martes, 17 de marzo de 2009

LA FIESTA DE LA CANDELARIA

La fiesta litúrgica. También conocida como Fiesta de la Purificación de la Santísima Virgen y Fiesta de la Presentación del Niño Jesús en el Templo, es observada el 2 de Febrero en el rito latino.
De acuerdo a la ley mosaica, una madre que había dado a luz a un niño varón, era considerada impura por siete días. Además debía permanecer 33 días "en purificación de su sangre" pero si daba a luz a una niña el tiempo que excluía a la madre del santuario era doble.
Al cumplirse el tiempo de su purificación, cuarenta u ochenta días según fuera niño o niña, la madre debía traer al templo un cordero de un año para el holocausto y un pichón o una tórtola como sacrificio por el pecado; si no era capaz de ofrecer un cordero, ella podía presentar dos tórtolas o dos pichones; el sacerdote los ofrecía como expiación y entonces ella quedaba limpia. (Levitico 12:2-8)
Cuarenta días después del nacimiento de Cristo María cumplió con este precepto de la ley, ella redimió a su primogénito en el templo (Números 18:15), y escuchó las palabras del anciano Simeón, en la presencia de Ana la profetisa (Lucas 2:22). Sin duda este acontecimiento, la primer presentación solemne de Cristo en la casa de Dios, era en los tiempos más tempranos, celebrado por la Iglesia de Jerusalén. Esto queda testimoniado en la primera mitad del siglo cuarto por el peregrino de Burdeos, Egeria o Sylvia.
El día (el 14 de febrero) fue solemnemente guardado por una procesión a la basílica constantiniana de la Resurrección, una homilía sobre Lucas 2:22, y el Santo Sacrificio; pero esta celebración no tenía ningún nombre propio; fue simplemente llamado día cuarenta después de la Epifanía.
Esta fiesta de los cuarenta días después del nacimiento de Cristo, se extendió desde Jerusalén a toda la Iglesia, y más tarde fue guardada el 2 de febrero. En todo el Imperio del Este fue introducida por el Emperador Justiniano I (542) en acción de gracias por el cese de la gran pestilencia que había despoblado la ciudad de Constantinopla.
En la Iglesia griega fue llamada “el encuentro” del Señor y su Madre con Simeón y Ana. Los armenios lo llaman: "La Venida del Hijo de Dios en el Templo" y todavía la observan el 14 de febrero; los Coptos lo llaman "la presentación del Señor en el Templo".
En cuanto a Occidente, esta fiesta aparece en el Gelasianum (la tradición manuscrita del séptimo siglo) bajo el nuevo título de la Purificación de la Santísima Virgen María, la procesión no es mencionada. El Papa Sergio I (687-701) introdujo una procesión para este día. La bendición de las velas entró en el uso común en el siglo XI.
Bendición de las candelas y procesión. De acuerdo al Misal Ro-mano después de la hora de Tercia el celebrante de pie al lado de la epístola con estola y capa de color púrpura bendice las candelas (las cuales deben ser elaboradas con ceras de abeja) habiendo cantado o recitado las cinco oraciones prescritas, rocía e inciensa las candelas. Luego las distribuye al clero y a los laicos mientras el coro canta el cántico de Simeón: “Nunc Dimitis”.
La antífona "Lumen revelationem gentium et gloriam plebis tuæ Israel" es repetida después de cada verso del “Nunc dimitis”, según la costumbre medieval de cantar las antífonas. Durante la procesión que ahora sigue, y en que todos los partícipes llevan velas encendidas en sus manos, el coro canta la antífona "Adorna thalamum tuum, Sion", compuesta por San Juan Damasceno, una de los pocas piezas de las cuales el texto y la música, han sido tomados prestados por la Iglesia romana de los griegos. Las otras antífonas son de origen romano. La procesión solemne representa la entrada de Cristo, que es la Luz del Mundo, en el Templo de Jerusalén.
Esto formaba una parte esencial de los servicios litúrgicos del día, y debía ser celebrado en cada parroquia donde los ministros lo requerían. Antes de la reforma de la liturgia latina por San Pío V (1568), en las iglesias del Norte y del Oeste de los Alpes esta ceremonia era más solemne. Después de la quinta oración un prefacio era cantado. El "Adorna" era precedido por la antífona "Ave Maria". El clero abandonaba la iglesia y visitaba el cementerio que lo rodeaba. Una vez que regresaban de la procesión, un sacerdote llevaba la imagen del Niño Dios, la presentaba en la puerta y entraba a la iglesia con el clero, quienes cantaban el cántico de Zacarias, "Benedictus Dominus Deus Israel". Para finalizar entraba en el santuario, el coro cantaba la prosa, "Inviolata" o alguna otra antífona en honor a la Santísima Virgen.

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