EL RESPETO HUMANO, penetran hasta en el palacio de Herodes, y le preguntan dónde está el rey que acaba de nacer, declarándole, sin miedo alguno, que han venido a adorarle. QUE EL REY SE OFENDA CON ESTE LEN­GUAJE, POCO LES IMPORTA ; nada es capaz de detenerlos en una empresa tan importante; quieren hallar a su Dios a toda costa.

¡ QUÉ VALOR, QUERIDOS FIELES, QUÉ FIRMEZA !



SU AMOR


Los doctores de la ley les dijeron que todas las profecías anunciaban que el Mesías había de nacer en Belén, y que el tiempo era llegado. Apenas recibida la respuesta, se pusieron en camino para aquella ciudad. Partieron solos de Jerusalén ; ¡ y con qué puntualidad ! ¡ Oh ! ¡ qué fe la suya ! ¿ Los dejará Dios sin recompensa ? Cierta­mente que no.


HAN SALIDO APENAS DE LA CIUDAD, y de nuevo la estrella milagrosa aparece delante de ellos, y como que los toma por la mano para conducirlos hasta el recinto de miseria y de pobreza donde se halla el Niño Jesús.

UNA VEZ ALLÍ SE DETIENE Y PARECE DECIRLES:

“Ved a Aquél a quien he venido a anunciaros. Ved al esperado de las gentes.

¡Sí, en­trad, y le veréis! Él es el engendrado desde toda la eter­nidad,

que acaba de nacer, es decir, que acaba de tomar un cuerpo humano,

el cual debe sacrificar para salva­ción de su pueblo.

No os espante las condiciones de miseria en que le veréis.

Envuelto se os presenta en pobres pa­ñales ;

pero es el mismo que lanza el rayo desde lo más alto de los cielos.

Su voz estremece los infiernos, por­que los infiernos ven en Él a su vencedor”.


LOS SANTOS REYES SIENTEN ENTONCES SUS CORAZONES TAN ENCENDIDOS DE AMOR, que se arrojan a los pies de su Salvador y rie­gan con sus lágrimas la paja que le está sirviendo de cama.

¡QUÉ ESPECTÁCULO, Queridos fieles! Unos reyes reconocien­do por su Dios y Salvador a un tierno niño tendido en un pesebre, entre dos sencillos animales!

¡OH! ¡CUÁN PRE­CIOSA COSA ES LA FE!

No sólo no los desalienta aquel esta­do de pobreza, sino que más bien los conmueve y edifica.
Sus ojos no se cansan de contemplar al Salvador del mundo, al Rey de cielos y tierra, al Señor de todo el universo, en aquel estado.
Las delicias de que sien­ten inundado su corazón son tan copiosas, que ofrecen a su Dios todo lo que tienen y todo lo que le pueden dar.
Desde aquel momento consagran a Dios sus perso­nas, no queriendo ser dueños ni aun de sí mismos.
No contentos con esto, le ofrecen también sus reinos. Si­guiendo la costumbre de los orientales, que jamás se llegaban a los grandes príncipes sin hacerles algún pre­sente, ofrecen a Jesús los más ricos productos de su país, es decir : oro, incienso y mirra; y con estos pre­sentes expresan perfectamente la idea que habían con­cebido del Salvador, reconociendo su divinidad, su realeza o soberanía y su humanidad.

Su divinidad, por el incienso, que es debido sólo a Dios;

su humanidad, por la mirra, que se emplea para embalsamar los cadá­veres

su soberanía, por el oro, que es el ordinario tri­buto que se paga a los soberanos.


Pero esta ofrenda ex­presa aún mucho mejor los sentimientos de su corazón :

su ardiente caridad, manifestada por el oro, símbolo de ella;

su tierna devoción, figurada por el incienso;

los sacrificios que con corazón mortificado hacían a Dios, representados por la mirra.


CONCLUSION

¡ OH ! ¡QUÉ VERGÜENZA PARA NOSOTROS EN EL DÍA DEL JUICIO, cuando el Salvador compare nuestra conducta con la de los Reyes Magos, que todo lo dejaron y sacrificaron antes que resistir a la voz de la gracia que los llamaba !

¿Y QUÉ HACER, QUERIDOS FIELES?, ¿QUÉ HACER?

Pues hoy, de rodillas, ante el Niño Dios, cuando lo tengamos en el pecho, durante la Santa Comunión, y cuando lo adoremos después de la Santa Misa,

Digámosle al Niño Jesús, que nuestra vida ya va a cambiar, que ya tendremos más prontitud en su servicio, más generosidad, más perseverancia.

Ofrezcámosle todo nuestro corazón, acompañado de firmes propósitos, propósitos firmes y concretos: Ofrecerle nuestro oro, nuestro incienso y nuestra mirra:


Nuestro oro que es nuestro amor generoso; amor para consolarlo especialmente por los pecados que se cometen en el mundo; ¡pero eso sí, antes que nada, nosotros ya no los cometamos más!

Nuestro incienso que es una oración tierna y fervorosa, que suba al cielo todos los días, especialmente el Primer Viernes y el Primer Sábado de Mes…

Y nuestra mirra, que son los sacrificios que haremos por agradarle, especialmente los sacrificios que tengamos que hacer para venir a Misa, los Primeros Viernes y Sábados de mes.


Ofrezcamos estos dones, y entonces el Niño Dios los aceptará, nos sonreirá y nos dará su bendición, su gracia y su amor.

viernes, 11 de diciembre de 2009

FIESTA DE TODOS LOS SANTOS

UN CÉLEBRE ARQUITECTO, MARCO AGRIPA, había levantado, antes del nacimiento de Cristo, un templo magnífico, el Panteón, dedicado a todos los dioses, a los conocidos y a los ignorados.
AL CONVERTIRSE ROMA AL CRISTIANISMO, no fue derribado aquel tem­plo; si los paganos adoraban a sus mentirosas divinidades, ¿no tenía­mos nosotros nuestros santos merecedores de toda veneración?
POR ESO EL PAPA BONIFACIO IV DEDICÓ EL TEMPLO al culto de los mártires que habían ofrecido su sangre y su vida a Dios en todas las regiones del mundo.
DESPUÉS, DEL CULTO A TODOS LOS MÁRTIRES SE PASÓ AL CULTO DE TODOS LOS SANTOS. Y la razón es clara:
¡De cuántos santos no conocemos absolutamente nada, ni su vida ni el nombre!
Sólo Dios ha penetrado en su alma, contemplando sus virtudes, sus plegarias, sus lágrimas, sus largos sufrimientos y sus ásperas peni­tencias...
Además, también de los santos conocidos no podemos celebrar su fiesta particular durante el año.
NO ES, PUES, JUSTO QUE ESTOS HÉROES CRISTIANOS PASEN DESCONOCIDOS, y que nosotros nos perdamos su poderosa pro­tección.
ESTAS RAZONES HAN MOVIDO A LA IGLESIA A ESTABLECER ESTA FIESTA en la que todos los santos sean honrados e invocados.
Por eso, para incrementar nuestra devoción por los santos, veamos estas dos sencillas reflexiones:
1) los santos son un gran ejemplo para nosotros
2) y son también un auxilio pode­roso

1. LOS SANTOS SON UN GRAN EJEMPLO PARA NOSOTROS

HABÍAN LLEGADO PARA EL PUEBLO ISRAELITA DÍAS TRISTES Y DESGRA­CIADOS.
Jerusalén había caído en poder de los extranjeros; el templo, profanado y robado; la juventud, prisionera o muerta; y por todas partes resonaban las torpes canciones de los soldados de Antíoco, deseosos siempre de saquear y matar.
MATATÍAS, el anciano padre de los Macabeos, se había escondido en el desierto, donde por la edad y por la congoja se enfermó. PERO ANTES DE MORIR, llamó en derredor de su lecho a sus cinco hijos y les dijo: «Hijos míos: Os toca vivir en medio de un mundo pervertido, en un tiempo de pecado y de escándalo; recordad los ejemplos de vuestros antepasados, y sacaréis fuerza y gloria. Recordad la fe de Abraham, que creyó en las promesas de Dios, aun cuando se le ordenó sacrificar a su hijo; Tened también vosotros fe en Dios, ahora que nuestra nación está destruida. Acordaos de la resignación de José, vendido por sus crueles hermanos, y tan temeroso de la ley de Dios, que huyó de la deshonesta mujer de Putifar, y fue recompensado por Dios; también vosotros resignaos a la voluntad de la Providencia, y conservaos puros, si anheláis el premio. Acordaos de Josué, que, con grandes trabajos y haza­ñas, logró conquistar la tierra prometida.
No echéis en olvido a David, que por su piedad y misericordia heredó el trono real por los siglos de los siglos.
Acordaos de Daniel, que fue arrojado en la cueva de los leones a causa de su rectitud, y de aquellos jóvenes que prefirieron ser encerrados en el horno encendido antes que quebrantar la ley de Dios...»
“Así, de generación en generación, el anciano moribundo recordaba a sus hijos las proezas de los santos del Antiguo Testamento, y cuando terminó, levantó la mano, los bendijo y murió”. (I Mac, II).

APLICACIÓN
ME PARECE QUE LA IGLESIA, A SEMEJANZA DEL ANCIANO MATATÍAS, con­grega en derredor de sí a sus hijos para mostrarles los ejemplos de los santos.
Es verdad que vivimos en tiempos de pecado y en un mundo esencialmente perverso, pero también los santos que reinan en el Paraíso vivieron tiempos difíciles. Recordemos sus ejemplos para imitarlos y por ese medio santificarnos.

«PERO NO TENGO TIEMPO — dicen algunos — para santificarme y de­dicarme a tantas devociones; estoy muy ocupado en mis asuntos.»
¿Y creen ustedes que Santa Teresa de Jesús, Santa Catalina de Génova, San Felipe Neri y tantos otros santos no tenían ocupaciones materiales?
Si el tiempo que emplean en las diversiones, en el Internet, viendo televisión, en la vanidad, en las conversaciones frívolas y mundanas, lo emplearan en santificar el alma, ¡qué ele­vada sería vuestra santidad!
“Decís que no tenéis tiempo, y tenéis a vuestra disposición toda vuestra vida, pues para eso únicamente os ha creado el Señor”.

«PERO TENGO MI FAMILIA, VIVO EN MEDIO DE UN MUNDO CORROMPIDO, RODEADO DE ESCÁNDALOS.»
Los santos también vivieron en medio de muchas tentaciones según sus diversos estados de vida: San Luis, era rey; Santa Pulqueria vivía en la corrupción de la corte de Constantinopla; San Isidro era aldeano; Santa Zita, sirvienta en una casa privada.
En todos los estados y condiciones podemos llegar a la santidad.

«PERO YO TENGO UN TEMPERAMENTO FOGOSO, SOBERBIO..., MI CARNE ES DÉBIL, MUY DÉBIL…NO PUEDO RESISTIR A LAS TENTACIONES.»
También los santos tuvieron flaquezas, como nosotros; también ellos fueron zarandeados por la tentación, pero la superaron.
Si ellos vencieron, ¿por qué no hemos de vencer nos­otros?
No pensemos que fue cosa sencilla para San Agustín el triunfar de las rebeldías de la sensualidad, y para San Carlos Borromeo, el vivir abra­zado con la humildad, y para San Francisco de Sales, el refrenar los ímpetus de la irascibilidad; leamos sus vidas y veremos las esforzadas luchas que tuvieron que sostener contra las pasiones.
Pero triunfa­ron de ellas. ¿Nosotros seremos los vencidos?

2. Y SON TAMBIÉN UN AUXILIO PODE­ROSO

CUANDO EL HAMBRE INVADIÓ LA TIERRA DE CANAÁN, un anciano acom­pañado de sus hijos se retiró a Egipto, presentándose al faraón para que les socorriera.
En Egipto y en el palacio del faraón se encon­traba José: «Aquí tenéis a mi padre y a mis hermanos», dijo José al introducirlos en la corte del soberano. Y tuvieron víveres en abundancia, gozaron de una paz encan­tadora, y obtuvieron tierras que cultivar: recibieron más de lo que habían soñado.
TAMBIÉN NUESTROS HERMANOS, LOS SANTOS, ESTÁN EN UNA REGIÓN RIQUÍSIMA, en la mansión de un soberano excelso, de Dios.

Cuando privados de los bienes espirituales o materiales levantamos los ojos al cielo, ellos se dirigen a Dios para decirle: «Escúchalos, atiéndelos, porque son nuestros hermanos pequeños».
¿SE MOSTRARÁ SORDO EL SEÑOR A LA SÚPLICA DE SUS ÍNTIMOS AMIGOS?
Los santos en el cielo no son egoístas una vez conseguida la feli­cidad; se acuerdan de nosotros, pobres criaturas.
Ellos, sufrieron en un tiempo lo que hoy sufrimos nosotros, y por eso nos entienden y siguen con ansiedad las peripecias de nuestra peregrinación, rogando insis­tentemente a Aquel que manda a los vientos y al mar, que se apiade de la barquilla combatida por las pasiones.
Ellos que gozan de la feli­cidad del Paraíso, tiemblan ante el pensamiento de que nosotros podamos perderla y ruegan a Dios que nos conduzca al puerto del cielo.

LOS SANTOS DEL CIELO Y LOS CRISTIANOS DE LA TIERRA FORMAN UNA SOLA FAMILIA; y así como en una familia el hermano bueno intercede ante el padre irritado por el mal comportamiento de los hijos malos, así los santos aplacan a Dios cuando se dispone a castigarnos por nues­tros pecados.

LEEMOS EN LA HISTORIA SAGRADA cómo una vez el Señor había decidido exterminar al pueblo hebreo por haberse rebelado quebrantando sus mandamientos. Pero, en medio del pue­blo, se hallaban dos almas santas: Moisés y Aarón. El Señor les decía grandemente irritado:
«Alejaos de ese pueblo, porque quiero exterminarlos en un momento.»
Pero aquellos santos no se alejaron, insistieron en su oración, y Dios, aplacado por ellos, castigó únicamente a tres de los más culpa­bles (Num., XVI, 20 s.).

LOS SANTOS, COMO MOISÉS Y AARÓN, SE INTERPONEN ENTRE DIOS Y NOSOTROS.
¿Quién podría enumerar los castigos que iban a desencade­narse sobre nuestra cabeza y que ellos han desviado?
¿Por qué no hemos muerto después de cometer nuestro primer pecado?
¿Por qué el Señor nos aguanta y nos otorga el tiem­po necesario para hacer penitencia?
¡Oh si pudiésemos ver lo que pasa en el Paraíso!

SI TAN PODEROSOS SON LOS SANTOS AL INTERCEDER POR NOSOTROS, estamos en el deber de acudir a ellos fer­vorosa y frecuentemente.

EL SEÑOR HA DICHO QUE ALLÍ DONDE ESTÁN DOS O MÁS REUNIDOS EN SU NOMBRE, allí está Él en medio de ellos para escuchar sus ruegos;
pues en el Paraíso no son solamente dos, son miles de millones los que ruegan por nosotros. Su plegaria es nuestra más sólida defensa.

CONCLUSION
Queridos fieles, ARREBATADO EN ÉXTASIS, SAN JUAN EVANGELISTA vio ante sí una puer­ta abierta por la que entraba una incontable muchedumbre, de toda edad, sexo y condición.

¡Qué consoladora es esta revelación! Si tan innumerable era el número de los elegidos, que San Juan no pudo contarlos,
esto nos indica que no es tan difícil el salvarse, esto quiere decirnos que también nosotros podemos pasar por aque­lla puerta, que es Cristo, y gozar de la compañía de los santos.

PERO HAY UNA CONDICIÓN ESENCIAL: todos cuantos arriban al puerto de sal­vación, llevan en su frente un sello revelador de su pertenencia y semejanza con el Eterno Padre y con su Hijo unigénito. Este sello, según el profeta Ezequiel, tiene forma de T, esto es, de una cruz, y está grabado en la frente de los que lloran y gimen por los pecados. Signo Tau super frontem vivorum gementium et flentium (Ez., IX, 4).
¿QUÉ QUIERE DECIR ESTO? Quiere indicarnos que para ser partici­pantes de la gloria y felicidad de los santos, hay que tomar parte en sus penitencias y sufrimientos.

jueves, 10 de diciembre de 2009

CONMEMORACIÓN DE LOS FIELES DIFUNTOS

HOY ES EL DÍA DE LA CONMEMORACIÓN DE TODOS LOS FIELES DIFUNTOS.
Día muy especial para acordarnos de nuestros difuntos, para pensar en las penas que sufren, y movernos a rezar más por ellos, no sólo hoy, sino siempre; y rezar no sólo por ellos, sino también por TODOS LOS DIFUNTOS, especialmente por los más olvidados, por los que tienen más necesidad de la misericordia de Dios y también por los que Dios más ama.

ESTE DÍA, ES TAMBIÉN MUY PROVECHOSO PARA NOSOTROS,
pues nos hace recordar lo que nos espera: el terrible juicio de Dios; y después de él, según hayamos obrado en nuestras vidas, la sentencia será lanzada:
- o ir al cielo directamente ( lo cual es para pocos, para muy pocos)
- o ir al Purgatorio por quién sabe cuánto tiempo ( pues allá no hay tiempo, el reloj está parado)
- o ir al infierno por toda la eternidad

POR ESO, HOY SERÁ MUY PROVECHOSO que reflexionemos en 3 puntos:
1) en el terrible juicio de Dios y lo mucho que ayuda para aprobarlo, las oraciones de los demás
2) en las penas que se sufren en el Purgatorio
3) en la expiación que tendríamos que hacer durante nuestras vidas si quisiéramos no pasar por el Purgatorio, o sólo estar allí por breve “tiempo”.

I.- EL TERRIBLE JUICIO DE DIOS y lo mucho que ayuda para aprobarlo, las oraciones de los demás
EL TERRIBLE JUICIO DE DIOS NOS LOS RECUERDA MUY BIEN EL “DIES IRAE”:
“Día de ira, el día aquél, que reducirá el mundo a cenizas;…
Cuán grande será el terror cuando aparezca el Juez,
para sentenciarlo todo con rigor…
El libro, ya completo, será leído, en el que todo (TODO) se haya consignado…
Cuando el juez se haya sentado, se revelará todo secreto; nada (NADA) quedará sin castigo…
¿Qué he de decir entonces, miserable de mí? ¿a qué abogado recurriré si apenas el justo estará seguro?...”

QUERIDOS FIELES, ¿TENEMOS MIEDO DE JUICIO DE DIOS?
Bueno, al menos que ese temor sea saludable para prepararnos bien para ese momento.
Pero veamos lo mucho que ayuda para aprobarlo, las oraciones de los demás.
PARA ILUSTRAR ESTO, NARREMOS UNA VISIÓN DE SANTA BRÍGIDA:
Ella, velando en oración vio en una visión espiritual, un trono, que estaba ocupado por uno como el sol;
y la luz y resplandor que de él salía, era incomprensible en longitud, latitud y profundidad.
Estaba una Virgen cerca del trono con una preciosa corona en la cabeza,
Tras esto, vio un negro como etíope, feo y abominable, lleno de inmundicia y encendido de enojo, que comenzó a dar voces diciendo: “Oh Juez justo, juzga esta alma y oye sus obras, que ya poco le resta de estar en el cuerpo, y dame licencia para que atormente al alma y al cuerpo en lo que fuera justo”.
Después vio la Santa un soldado armado junto al trono, modesto en el aspecto, sabio en las palabras y dulce en sus ademanes, el cual dijo:
“Oh Juez, ves aquí las buenas obras que ha hecho esta alma hasta este punto”.
Y LUEGO SE OYÓ UNA VOZ DEL TRONO QUE DIJO: “Más son, pues, los vicios en esta alma, que las virtudes. No es justicia que tenga parte el vicio con la suma virtud, ni se junte a ella”.
Enseguida dijo el negro: “A mí es de justicia que se me entregue esta alma;
que si ella tiene vicios, yo estoy lleno de maldad, y estará bien conmigo”.
“La misericordia de Dios, dijo el soldado, hasta la muerte acompaña a todos, y hasta que haya salido el alma del cuerpo, no se puede dar la sentencia; y esta alma sobre que pleiteamos, aun está en el cuerpo, y tiene discreción para escoger lo bueno”.
“La escritura, replicó el negro, que no puede mentir, dice: Amarás, a Dios sobre todas las cosas, y a tu prójimo como a ti mismo. Y todo cuanto éste ha hecho, ha sido por temor, no por amor de Dios como debía, y todos los pecados que ha confesado, han sido con poca contrición y dolor.
Y pues no mereció el cielo, justo es que se me dé para el infierno, pues sus pecados están aquí manifiestos ante la divina justicia, y nunca de ellos ha tenido verdadera contrición y dolor”.
“Este infeliz, dijo el soldado, esperó y creyó que asistido de la gracia tendría esa verdadera contrición”.
A lo cual le respondió el negro: “Has traído aquí todo cuanto bien ha hecho ese, todas sus palabras y pensamientos que pueden servirle para salvarse;
pero todo ello no llega ni con mucho a lo que vale un acto de verdadera contrición y dolor, nacido de la caridad divina con fe y esperanza;
y por consiguiente, no puede servir para borrar todos sus pecados.
Porque justicia es de Dios, determinada en su eternidad, que nadie se salve sin contrición; y como es imposible que vaya Dios contra este su decreto eterno, resulta, que con razón pido se me dé esta alma para ser atormentada con pena eterna en el infierno”.
¡No!, replicó el soldado, y luego aparecieron innumerables demonios, semejantes a las centellas que salen de un fuego abrasador, y a una voz clamaban diciendo…
“¡Tú amas la justicia, oh Juez!, ¿por qué no declaras ser nuestra esta alma, para que la atormentemos según sus obras?”
OYÓSE DESPUÉS EL SONIDO DE UNA TROMPETA, al cual todos quedaron silenciosos, y al punto dijo una voz:
“Callad y oíd vosotros todos, ángeles, almas y demonios, lo que va a hablar la Madre de Dios”.
Y EN SEGUIDA APARECIÓ ANTE EL TRONO DEL JUEZ LA MISMA VIRGEN MARÍA, trayendo mucho bulto de cosas como escondidas debajo del manto, y dijo a los demonios:
“Vosotros, enemigos, perseguís la misericordia, y sin ninguna caridad pregonáis la justicia.
Aunque es verdad que esta alma se halla falta de buenas obras, y por ellas no pudiera ir al cielo, mirad lo que traigo debajo de mi manto.
Y alzándolo por ambos lados, veíase por el uno una pequeña iglesia y en ella algunos religiosos; y por el otro lado se veían hombres y mujeres, amigos de Dios, todos los cuales clamaban a una voz, diciendo: Señor, tened misericordia de él”.
REINÓ DESPUÉS UN GRAN SILENCIO Y PROSIGUIÓ LA VIRGEN:
“La Sagrada Escritura dice, que el que tiene verdadera fe en el mundo, puede mudar los montes de una a otra parte.
¿Qué no pueden y deben hacer entonces los clamores de todos estos que tuvieron fe y sirvieron a Dios con fervoroso amor?
¿Qué no han de alcanzar los amigos de Dios, a quienes éste rogó que pidiesen por él, para que pudiera apartarse del infierno y conseguir el cielo, y mucho más cuando por sus buenas obras no buscó otra remuneración que los bienes celestiales?
¿Por ventura, no podrán las lágrimas y oraciones de todos estos bienaventurados ayudar esta alma y levantarla, para que antes de su muerte tenga verdadera contrición con amor de Dios?
Yo también uniré mis ruegos a las oraciones de todos los santos que están en el cielo, a quienes este honraba con particular veneración.
Y a vosotros, demonios, os mando de parte del Juez y de su poder, que atendáis a lo que veréis ahora en su justicia.
Y respondieron todos, como con una sola voz: Vemos, que como en el mundo las lágrimas y la contrición aplacan la ira de Dios, así tus peticiones le inclinan a misericordia con amor”.
DESPUÉS DE ESTO, OYÓSE UNA VOZ que salió del que estaba sentado en el solio resplandeciente, y dijo:
“Por los ruegos de mis amigos tendrá este contrición antes de la muerte, y no irá al infierno, sino al purgatorio con los que allí padecen mayores tormentos; y acabados de purgar sus pecados, recibirá su premio en el cielo, con aquellos que tuvieron fe y esperanza, pero con mínima caridad.”
Y así que oyeron esto, huyeron los demonios.

Queridos fieles, ¡QUÉ CONSOLADOR SABER lo mucho que ayudan las oraciones del prójimo!
POR ESO, DESDE AHORA, REZEMOS MÁS POR NUESTROS DIFUNTOS
para ayudarlos en el juicio de Dios que hayan tenido, que aunque ya sea un juicio pasado, Dios, con su mirada sobre todos los tiempos, veía las oraciones que se iban a hacer por determinada alma, y así podría haberles concedido el perdón antes de haber comparecido ante su divina presencia.
Y NOSOTROS, DESDE AHORA, TENGAMOS MAYOR DEVOCIÓN A LOS SANTOS, pidámosles que rueguen siempre por nosotros, especialmente en la hora de nuestra muerte; Y CLARO ESTÁ, TENGAMOS MAYOR AMOR Y DEVOCIÓN A NUESTRA SEÑORA, y recemos con fervor, esas palabras que a menudo decimos distraídos:
“Ruega por nosotros ahora y en la hora de nuestra muerte”.
Y TAMBIÉN TENGAMOS AMIGOS EN ESTE MUNDO, a quienes ayudemos por nuestras limosnas, caridad, consejos, amor, para que ellos rueguen a Dios por nosotros, especialmente en la hora de nuestra muerte y también después de ella. Pues aunque nos hayamos salvado, también necesitaremos su ayuda para mitigar los terribles tormentos del Purgatorio.

II.- LAS PENAS QUE SE SUFREN EN EL PURGATORIO

LAS PENAS QUE SUFREN LAS ALMAS DEL PURGATORIO son muchas en cantidad, son indecibles en intensidad, y en duración, parecen muchas veces casi interminables.
CONTINUEMOS LA NARRACIÓN DE LA VISIÓN DE SANTA BRÍGIDA:
Ya hemos narrado cómo por los ruegos de los amigos de Dios tuvo antes de morir esta alma contrición de sus pecados, nacida del amor de Dios, la cual contrición la libró del infierno.
Así, pues, la justicia de Dios la sentenció a que ardiese en el purgatorio por seis períodos de tiempo, como los que él había vivido, desde que a sabiendas cometió el primer pecado mortal hasta el momento en que por amor de Dios se arrepintió con fruto.
VIO DESPUÉS SANTA BRÍGIDA QUE SE ABRIÓ UNA PROFUNDIDAD TERRIBLE Y TENEBROSA (el infierno), en la que había un horno ardiendo interiormente, y el fuego no tenía otro combustible que demonios y almas vivas que estaban abrasándose.
SOBRE AQUEL HORNO (el lugar más terrible del Purgatorio, justo arriba del infierno) ESTABA ESTA AFLIGIDÍSIMA ALMA.
Tenía los pies fijos en el horno, y lo demás levantado como si fuera una persona; y no estaba en lo más alto ni en lo más bajo del horno.
La figura que tenía era terrible y espantosa. El fuego parecía salir de bajo de los pies del alma, y venir subiendo cuando el agua sube por un caño; y comprimiéndose violentamente, le pasaba por encima de la cabeza, de modo que por todos sus poros y venas corría un fuego abrasador.
Las orejas echaban fuego como de fragua, que con el continuo soplo le atormentaba todo el cerebro.
Los ojos los tenía torcidos y hundidos, como si estuviesen fijos en la nuca.
La boca la tenía abierta y la lengua sacada por las aberturas de las narices, y colgando hasta los labios.
Los dientes eran agudos como clavos de hierro, fijos en el paladar.
Los brazos tan largos que llegaban a los pies. Las manos estaban llenas y comprimían sebo y pez ardiendo.
El cutis que cubría al alma, era una sucia y asquerosísima piel, tan fría, que sólo de verla causaba temblor, y de ella salía materia como de una úlcera con sangre corrompida y con un hedor tan malo, que no puede compararse con nada asqueroso del mundo.
DESPUÉS DE VER ESTE TORMENTO, OYÓ LA SANTA UNA VOZ que salía de lo íntimo de aquella alma, que dijo cinco veces: “¡Ay de mí! ¡Ay de mí”, clamando con toda su fuerza y vertiendo abundantes lágrimas!
“¡Ay de mí, que tan poco amé a Dios por sus supremas virtudes y por la gracia que me concedió!
¡Ay de mí, que no temí como debía la justicia de Dios!
¡Ay de mí, que amé el deleite de mi cuerpo y de mi carne pecadora!
¡Ay de mí, que me dejé llevar de las riquezas del mundo y de la vanidad y soberbia! ¡Ay de mí, porque os conocí Luis y Juana!”

EXPLICACIÓN DEL POR QUÉ SUFRE ESA ALMA LAS PENAS REFERIDAS
Dice el ángel a santa Brígida: Aquella alma, que viste y oíste sentenciar, está en la más grave pena del purgatorio.
Y esto lo ha ordenado Dios así, porque presumía mucho de ser discreto e inteligente en cosas del mundo y de su cuerpo;
pero de las espirituales y de su alma no hacía caso, porque estaba muy olvidado de lo que debía a Dios y lo menospreciaba.
Por eso su alma padece el ardor del fuego y tiembla de frío; las tinieblas la tienen ciega, y la horrible vista de los demonios le causan continuo temor,
y la vocería y clamoreo de los demonios la tienen sorda, interiormente padece hambre y sed, y exteriormente se halla vestida de confusión y vergüenza.
Pero después que murió le ha concedido Dios una merced, y es que no la atormenten ni toquen los demonios, porque cuando estaba en el mundo, solo por la honra de Dios, perdonó graves injurias a sus mayores enemigos, e hizo amistades con uno cuya enemistad era de muerte.

III.- EXPIACIÓN QUE TENDRÍAMOS QUE HACER DURANTE NUESTRAS VIDAS SI QUISIÉRAMOS NO PASAR POR EL PURGATORIO, O SÓLO ESTAR ALLÍ POR BREVE “TIEMPO”.

EJEMPLO DE REPARACIÓN EXIGIDA PARA REPARAR LOS PECADOS COMETIDOS
En una visión de Santa Brígida, cierta alma dijo lo siguiente:
“Yo soy uno de aquellos a quienes este hombre sentenciado al purgatorio ayudó en vida con sus limosnas. Y así me ha concedido Dios, por su amor, que si alguno quisiere hacer lo que yo le dijere como expiación de los pecados de esa alma, al hacerlos ayudará esa alma para que no sufra las penas terribles que tendría que sufrir por los terribles pecados que cometió.
Y lo que se ha de hacer es, que como le oíste aquellos cinco clamores y ayes, se hagan por él cinco cosas que lo consuelen.
El primer ¡ay! fue de lo poco que había amado a Dios, y para remedio de éste se den de limosna treinta cálices, en los que se ofrezca la sangre de Jesucristo y se honre más a Dios.
El segundo ¡ay! fue de que temió poco a Dios, y para remedio de éste se busquen treinta devotos sacerdotes que digan cada uno treinta misas, y todos rueguen con mucho fervor por el alma de este hombre, poderoso un día en la tierra, a fin de que se aplaque la ira de Dios, y su justicia se incline a la misericordia.
El tercer ¡ay! y su pena es por la soberbia y codicia. Para éste lávense los pies a treinta pobres con mucha humildad, y denle limosna de dinero, comida y vestido, y nieguen ellos y el que se los lava a nuestro Señor, que por su humildad y Pasión perdone a esta alma su soberbia y codicia.
El cuarto ¡ay! fue por la sensualidad de su carne, y para éste, el que dotase una doncella y una viuda en un monasterio, y casase una joven, dándoles lo suficiente para su matrimonio, alcanzará que Dios perdone a esa alma el pecado que en la carne había cometido. Porque esos son tres estados de vida que Dios eligió y mandó que hubiese en el mundo.
El quinto ¡ay! es porque cometió bastantes pecados, poniendo en tribulación a muchos, como el que cometió cifrando todo su empeño en que se casaran esos dos ya referidos, no pudiendo por ser parientes;
pero hizo se verificase este casamiento, más por su capricho que por el bien del reino, y se llevó a cabo sin licencia del Papa, contra la loable disposición de la santa Iglesia.
Con este motivo fueron atormentados y martirizados muchos, porque no querían aceptar tal casamiento, que era contra Dios, contra su santa Iglesia y contra las costumbres de los cristianos.
Si alguno quiere borrar ese pecado, ha de ir al Papa y decirle:
<>.
Y aunque no le dé en penitencia más que un Pater Noster, le aprovechará a esa alma para disminuir su pena en el purgatorio”.

CONCLUSION
QUERIDOS FIELES, QUE ESTAS REFLEXIONES NOS AYUDEN a tener mayor amor por las almas del Purgatorio, y a no cesar jamás de rezar por ellas.
ALGÚN DÍA, TAMBIÉN EL TURNO NOS LLEGARÁ A NOSOTROS: vendrá la muerte, vendrá el terrible juicio de Dios, ¿qué será de nosotros?
¡NO TENGAMOS MIEDO!,
desde ahora preparémonos bien para nuestro juicio, purifiquemos nuestras almas con frecuentes confesiones, y hagámonos amigos de las almas del Purgatorio, para que ellas al llegar al cielo, rueguen a su vez por nosotros.

SANTA BRÍGIDA, EN UNA VISIÓN, OYÓ UNA VEZ QUE UN ÁNGEL EXCLAMÓ: “¡Bendito de Dios sea, el que en el mundo ayuda las almas con sus oraciones y con el trabajo de su cuerpo!”.
Y TAMBIÉN OYÓ MUCHAS VOCES DESDE EL PURGATORIO QUE DECÍAN: “¡Dios se lo pague a aquellos que nos ayudan y suplen nuestras faltas!
¡Oh Señor Dios!, da de tu incomprensible poder, el ciento por uno, a todos los que en el mundo nos ayudan y nos elevan con sus buenas obras, para que veamos la luz de tu Divinidad, y gocemos de tu presencia y divino rostro”.

viernes, 6 de noviembre de 2009

Roma y la Fraternidad Sacerdotal San Pío X - ¿Que tenemos que esperar de las conversaciones con Roma?

Reverendos Padres,
Queridos fieles

Es para mí una alegría muy grande y un honor especial poder hablar esta noche para ustedes. Por desgracia no hablo todavía suficientemente su hermoso idioma, de manera que tendré que leer este texto. Agradezco para su comprensión y su paciencia si llego a lastimar sus sensibles oídos por la inadecuada selección de palabras o por el mal acento.
Quisiera poner en relieve estos últimos acontecimientos: nuestra situación en la iglesia, en la Fraternidad y nuestra tarea en la tradición. El tema de la conferencia de hoy es un pequeño resumen de los acontecimientos de las últimas semanas y meses, así como el contacto de la Fraternidad Sacerdotal San Pío X con la curia en Roma. Al mismo tiempo quisiera también presentarles la causa y el tipo de nuestra lucha que es realmente una lucha por la verdadera fe católica. Y, finalmente, que comprendamos que es necesaria la contribución de todos – sacerdotes y laicos –.

La situación actual: Roma y FSSPX
A pesar de que el año aún no llega a su fin, podemos decir sin exageración: es un año muy agitado, el más accidentado en general durante los 40 años de historia de la Fraternidad.
Al inicio del año, el sorprendente decreto del 21 de enero de 2009 referente a la excomunión tan mencionada de los cuatro Obispos de la Fraternidad. Todavía en diciembre no sabíamos si debíamos esperar una nueva excomunión, esta vez universal, o si el ir y venir entre Roma y la Fraternidad llevaría de hecho a la anulación de la excomunión. Dicho de otro modo, debíamos considerar las dos opciones. Fue un paso valeroso e inesperado del papa.
¡Aunque nunca nos hayamos considerado como excomulgados, a los ojos del mundo y en la conducta de los obispos lo éramos! Por eso este decreto no es tanto de importancia para nuestra obra, sino un signo importante ante el mundo y un paso en la dirección correcta: La tradición no se deja excluír a plazo limitado; se necesita una vuelta a las raíces de la fe.
Aunque el decreto no sea completo y esperamos todavía la correspondiente rehabilitación de Monseñor Marcel Lefebvre, sin embargo es un ataque contra la teología modernista y una afirmación indirecta de la crítica sobre el concilio y el tiempo postconciliar. Los obispos lo han entendido muy bien y oponen una resistencia tan intensa contra la fraternidad y sobre todo contra la voluntad del papa por encontrar una solución para la ella.
Lo que quería conseguir el papa Benedicto XVI con este decreto (2. 7. 2009), lo escribe él mismo una vez más en el decreto del 2 de julio: "Por esta decisión quería eliminar el obstáculo que podría haber en la apertura de una puerta para el diálogo en el camino que invita así a los obispos y a la "Fraternidad San Pío X." a reencontrar el camino a la plena comunión con la iglesia."
Repito de nuevo: no nos sentimos en absoluto fuera de la iglesia católica, y tenemos sólo el deseo de servir a ésta y construirla de nuevo. Pero para los obispos estamos fuera de la iglesia – para ellos es así. Por eso se defienden contra los esfuerzos del papa de ir al encuentro de la tradición. Independientemente de las intenciones del papa, de hecho la tradición se ve fortalecida por su afán.
Las lamentables observaciones que hizo Monseñor Richard Williamson sobre el holocausto y la destrucción de los judíos durante la segunda guerra mundial fue para los medios de comunicación en todo el mundo, y para los obispos, sobre todo en Alemania y en Europa, un buen motivo, para hacer impacto no sólo en la Fraternidad, pero sobre todo en el „papa alemán“. Por esta reacción hostil de los obispos, los enemigos de la iglesia se sentían fortalecer en su odio repartido más o menos abiertamente contra la fe católica. Sobre todo los medios de comunicación, pero también los judíos y fuerzas liberales se han juntado y han causado a la iglesia un gran daño, pensemos sólo en la intervención de la canciller federal alemana que ha reprendido públicamente al papa, y esto sólo debido a los judíos. Pero también todos parlamentos europeos como por ejemplo en Francia, Inglaterra y Bélgica se han avalanzado de repente contra el papa.
Los ataques eran tan insolitos y tan duros que el papa se vío, en cierto modo, forzado a escribir una carta de varias páginas al episcopado mundial en la cual se defiende, si bien, cortésmente, sin embargo bastante bien y expresa que él estaba personalmente herido por los ataques. Les doy algunas citas de la carta: „La anulación de la excomunión... ha llevado dentro y fuera de la iglesia católica a múltiples causas para una discusión de una violencia como no la hemos vivido más desde hace mucho."
„En cambio, diferentes agrupamientos acusaban total y abiertamente al papa con querer volver atrás del concilio. Una avalancha de protestas se puso en marcha cuya amargura hacía heridas visibles que continuan en este momento."
„Lo que más me ha afligido es que los cátolicos que deberían comprenderlo mejor, creyeron deber atacarme, estaban listos para saltar sobre mi."
„Disonancias de representantes de esta comunidad "..." Y ¿no tenemos que admitir que también en los círculos eclesiásticos las ha habido? A veces uno tiene la impresión que nuestra sociedad necesita por lo menos un grupo enfrente al cual no tiene que de haber ninguna tolerancia; en el que se puede soltar tranquilamente con el odio. Y quien se atreva a tocar la tolencia - en este caso el papa – corre el riego de perder el mismo el derecho de la tolerancia y podía ser cubierto sin timidez y reserva igualmente con el odio."

La necesidad de las discusiones con Roma
Ya en el decreto de excomunión (21. 1. 2009) el papa había admitido nuestro deseo de conversaciones teológicas y pedía a los cuatro obispos de la Fraternidad, escatimar "ningún esfuerzo para profundizar las discuciones con la Santa Sede en las preguntas todavía abiertas y llegar por ahí a una solución completa y satisfactoria de los problemas existentes".

En la carta a los obispos él anuncia la reestructura de la comisión de Ecclesia Dei: "Con eso debe ponerse claro que los problemas a tratar ahora son esencialmente de naturaleza doctrinal, sobre todo la aceptación del concilio vaticano II y el magisterio postconciliar de los papas concernientes." (Carta del papa, 10. 3. 2009)
Después en el Motu proprio ECCLESIAE UNITATEM (2. 7. 2009) se dirá: "Justamente porque los problemas, que tienen que ser discutidos ahora con la Fraternidad, son en esencia de naturaleza doctrinal..."
A pesar de todo, esta reorganización de la comisión de Ecclesia Dei es sorprendente y rara hasta cierto punto, tanto más que el papa con al redactó ese Motu propio para ocuparse nuevamente esencialmente de nosotros. La comisión de Ecclesia Dei fue fundada el 2 de julio de 1988 para la "tarea de colaborar con los obispos, Dicasterios de la curia romana y los grupos respectivos para fabricar la plena comunión eclesiástica con los sacerdotes, los seminaristas, las comunidades o la gente de orden particular que estaba ligada hasta ahora de forma diferente con la Fraternidad fundada por Mons. Lefebvre...". Es decir, fue fundada para atraer al sacerdote, al seminarista y al laico de nuestra obra a un marco propio y una estructura propia. Todos los fieles saben, como este intento estaba ligado con muchos problemas, y cómo los obispos del lugar han intentado todo para mantener pequeños estos grupos y no promover la antigua misa. Ahora sin embargo en esta "nueva" comisión se trata solamente de nosotros, del contacto con la Fraternidad –no se habla más de los otros grupos, al menos uno tiene esta impresión. Parecería casi así, como si ahora éstas debieran volver de nuevo a nosotros... Causa fastidio a todos estos grupos como la Fraternidad San Pedro, el Instituto del Buen Pastor etc. que 20 años despues de las consagraciones episcopales, la atención continua sobre nosotros. Al menos eso se ve claro: la obra de la tradición se ha vuelto demasiado fuerte como para no verla o para poder esperar la famosa solución biológica “ (la extinción de la obra de la tradición).
Sin embargo ¿Por qué, queridos fieles, estas discusiones? ¿De que se trata?
Seguramente no se trata a dar "clases particulares de teología“ como ha expresado en Alemania el obispo de Regensburg. Tampoco se trata de que quisiéramos cambiar nuestra línea o entender el concilio de otra manera o que quisiéramos acercarnos, aun despacio, a la interpretación del papa con lo cual el concilio y las reformas postconciliares no representan ninguna ROTURA con la tradición, sino que están en la continuidad con la tradición (la tan llamada Hermeneutica de la continuidad). No, no se trata en estas discusiones tanto de nosotros, sino de la iglesia. Ellas son una posibilidad que nos permite explicarnos de frente a Roma y señalar también que nuestra posición está bien fundada. Vamos a Roma por el bien de la Santa Iglesia; discutimos por el amor a la verdad y por el bien de la fe. Estas discusiones no son por un interés privado, sino por el bien de la iglesia y la salvación de las almas.
En esencia se trata de señalar que el Concilio Vaticano II era diferente que los concilios pasados que quería llevarse él mismo de otra manera, como un concilio pastoral, y que por lo mismo no puede exigir un mismo grado de aprovación y sumisión. También se debe señalar que las nuevas doctrinas del concilio están en contraste a la doctrina de la iglesia y al magisterio anterior y por tanto no son católicas. Y, finalmente, se tendrá que discutir los problemas particulares. Trataremos de señalar que hay una crisis en la iglesia que tiene esencialmente su origen en el concilio, en el problema de la nueva liturgia, en la libertad de religión, ecumenismo, una nueva falsa colegialidad.
Se tiene que ser realista y no se puede esperar que estas grandes preguntas sean resueltas en algunas conversaciones. En estas circunstancias esto puede durar mucho tiempo, aún si los teólogos, que el papa ha determinado para las discusiones, tienen buena voluntad y estan abiertos a nuestro punto de vista. Aún en buenas condiciones, otro problema se presenta. Una gran parte en Roma y sobre todo muchos obispos en el mundo, con una disposición hostil a este contacto entre Roma y la Fraternidad, esperan rápidamente un resultado (o sea, que nosotros reconoscámos el concilio y el magisterio actual como tales) y en consecuencia ejercen presión sobre el papa y la opinión pública. Sin embargo hemos dicho siempre : antes de que una solución (acuerdo) práctico con Roma se produzca, queremos mostrar que hay una crisis, dónde está su causa, y que la práctica actual de la iglesia es contraria a su doctrina y su historia.
Mientras tanto, el primer encuentro ya ha tenido lugar, esto fue el 26 de octubre. El próximo encuentro debe tener lugar en enero. Los encuentros están pensados para cada dos meses.
Es manifiesto que el santo padre quiere estas conversaciones y una solución para la fraternidad, Y por esto se ha atraído muchísima oposición. Frente a esto, la reacción de los obispos es muy sorprendente, sobre todo en Alemania, nos hacen pensar al huracan de la oposición y a la indignación en relación a las ordenaciones en primavera y con las ordenaciones sacerdotales en junio. Ciertos obispos han exigido hasta la excomunión repetida. ¡Sí, el presidente de la Conferencia Episcopal alemana, arzobispo Zollitsch, ha dicho públicamente, que a fines de 2009 la Fraternidad será de nuevo excomulgada!
¿Por qué este odio y este rechazo? Se quisiera pensar que si el papa lo quiere, los obispos tendrían que también estar detrás del papa; ¡ser obedientes a él! ¿Por qué no lo son?
Se produce espontáneamente el símil del buen samaritano en este sentido. ¿Si ellos piensan ya, que estamos excomulgados y fuera de la iglesia, por qué ellos no hacen nada para admitirnos con paciencia de nuevo? Al contrario, ellos hacen todo, alrededor de nosotros por lanzarnos. Ellos no atienden a estos sacerdotes y creyentes, sino que pasan como el sacerdote y el Levita en el símil. Extraño, este comportamiento. Pero esto tiene una causa profunda que tenemos que entender bien.
Además no comprendemos que la crisis continúa – y si es posible continuará todavía por mucho tiempo. Miren, los obispos reaccionan así porque ellos han perdido el „amor a la verdad“. San Paolo habla varias veces de ello, de este amor a la verdad que no es distinto nada como el amor a Cristo, el (único) salvador, el único camino para la salvación: "Yo soy el camino, la verdad y la vida. ¡Nadie viene al padre sino por mí!“
Santo Tomás de Aquino enseña, que la primera consecuencia del pecado fue el deslumbramiento del espíritu y de la razón. Es decir, que son incapaces de reconocer la crisis y su causa, se han vuelto ciegos para ello, y no son capacesde reconocer que esta crisis se ha implantado y ha divulgado en todas partes. La crisis de culto no es simplemente el asunto de Roma o el tema de escándalos particulares, sino que está divulgada en todo el mundo y ha llevado a este descenso masivo de culto. Apostasía, Indiferentismo, el cese de una vida cristiana practicada, son generales. Se no va más a la iglesia, no hay más vocaciones, y las iglesias tienen que ser vendidas. No sólo en Europa, en todas partes. Sólo un ejemplo: Guatemala. Hasta hace aproximadamente 20 años prácticamente el 100% de los habitantes eran católicos. En 2004 el cuarenta por ciento de los católicos dejaron la iglesia católica para unirse a las sectas; ahora, en 2009 es ya más del 60 por ciento. ¡En cinco años más del 20 por ciento han perdido la fe! Dentro de pocos años no habrá más católicos en este país. Es el fin de la iglesia local visible.
La crisis se ha vuelto general. No se puede hablar más en Francia del „Reinado social de Cristo“ – de la verdad, que hay sólo una verdad, que todas las personas están obligadas a Dios. El estado cristiano es pasado, no exite más. Tenemos enfrentarnos con gobiernos anti-cristianos. En Alemania existen más musulmanes que en toda Canada, la América del Norte y la América del Sur juntas. El Islam es un peligro aún mayor que las sectas protestantes. Y los obispos hacen todo, para que puedan ser construidas mezquitas y en las escuelas se dan clases de Islam. Precisamente en Suiza se ha iniciado una iniciativa contra la construcción de minaretes. Los obispos católicos no han solamente combatido esta iniciativa popular, sino ellos promueven con todos los medios el ecumenismo y las religiones equivocadas, ¡Es increíble!, ellos hacen todo, para que el Islam pueda extenderse. Han perdido el amor a la verdad. Es la crisis. Son las consecuencias del concilio.
Estámos en medio. No podemos decir, esto no nos concierne a nosotros, o ya estamos cansados, sólo porque la crisis dura ya tanto tiempo. Tampoco podemos decir simplemente, „el papa piensa bien sobre la Misa Antigua, así firmamos un acuerdo y tenemos la paz“. Sería una paz equivocada, una paz de cementerio, sería una traición a nuestra fe, a la lucha de la tradición y a la obra de Monseñor. ¿Qué podemos hacer?

Nuestro camino y nuestra tarea
Monseñor Marcel Lefebvre nos ha puesto un ejemplo claro y que alienta. Para él la tan llamada "desobediencia" (en verdad no era sino obediencia frente a la fe) era simplemente un rechazo de la liturgia y la nueva misa. Desde la creación de la Fraternidad (pronto 40 años) la lucha era para él una doble lucha - "se trata no sólo de la misa, sino también de la doctrina", decía él una vez. Es quiere decir una adhesión firme a la tradición, la lucha por la liturgia verdadera y la fidelidad la verdadera fe y está ligada siempre – necesariamente – con una denuncia y rechazo de los errores modernos. Ambos van de la mano. Se sabe que uno no se pueden separar el uno del otro; son los dos lados de la medalla. Con esto no se trata simplemente de una acusación o condena del concilio. Monseñor Lefebvre hablaba siempre del „concilio y sus consecuencias“, así como de las reformas postconciliares. Éstas tienen asimismo un espíritu protestante y no católico.
A pesar de esta lucha doble – para la fe y contra los errores modernos – no impedía a nuestro distinguido fundador el tener presente al mismo tiempo la preocupación por toda la iglesia y la salvación de las almas. A pesar de que él fuera castigado y fuera condenado, mantenía con la Sede romana el contacto por derecho, escribía cartas al papa o iba él mismo a Roma. Todavía en 1987, después del escándalo de Asis, cuando él decía, se no puede hablar con Roma, „Roma ha perdido la fe“, todavía el mismo año fue a Roma presentó al cardenal Gagnon personalmente una propuesta para una solución canonica para la Fraternidad. Para la tan mencionada solución canonica él ponía siempre dos condiciones: que podemos continuar nuestra obra exactamente como hasta ahora, sin dependencia de los obispos de lugar, y exigía en segundo lugar la protección de Roma ante de la resistencia esperada de los obispos, es decir por una comisión en Roma dónde la tradición debía tener mayoría de los miembros.
Ustedes verán que si comienzan ahora las negociaciones con Roma, no es absolutamente nada nuevo. Sin embargo al mismo tiempo no puede haber ninguna solución, mientras no sea absolutamente claro que nuestra obra permanece independiente, para la protección de la fe y la tradición. La fidelidad por la fe es verdaderamente más importante que la fidelidad a la letra o a la ley.
Es decir que si bien las discusiones teológicas son importantes y un testimonio claro para nuestra fidelidad el magisterio y la Santa Iglesia. Sin embargo lo que se necesita todavía mucho más, es nuestra oración, nuestros sacrificios y nuestro ejemplo. Monseñor Lefebvre estaba convencido que Roma puede ser convencida al fin y al cabo sólo con los hechos (obras).
Las cifras, vocaciones, familias numerosas, la extención de la obra y sobre todo el buen ejemplo es esto lo que convencerá a las autoridades de la necesidad de la tradición y la vuelta a la verdadera fe. Las discusiones son una cosa, pero nuestro testimonio es también importante. Cristo lo ha dicho frente a Pilato: „He venido al mundo para dar testimonio de la verdad. Y vos daréis testimonio, porque sois mis discípulos.“
¡Se no puede servir a dos señores! Es importante que ustedes comprendan esta lucha inicial y la retomen nuevamente. Como que uno tiene aquí la impresión de que el celo por el combate se estanca la gente se ha cansado de oponer continuamente resistencia. Se quisiera permanecer ya católico y celebrar la verdadera liturgia vieja, pero al mismo tiempo no se quisiera llamar la atención y ser difernte para el mundo. Pero esto no va. Quién cree hoy realmente y quiere vivir de modo cristiano, él no podrá hacer todo como en el mundo, y ante todo no debe dejarse contaminar por el espíritu del mundo. Esto se mostrará en el comportamiento, con la moda, en la manera de vivir, en la familia, en relaciones con los bienes y los medios técnicos de este tiempo.
Esto es válido sobre todo para la juventud, pero es también un llamado a las familias. Mire los frutos magníficos y muchas vocaciones en los primeros años de la tradición: en Mexico, Colombia, también aquí, muchos grupos, que han comenyado la lucha con entusiasmo, y de esto se han producido muchas vocaciones y entradas en los conventos. Este entusiasmo nos falta hoy un poco. Quizá uno piensa a menudo: „Es hermoso, pero no es para mí, es para los otros.“ No, en Ti depende, es un compromiso particular.
Podríamos necesitar así muchas fuerzas, en el Brasil, aquí, pero también en el norte del distrito. P. Bouchacourt, el superior del distrito, se queja siempre de tener pocos sacerdotes. Pero necesitaríamos también vocaciones religiosas, hermanos religiosos, religiosas, Oblatas. ¿Por qué no tenemos aquí prácticamente ningunas vocaciones de hermanos? Fuí hace algunas semanas a los EE.UU. y he predicado allá a nuestros hermanos de la Fraternidad, en Pheonix, Arizona, eran en total doce. Y les he dicho: „¿Por qué este gran país, con muchas familias católicas, con muchos jóvenes, sólo tiene doce hermanos religiosos? ¿Tendríais que ser mucho más?“ ¿Por qué tan pocos pueden entusiasmarse con el gran ideal de la imitación de Cristo? El materialismo nos ha contaminado ya, y ¿nos hemos acostumbrado ya a la crisis?
He mencionado hace un momento Guatemala. Tenemos allá desde hace 20 años un Priorato, tres sacerdotes ejercen su apostolado allá. ¡Pero no tenemos ningúna vocación sacerdotal de este país antes católico! Esto puede tener muchas causas, y no tenemos el tiempo de discutir sobre ello, pero digo totalmente en general y sin reproche: no es normal, algo no anda bien.

Seguramente tenemos que rezar más; rezar también en el gran deseo de la iglesia, por la propagación de la fe, por el regreso de las autoridades a la verdaderafe, por la salvación de las almas. Es lo primero y lo más importante. Por eso nuestro Superior General ha llamado a una nueva cruzada de rosarios. Con nuestras fuerzas no podemos superar la crisis, allí la ganadora en todas las batallas del Dios“, la Santísima Virgen María, tiene que acudir en nuestro auxilio „. Y ella acude en auxilio de nosotros si se lo pedimos. Tengamos esta confianza y recen con empeño el rosario en sus familias.
Pero esto necesita también el testimonio personal, el ejemplo de los sacerdotes, los padres, los fieles. Ellos no pueden hacer nada mejor que colaborar al reino de Dios y ayudar a la salvación de las almas. El Papa Pío XII lo decía así en la encíclica sobre la iglesia: „Es un secreto que causa escalofrío pensar que la salvación de muchas almas depende de nuestras oraciones y nuestros sacrificios.“ Mucho más importante que la discusión infinita y estéril sobre el sentido y objetivo de las negociaciones con Roma es el testimonio de la vida cristiana. Esfuércense por educar a sus hijos de modo cristiano y en el espíritu de sacrificio, ayuden a los sacerdotes en el catecismo y en el trabajo de parroquia, y alienten a sus hijos de ponerse al servicio de la iglesia. Dios llama ahora tantos jóvenes como antes. Pero es más difícil oír el llamado, hay tanto ruido, tanto distracciones, muchas tentaciones. Qué responsabilidad para los padres católicos si ellos tienen hijos llamados por Dios, pero los hijos no pueden oír el llamado de Dios. (Es tonto y equivocado si ahora en todas partes en todo el mundo de la tradición nuestros jóvenes se enamoran tan temprano, a los 17 o 18 años. Ellos no son aún maduros. Y sobre todo ellos tienen que examinar primeramente la pregunta de la elección de estado. ¡Qué responsabilidad para de ustedes, queridos padres! Finalmente, tienen que comprender que la alma de sus hijos es más importante que el cuerpo, que una buena carrera profesional y mucho dinero.)
Qué alegría sin embargo también de rezar por este deseo de las vocaciones y hacer todo, para que los propios hijos dejen todo y sigan a Cristo. ¡No hay nada más hermoso en este mundo! Ellos tienen que hacer aquí en la América del Sur, en su Priorato y en su capilla, en su familia y con sus parientes, hay que hacer todo para que tengamos más vocaciones y que la verdadera fe puede extenderse. Este servicio en el bien comunes, como se dice ahora, así en la iglesia y la sociedad, es su gran tarea. Ayuden, les pido muy insistentemente.
Acabo con la hermosa anécdota del gran emperador Conrado que mando construir la magnífica catedral en Espira en el XII siglo. Un día visitaba las talleres de construcción y se encontró con un grupo de canteros. Allí le preguntaba al primero: „¿Que haces?“ Éste respondió, labro la piedra.“ – esta bien, pero hay más. Le pregunta a otro: „Y ¿que haces?“ „Alimento a mi familia.“ – eso ya es mucho más... Y le pregunta a un tercero: „¿Que haces?“ „Contruyo la catedral.“ Esto lo es que debemos hacer, reconstrír la Iglesia. Les agradezco su atención.
R.P. Pfluger, Asistente del Superior General
Conferencia en América del Sur - Noviembre de 2009

NUESTRO AMOR POR DIOS

El amor de los hombres hacia Dios tiene su origen, su progreso y su perfección en el amor eterno de Dios hacia los hombres; así siente unánimemente la Iglesia, nuestra Madre, la cual, con un celo ardiente, quiere que reconozcamos que nuestra salud y los medios de llegar a ella provienen únicamente de la misericordia del Salvador, a fin de que lo mismo en la tierra que en el Cielo, a Él solo sea dada la honra y la gloria (1 Tim., 1, 17). ¿Qué tienes que no hayas recibi­do?, dice el divino Apóstol (1 Cor., 4, 7), hablando de los dones de ciencia, de elocuencia y de otras cualidades semejantes de los pastores de la Iglesia; y si lo has recibido, ¿por qué te glo­rías como si no lo hubieses recibido? Todo es, pues, cierto, lo hemos recibido de Dios, pero muy particularmente hemos recibido de Él los bienes sobrenaturales del santo amor. Pues si los he­mos recibido, ¿por qué pretendemos atribuirnos la gloria de ellos?
Y a la verdad, si alguno quisiera alabarse por haber hecho algún progreso en el amor de Dios: ¡Oh hombre miserable! —le diríamos—; tú yacías en el lecho de tu iniquidad, sin que te quedaran fuerzas ni vida para levantarte, cual sucedía a la princesa de nuestra parábola, y Dios, por su infinita bondad, acudió en tu ayuda, diciéndote: Abre la boca de tu atención, y Yo te saciaré plenamente (Ps. 80, 11); Él mismo puso sus dedos entre tus labios y entreabrió tus dientes, lanzando dentro de tu corazón su inspiración santa, que tú has recibido; después, recobrado ya el sen­tido, continuó con diferentes movimientos y medios fortaleciendo tu espíritu, hasta que finalmente derramó en él su caridad como tu vital y per­fecta salud.
Dime, pues, ahora, miserable: ¿qué has hecho tú en todo esto de que te puedas alabar? Tú has dado tu consentimiento, es cierto; el movimiento de tu voluntad ha seguido libremente al de la divina gracia. Pero todo esto, ¿qué otra cosa es sino recibir la operación divina, y no resistir a ella?; ¿y qué hay en esto, que tú no hayas recibido? ¿Si hasta has recibido la misma recepción de que te glorías y el consentimiento de que te alabas? Porque, dime: ¿no confesarás que, si Dios no te hubiese prevenido, tú no hubieses jamás sentido su bondad, ni, por consiguiente, consentido a su amor? ¿Cómo?, ¡si ni siquiera hubieras tenido un solo pensamiento bueno! (2 Cor., 3, 5).
Su movimiento, pues, ha dado el ser y la vida al tuyo; y si su liberalidad no hubiese animado, excitado y provocado tu libertad con sus podero­sos y suaves llamamientos, tu libertad hubiera permanecido siempre inútil para tu salud. Es cierto que tú has cooperado a la inspiración consintiendo; mas he de advertirte, si por ventura lo ignoras, que tu cooperación ha nacido de la operación de la gracia y de tu libre voluntad jun­tamente, mas de tal modo, que, si la gracia no hubiese prevenido y llenado tu corazón con su operación, jamás hubiese él podido ni querido prestar cooperación ninguna a ella.
Pero, dime de nuevo, hombre vil y abyecto, ¿no obras como un ridículo, cuando crees tener parte en la gloria de tu conversión, porque no has rechazado la inspiración? ¿No es presunción ésta propia de ladrones y de tiranos, pensar que dan la vida a alguno porque no se la quitan?; ¿y no es una impiedad propia de demente furioso pensar que tú hayas dado a la inspiración divina su santa eficacia y actividad, porque no se la has quitado con tu resistencia? No podernos impedir los efectos de la inspiración, pero tampoco dár­selos: ella trae su fuerza y su virtud de la bondad divina, que es su origen, y no de la voluntad humana, que es su término.
¿No nos indignaríamos contra la princesa de nuestra parábola si se gloriase de haber dado la virtud y propiedad a las aguas cordiales y demás medicamentos, o de haberse curado ella misma, alegando como razón que si ella no hubiese recibido los remedios que el rey le dió y derramó en su boca, cuando, ya medio muerta, apenas le quedaba sentido, no hubieran ellos producido resultado alguno? Es verdad —le diríamos— que podías, procediendo cual una ingrata, obstinarte en no recibir los remedios, y, aun después de recibidos en tu boca, arrojarlos; mas no es verdad, sin embargo, que tú les hayas comunicado su fuerza o virtud, porque ellos la tenían por su propiedad natural; tu parte se ha reducido a consentir en recibirlos y en permitir realizasen su acción. Pero jamás hubieras consentido, si el rey no te hubiera primero reanimado, e instado después a tomarlos; y todavía no los hubieras reci­bido. si él no te ayudara a ello abriendo tu pro­pia boca con sus dedos y derramando en ella el precioso licor. ¿No serías, pues, un monstruo de ingratitud al quererte atribuir un bien que por tantos motivos debes a tu amado esposo?
San Francisco de Sales - “Tratado del amor de Dios”.