Las declaraciones del Cardenal Castrillón Hoyos. Extractamos los siguientes pasajes de las declaraciones que realizó el Card. Castrillón en una entrevista que se publicó en el nº 9/ 2005 del conocido mensual 30 Giorni (la entrevista la había provocado la curiosidad que despertó, en muchos ambientes, la audiencia que el Papa le había concedido a Su Exc. Mons. Fellay en Castelgandolfo, el 29 de agosto del 2005, a petición de este último):
1) « (...) Por desgracia, Mons. Lefebvre siguió adelante [en el verano de 1988] con el asunto de la consagración [de cuatro obispos], por lo que se verificó dicha situación de alejamiento, aunque no se trató de un cisma formal».
(2) «La Fraternidad de San Pío X es una realidad sacerdotal integrada por sacerdotes consagrados válidamente, aunque de manera ilegítima».
(3) A la observación que se le hizo al cardenal Castrillón según la cual «después de la audiencia [del 29 de agosto], un importante cardenal intimó a la Fraternidad a reconocer la legitimidad del Pontífice actual», aquél respondió lo siguiente: «por desgracia, ésta es la prueba de que dentro de la Iglesia, incluso en los niveles altos, no siempre se conoce bien la realidad de la Fraternidad. La Fraternidad reconoció siempre en Juan Pablo II, y lo hace ahora en Benedicto XVI, al legítimo sucesor de San Pedro. Esto no constituye ningún problema. Que luego haya realidades tradicionalistas, los denominados “sede-vacantistas”, que no reconozcan a los últimos Papas, eso es harina de otro costal, y no atañe a la Fraternidad San Pío X».
Unos meses después, en una entrevista emitida por la red televisiva Canal 5, el domingo 13 de noviembre del 2005, a las 9 de la mañana, el purpurado ratificó que, en el caso de la Fraternidad de San Pío X
1) «No estamos ante una herejía».
2) «No se puede decir en términos correctos, exactos, precisos, que se dé un cisma».
Breve comentario. (…) Es falso que se deba considerar “herética” a la Fraternidad San Pío X.
Ni a Mons. Lefebvre ni a los cuatro obispos que consagró los han acusado nunca de herejía las autoridades competentes, ni en sentido material ni en sentido propio o formal. No obstante ello, se han usado varias veces calificaciones absolutamente impropias para referirse a Mons. Lefebvre, como las siguientes: Mons. Lefebvre era “un hereje”, porque se comportaba “como rebelde” y era, por ende, “hostil” al Papa. El “obispo rebelde”, como lo definían y siguen definiéndolo ciertos periódicos, se vuelve “un hereje” en opinión de los más, debido entre otras cosas, a la ignorancia de las más elementales nociones del derecho canónico y de la teología de la Iglesia. Pero ¿quién es el hereje? Leamos por entero el c. 751 del Código de Derecho Canónico de 1983, que contiene asimismo la definición del apóstata y del cismático: «Se llama herejía la negación pertinaz, después de recibido el bautismo, de una verdad que ha de creerse con fe divina y católica, o la duda pertinaz sobre la misma; apostasía es el rechazo total de la fe cristiana; cisma, el rechazo de la sujeción al Sumo Pontífice o de la comunión con los miembros de la Iglesia a él sometidos».
Ni Mons. Lefebvre ni los obispos y sacerdotes de la Fraternidad han pertenecido nunca a ninguna de las categorías catalogadas en este canon. No aceptar el accidentado concilio ecuménico Vaticano II, al que se le imputan desde varias partes, no sólo desde la Fraternidad, errores doctrinales así como ambigüedades graves, no significa en absoluto ser un hereje, visto que dicho concilio, como sabe todo el mundo, no proclamó verdades de fe “divina y católica”, o sea, no definió dogmas, sino que se declaró “pastoral”, y ello en un sentido nuevo y nada claro, puesto que el objeto declarado de esta “pastoral” era la puesta al día de la verdad católica en función de la mentalidad del “hombre moderno”.
1) « (...) Por desgracia, Mons. Lefebvre siguió adelante [en el verano de 1988] con el asunto de la consagración [de cuatro obispos], por lo que se verificó dicha situación de alejamiento, aunque no se trató de un cisma formal».
(2) «La Fraternidad de San Pío X es una realidad sacerdotal integrada por sacerdotes consagrados válidamente, aunque de manera ilegítima».
(3) A la observación que se le hizo al cardenal Castrillón según la cual «después de la audiencia [del 29 de agosto], un importante cardenal intimó a la Fraternidad a reconocer la legitimidad del Pontífice actual», aquél respondió lo siguiente: «por desgracia, ésta es la prueba de que dentro de la Iglesia, incluso en los niveles altos, no siempre se conoce bien la realidad de la Fraternidad. La Fraternidad reconoció siempre en Juan Pablo II, y lo hace ahora en Benedicto XVI, al legítimo sucesor de San Pedro. Esto no constituye ningún problema. Que luego haya realidades tradicionalistas, los denominados “sede-vacantistas”, que no reconozcan a los últimos Papas, eso es harina de otro costal, y no atañe a la Fraternidad San Pío X».
Unos meses después, en una entrevista emitida por la red televisiva Canal 5, el domingo 13 de noviembre del 2005, a las 9 de la mañana, el purpurado ratificó que, en el caso de la Fraternidad de San Pío X
1) «No estamos ante una herejía».
2) «No se puede decir en términos correctos, exactos, precisos, que se dé un cisma».
Breve comentario. (…) Es falso que se deba considerar “herética” a la Fraternidad San Pío X.
Ni a Mons. Lefebvre ni a los cuatro obispos que consagró los han acusado nunca de herejía las autoridades competentes, ni en sentido material ni en sentido propio o formal. No obstante ello, se han usado varias veces calificaciones absolutamente impropias para referirse a Mons. Lefebvre, como las siguientes: Mons. Lefebvre era “un hereje”, porque se comportaba “como rebelde” y era, por ende, “hostil” al Papa. El “obispo rebelde”, como lo definían y siguen definiéndolo ciertos periódicos, se vuelve “un hereje” en opinión de los más, debido entre otras cosas, a la ignorancia de las más elementales nociones del derecho canónico y de la teología de la Iglesia. Pero ¿quién es el hereje? Leamos por entero el c. 751 del Código de Derecho Canónico de 1983, que contiene asimismo la definición del apóstata y del cismático: «Se llama herejía la negación pertinaz, después de recibido el bautismo, de una verdad que ha de creerse con fe divina y católica, o la duda pertinaz sobre la misma; apostasía es el rechazo total de la fe cristiana; cisma, el rechazo de la sujeción al Sumo Pontífice o de la comunión con los miembros de la Iglesia a él sometidos».
Ni Mons. Lefebvre ni los obispos y sacerdotes de la Fraternidad han pertenecido nunca a ninguna de las categorías catalogadas en este canon. No aceptar el accidentado concilio ecuménico Vaticano II, al que se le imputan desde varias partes, no sólo desde la Fraternidad, errores doctrinales así como ambigüedades graves, no significa en absoluto ser un hereje, visto que dicho concilio, como sabe todo el mundo, no proclamó verdades de fe “divina y católica”, o sea, no definió dogmas, sino que se declaró “pastoral”, y ello en un sentido nuevo y nada claro, puesto que el objeto declarado de esta “pastoral” era la puesta al día de la verdad católica en función de la mentalidad del “hombre moderno”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario