
Imprime en sus corazones, mi buena Santa Ana, horror al pecado. Apártales del vicio, presérvales de la corrupción, conserva en su alma la fe, la rectitud y los sentimientos cristianos; y enséñales, como enseñaste a tu Purísima Hija la inmaculada Virgen Maria, a amar a Dios sobre todas las cosas. Santa Ana, tu que fuiste espejo de paciencia, concédeme la virtud de sufrir con paciencia y amor las dificultades que se presenten en la educación de mis hijos.
Para ellos y para mi pido tu bendición, oh bondadosa madre celestial, que siempre te honremos como a Jesús y a Maria, que vivamos conforme a la voluntad de Dios y que después de esta vida hallemos la bienaventuranza en la otra, reuniéndonos contigo en la gloria para toda la eternidad. Amen.
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