Hace más de tres lustros que gracias a mucha lectura y algunas buenas compañías (e incluso alguna novia entonces) –pero sobre todo merced a la gracia de Dios, la cual no merezco en absoluto– decidí engrosar ese Pusillus Grez [Pequeño Rebaño] de la Tradición. Soy católico. Y español. Hay maneras y maneras de ser católico. Para un ibérico (ya portugués, ya español) ser católico significa adherirse a Roma. Mi intención es estar en las filas de la Tradición para ser más romano. No para serlo menos, sino más. (…)
Normalmente voy a Misa a una Capilla de la Fraternidad San Pío X. (…) También fui mientras viví en Chicago a la Misa “indultada” (¿pero no quedamos en que sólo los criminales son indultados? ¿Acaso la Misa de siempre, la Tridentina, es un crimen?). Dejé de ir a la Misa indultada porque los sermones eran una retahíla modernista y la falta de respeto a la Misa (7 de la mañana un domingo, no dejaban paz para hacer la acción de gracias tras la Comunión, etc.) me llegaron a herir. (…)
Ir a Misa me cuesta dos horas y media cada domingo. Preferiría tener una Misa Tridentina más cerca. Después de mucha reflexión y no poco estudio llegué a la conclusión de que yo no pintaba nada en el Novus Ordo: tengo el convencimiento íntimo y en conciencia de que desagrado a Dios si asisto a este culto.
Sin embargo nunca me he sentido “fuera de la Iglesia”. Precisamente por ser tradicionalista me siento más adherido a la Iglesia que en mis tiempos de semiagnosticismo. O mucho más que cuando frecuentaba una Parroquia modernista, tan del Obispo ellos y tan de guitarra ellos. Y eso que encontré muchas virtudes cristianas en esa Parroquia, las cosas como son. Pero Fe, lo que se dice Fe, la justita. (…)
No conocí a Monseñor Lefebvre. Cuanta más gente que le trató conozco, más me convence que fue un Santo. A cualquier corazón de buena fe esto se le antojará obvio.
Quien quiera encontrar peros porque tiene un apriorismo que “demostrar”, lo torcerá todo. Allá cada cual y su conciencia. Dios, y la Iglesia –que es eterna, que durará hasta el último día del mundo-, son al final las únicas opiniones que cuentan. Aquí va una sugerencia para Roma que, me consta, ya se le ha ocurrido a algún ilustre Cardenal de la Curia: Roma no tiene que pedir perdón (personalmente diría que sería imprudente hacerlo en este momento) a la Tradición, pero puede simple-mente beatificar a Monseñor Lefebvre. A buen entendedor … Eso, com-binado con una estructura canónica que blinde a la Tradición de las iras de tanto Obispo modernista, y Roma misma notaría el cambio.
Tampoco voy a entrar en el tema de la iniquidad de las excomuniones a Lefebvre, Castro Mayer (¡quién le hubiera conocido, Monseñor!), o los cuatro Obispos de la Fraternidad. Ni en Roma mismo creen en ellas. Y si no, que vean la Tesis Doctoral del Padre Murray, un “Cum Laude” de la Universidad papal por excelencia, donde ponía en tela de juicio la validez de esas excomuniones. (…)
Y a esos mismos que se llenan la boca de papismo barato, habrá que recordarles las palabras del Santo Padre Benedicto XVI, quien al recibir a Monseñor Fellay dijo de Monseñor Lefebvre: “Nuestro Venerable Hermano…”. El Papa, incluso, no se cortó un pelo en alabar el trabajo y la obra de Monseñor Lefebvre.
A pesar de los claroscuros de la Fraternidad San Pío X, los 35 años de su existencia arrojan un saldo positivo. Se ha logrado aglutinar un núcleo duro en defensa de la Tradición sin caer en el sedevacantismo loco y militante y sin ser engullidos por el modernismo, cosa que algunos desde Roma bien han deseado. Gracias a la Fraternidad San Pío X (FSPX) existe la Fraternidad de San Pedro. (…) Gracias a la FSPX no pocas Órdenes tienen la continuidad posible que sólo gracias a un Episcopado tradicional es posible. Gracias a la FSPX
Y a todos esos a los que se les llena la boca con el Motu Proprio recordadles que esto no hubiera sido posible sin las décadas de sufrimiento (y, ¡Dios mío!, qué sufrimiento a veces) de tantos y tantos Sacerdotes y fieles de la Fraternidad. Sin ese capital de cruz, de martirio seco, el Motu Proprio no estaría en una agenda más que probable y ciertamente próxima. (…)
A la Fraternidad San Pío X, gracias por haber mantenido la llama de la Tradición cuando estaba casi completamente apagada. No sólo por eso, sino por haber hecho posible que la Tradición, aquí y allá, en pequeños números, empiece a florecer. Y por haber hecho posible que un alma como la mía, que estaba muy descarriada, no se perdiera. Por todo ello, mi agradecimiento eterno.
Rafael Castela Santos
Normalmente voy a Misa a una Capilla de la Fraternidad San Pío X. (…) También fui mientras viví en Chicago a la Misa “indultada” (¿pero no quedamos en que sólo los criminales son indultados? ¿Acaso la Misa de siempre, la Tridentina, es un crimen?). Dejé de ir a la Misa indultada porque los sermones eran una retahíla modernista y la falta de respeto a la Misa (7 de la mañana un domingo, no dejaban paz para hacer la acción de gracias tras la Comunión, etc.) me llegaron a herir. (…)
Ir a Misa me cuesta dos horas y media cada domingo. Preferiría tener una Misa Tridentina más cerca. Después de mucha reflexión y no poco estudio llegué a la conclusión de que yo no pintaba nada en el Novus Ordo: tengo el convencimiento íntimo y en conciencia de que desagrado a Dios si asisto a este culto.
Sin embargo nunca me he sentido “fuera de la Iglesia”. Precisamente por ser tradicionalista me siento más adherido a la Iglesia que en mis tiempos de semiagnosticismo. O mucho más que cuando frecuentaba una Parroquia modernista, tan del Obispo ellos y tan de guitarra ellos. Y eso que encontré muchas virtudes cristianas en esa Parroquia, las cosas como son. Pero Fe, lo que se dice Fe, la justita. (…)
No conocí a Monseñor Lefebvre. Cuanta más gente que le trató conozco, más me convence que fue un Santo. A cualquier corazón de buena fe esto se le antojará obvio.
Quien quiera encontrar peros porque tiene un apriorismo que “demostrar”, lo torcerá todo. Allá cada cual y su conciencia. Dios, y la Iglesia –que es eterna, que durará hasta el último día del mundo-, son al final las únicas opiniones que cuentan. Aquí va una sugerencia para Roma que, me consta, ya se le ha ocurrido a algún ilustre Cardenal de la Curia: Roma no tiene que pedir perdón (personalmente diría que sería imprudente hacerlo en este momento) a la Tradición, pero puede simple-mente beatificar a Monseñor Lefebvre. A buen entendedor … Eso, com-binado con una estructura canónica que blinde a la Tradición de las iras de tanto Obispo modernista, y Roma misma notaría el cambio.
Tampoco voy a entrar en el tema de la iniquidad de las excomuniones a Lefebvre, Castro Mayer (¡quién le hubiera conocido, Monseñor!), o los cuatro Obispos de la Fraternidad. Ni en Roma mismo creen en ellas. Y si no, que vean la Tesis Doctoral del Padre Murray, un “Cum Laude” de la Universidad papal por excelencia, donde ponía en tela de juicio la validez de esas excomuniones. (…)
Y a esos mismos que se llenan la boca de papismo barato, habrá que recordarles las palabras del Santo Padre Benedicto XVI, quien al recibir a Monseñor Fellay dijo de Monseñor Lefebvre: “Nuestro Venerable Hermano…”. El Papa, incluso, no se cortó un pelo en alabar el trabajo y la obra de Monseñor Lefebvre.
A pesar de los claroscuros de la Fraternidad San Pío X, los 35 años de su existencia arrojan un saldo positivo. Se ha logrado aglutinar un núcleo duro en defensa de la Tradición sin caer en el sedevacantismo loco y militante y sin ser engullidos por el modernismo, cosa que algunos desde Roma bien han deseado. Gracias a la Fraternidad San Pío X (FSPX) existe la Fraternidad de San Pedro. (…) Gracias a la FSPX no pocas Órdenes tienen la continuidad posible que sólo gracias a un Episcopado tradicional es posible. Gracias a la FSPX
Y a todos esos a los que se les llena la boca con el Motu Proprio recordadles que esto no hubiera sido posible sin las décadas de sufrimiento (y, ¡Dios mío!, qué sufrimiento a veces) de tantos y tantos Sacerdotes y fieles de la Fraternidad. Sin ese capital de cruz, de martirio seco, el Motu Proprio no estaría en una agenda más que probable y ciertamente próxima. (…)
A la Fraternidad San Pío X, gracias por haber mantenido la llama de la Tradición cuando estaba casi completamente apagada. No sólo por eso, sino por haber hecho posible que la Tradición, aquí y allá, en pequeños números, empiece a florecer. Y por haber hecho posible que un alma como la mía, que estaba muy descarriada, no se perdiera. Por todo ello, mi agradecimiento eterno.
Rafael Castela Santos
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