“Iesus Christus”: ¿Cuáles son sus sentimientos frente a la publicación del Motu Proprio? Padre Bouchacourt: Uno no puede dejar de alegrarse al ver que finalmente hoy en día la Misa tridentina recobra derechos de ciudadanía oficial en el seno de la Iglesia. Sin embargo, en sí este documento no era algo necesario. Como dice el Motu Propio con claridad, “esta liturgia jamás ha sido abrogada” (art. 1). Por eso, la Fraternidad San Pío X tuvo razón para continuar celebrando este rito contra viento y marea, empleando el Misal de 1962.
Ahora bien, como de hecho desde 1969 hasta la actualidad las autoridades eclesiásticas actuaron como si el rito de la misa tradicional hubiese sido abrogado, castigando con frecuencia a aquellos sacerdotes que querían celebrarla, nuestra congregación se congratula mucho de que esta libertad sea reconocida de manera oficial.
IC: En su carta a los sacerdotes y fieles, Monseñor Fellay manifestó su satisfacción por la concesión de la libertad de la Misa de San Pío V. ¿Cree que puede afirmarse con eso que la crisis que sacude a la Iglesia desde hace décadas está en tren de resolverse? PB: Decía que esta decisión es un paso muy positivo. Hay que subrayar que no autoriza sólo el uso del misal tradicional sino también el Breviario y el Ritual de 1962, lo cual producirá un bien inmenso a las almas. Sin embargo, el camino a transitar para terminar la crisis que ha causado y sigue causando tantos desórdenes en la Iglesia desde hace cincuenta años es todavía largo. En efecto, como el Papa indica en su carta a los Obispos, nuestro combate tiene raíces más profundas. También están los principios doctrinales. (…). La doctrina alimenta y sostiene la oración y la liturgia. En 1969 la Misa tridentina fue cambiada porque se la consideraba incompatible con la nueva teología conciliar. Será necesario que con la rehabilitación del rito tridentino también se vuelva a la doctrina que informa este rito. Lex orandi, lex credendi.
(…) Será necesario que en el futuro próximo estos textos [sobre la libertad religiosa, la colegialidad y el ecumenismo] sean analizados a la luz de la enseñanza multisecular de la Iglesia. Hay que admitir que estos documentos y las reformas que los acompañaron introdujeron en la Iglesia una verdadera ruptura con lo que la Iglesia enseñaba desde hace dos mil años.
IC: [¿Con este Motu Propio se ha restablecido la Misa en latín ?] PB: En la reunión de Aparecida de mayo pasado, el Cardenal Castrillón Hoyos afirmó ante todos los Obispos de América Latina allí reunidos que el uso del Misal de 1962 era “una riqueza que se añade a aquella no menos preciosa de la liturgia actual”. Él querría que este Motu Propio sea la ocasión de reconciliar la Iglesia conciliar con la Tradición. En su perspectiva, los tiempos que vivimos no serían más que una continuación de la Tradición viva. ¡Y eso es un error!
Desde hace cincuenta años la Iglesia ha querido reconciliarse con el espíritu del mundo, pero eso es una “unión adúltera” que ha producido frutos bastardos. Mons. Lefebvre lo denunció en su momento. La Iglesia no es del mundo. Cristo lo dijo a sus Apóstoles antes de la agonía en el Huerto de los Olivos. (…) Querer reconciliarlos entraña una trampa. El mundo debe convertirse a Cristo y no la Iglesia al mundo. (…)
IC: (..)¿Espera Ud. que en el futuro también se levante la excomunión que pesa sobre los cuatro Obispos consagrados por Mons. Lefebvre y Monseñor de Castro Mayer? PB: Nosotros nunca admitimos la legitimidad de estas “excomuniones”. Al consagrar obispos en 1988, Mons. Lefebvre nunca quiso fundar una iglesia paralela como lo hicieron, por ejemplo, los obispos de la iglesia patriótica china en 1949, bajo circunstancias absolutamente diferentes. Nuestro fundador esperó hasta tener 83 años para realizarlas porque hasta ahí no había ningún Obispo que fuese a ordenar a sus seminaristas, administrar los sacramentos tradicionales y enseñar la doctrina perenne de la Iglesia. Como él mismo lo dijo, fue un “operación supervivencia de la Tradición”. Y la historia le dio la razón. Por eso es cuestión de honor filial: queremos que nuestro fundador y los cuatro obispos consagrados para salvar el sacerdocio católico, la Misa y la Tradición sean limpiados de esta infame condenación que, es verdad, aunque es nula, sin embargo es esgrimida como arma por muchos Obispos para disuadir a los fieles de frecuentar nuestras capillas y prioratos. Sin esa medida nos será más difícil confiar en las buenas intenciones que Roma dice tener para con nosotros. Esperemos, pues, que esta medida siga la promulgación del Motu Propio. Entonces, como dice nuestro Superior General, puede haber espacio para “discusiones teológicas”.
Ahora bien, como de hecho desde 1969 hasta la actualidad las autoridades eclesiásticas actuaron como si el rito de la misa tradicional hubiese sido abrogado, castigando con frecuencia a aquellos sacerdotes que querían celebrarla, nuestra congregación se congratula mucho de que esta libertad sea reconocida de manera oficial.
IC: En su carta a los sacerdotes y fieles, Monseñor Fellay manifestó su satisfacción por la concesión de la libertad de la Misa de San Pío V. ¿Cree que puede afirmarse con eso que la crisis que sacude a la Iglesia desde hace décadas está en tren de resolverse? PB: Decía que esta decisión es un paso muy positivo. Hay que subrayar que no autoriza sólo el uso del misal tradicional sino también el Breviario y el Ritual de 1962, lo cual producirá un bien inmenso a las almas. Sin embargo, el camino a transitar para terminar la crisis que ha causado y sigue causando tantos desórdenes en la Iglesia desde hace cincuenta años es todavía largo. En efecto, como el Papa indica en su carta a los Obispos, nuestro combate tiene raíces más profundas. También están los principios doctrinales. (…). La doctrina alimenta y sostiene la oración y la liturgia. En 1969 la Misa tridentina fue cambiada porque se la consideraba incompatible con la nueva teología conciliar. Será necesario que con la rehabilitación del rito tridentino también se vuelva a la doctrina que informa este rito. Lex orandi, lex credendi.
(…) Será necesario que en el futuro próximo estos textos [sobre la libertad religiosa, la colegialidad y el ecumenismo] sean analizados a la luz de la enseñanza multisecular de la Iglesia. Hay que admitir que estos documentos y las reformas que los acompañaron introdujeron en la Iglesia una verdadera ruptura con lo que la Iglesia enseñaba desde hace dos mil años.
IC: [¿Con este Motu Propio se ha restablecido la Misa en latín ?] PB: En la reunión de Aparecida de mayo pasado, el Cardenal Castrillón Hoyos afirmó ante todos los Obispos de América Latina allí reunidos que el uso del Misal de 1962 era “una riqueza que se añade a aquella no menos preciosa de la liturgia actual”. Él querría que este Motu Propio sea la ocasión de reconciliar la Iglesia conciliar con la Tradición. En su perspectiva, los tiempos que vivimos no serían más que una continuación de la Tradición viva. ¡Y eso es un error!
Desde hace cincuenta años la Iglesia ha querido reconciliarse con el espíritu del mundo, pero eso es una “unión adúltera” que ha producido frutos bastardos. Mons. Lefebvre lo denunció en su momento. La Iglesia no es del mundo. Cristo lo dijo a sus Apóstoles antes de la agonía en el Huerto de los Olivos. (…) Querer reconciliarlos entraña una trampa. El mundo debe convertirse a Cristo y no la Iglesia al mundo. (…)
IC: (..)¿Espera Ud. que en el futuro también se levante la excomunión que pesa sobre los cuatro Obispos consagrados por Mons. Lefebvre y Monseñor de Castro Mayer? PB: Nosotros nunca admitimos la legitimidad de estas “excomuniones”. Al consagrar obispos en 1988, Mons. Lefebvre nunca quiso fundar una iglesia paralela como lo hicieron, por ejemplo, los obispos de la iglesia patriótica china en 1949, bajo circunstancias absolutamente diferentes. Nuestro fundador esperó hasta tener 83 años para realizarlas porque hasta ahí no había ningún Obispo que fuese a ordenar a sus seminaristas, administrar los sacramentos tradicionales y enseñar la doctrina perenne de la Iglesia. Como él mismo lo dijo, fue un “operación supervivencia de la Tradición”. Y la historia le dio la razón. Por eso es cuestión de honor filial: queremos que nuestro fundador y los cuatro obispos consagrados para salvar el sacerdocio católico, la Misa y la Tradición sean limpiados de esta infame condenación que, es verdad, aunque es nula, sin embargo es esgrimida como arma por muchos Obispos para disuadir a los fieles de frecuentar nuestras capillas y prioratos. Sin esa medida nos será más difícil confiar en las buenas intenciones que Roma dice tener para con nosotros. Esperemos, pues, que esta medida siga la promulgación del Motu Propio. Entonces, como dice nuestro Superior General, puede haber espacio para “discusiones teológicas”.
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