LA ESTOLA. El término. Con el nombre de estola se designaban en la Sagrada Escritura y en general en la antigüedad todas las vestimentas, y más en particular los vestidos preciosos, de fiesta. A partir del siglo IX el término se empezó a utilizar para designar al ornamento que hoy conocemos bajo ese nombre.
Las oraciones. El obispo reviste al diácono con este ornamento diciendo: “Recibe esta blanca estola de la mano de Dios; cumple tu ministerio; pues Dios es suficientemente poderoso para acrecentar su gracia en ti”. Al cruzar las dos partes de la estola sobre el pecho del diácono agrega: “Recibe el yugo del señor, pues su yugo es suave y su carga es ligera”. Revistiendo la estola antes de la Misa, el sacerdote reza: “Concédeme, Señor, la estola de la inmortalidad que he perdido en la prevaricación de nuestro primer padre; y aunque sea indigno de acercarme a tus santos misterios, merezca, sin embargo, las alegrías eternas”.
El simbolismo. La comparación de los textos litúrgicos, muestra que la estola tiene, en la intención de al Iglesia, una significación doble: su posición en torno del cuello hace de ella la imagen del servicio de Dios en el santuario; en la medida en que entre los antiguos era una vestimenta de honor y que aún hoy es un ornamento, es el símbolo de la inocencia necesaria para el cumplimiento de las funciones sagradas, y del vestido de gloria con el que será revestido el siervo bueno y fiel por el Señor en recompensa de sus méritos.
La estola representa el vestido de la santidad con la cual el sacerdote debe servir a Dios y brillar delante de los hombres, y la vestidura de gloria con la que su fidelidad será recompensada en el cielo. Ambos, el vestido de la gracia y de la gloria, componen la estola de inmortalidad que Adán perdió para sí y para sus descendientes y que el Jesucristo conquistó son con su sangre. Si “aquellos que fueron instruidos brillarán como el esplendor del firmamento, los que instruyeron a muchos hombres por la justicia, resplandecerán como las estrellas por toda la eternidad” (Dan. 12, 3).
LA CASULLA. Historia. El principal ornamento del sacerdote para la celebración de la Misa es la casulla. Originalmente tenía una forma muy distinta de la actual. Era una prenda que envolvía completamente al sacerdote, cayendo alrededor de todo su cuerpo; solamente tenía una abertura en el medio por la cual se introducía la cabeza. En el siglo XI se la acortó por sus costados que se empezaron a abrir, tomando la forma de las casullas llamadas góticas. Desde el siglo XVI se acortaron aún más tomando la forma de las casullas actuales.
Las oraciones. El rito de la ordenación y el Misal nos hacen conocer el simbolismo de la casulla. Revistiendo al sacerdote con la casulla todavía plegada en su parte posterior el obispo dice: “Recibe la vestidura sacerdotal que representa la caridad; pues Dios es suficientemente poderoso para aumentar en ti la caridad y la perfección de tus obras”. Más tarde, desplegando completamente la casulla agrega: “Que el Señor te reviste de la estola de inocencia”. Al revestirse con la casulla en sacerdote reza: “Señor, que has dicho: Mi yugo es suave y mi carga ligera, haz que pueda llevar éste de manera tal que obtenga vuestra gracia”.
El simbolismo. La casulla debe ser realizada con telas preciosas y adornada con cuidado, para así ser comparada con la caridad. Esta virtud es la más grande y preciosa de todas; fecunda, ennoblece y transfigura nuestra vida.
Las dos caras de la casulla figuran el amor a Dios y el amor al prójimo, que son una única virtud. El sacerdote es el representante sobre la tierra del amor de Jesucristo, vicarius amoris Christi. Lo que distingue al buen pastor es un amor generoso, magnánimo. Servir a Dios e inmolarse por Él, hacer bien al prójimo y consagrarse a él: esa es la vocación del sacerdote.
En cuanto al amor del prójimo, figurado por la parte posterior de la casulla, el sacerdote lo ejerce sobre todo en la administración del sacramento de la penitencia. Pero para purificar al pecador de sus faltas y reconciliarlo con Dios, el sacerdote debe ser él mismo de una virtud sólida y agradable a Dios por su santidad. Por esta razón el obispo, luego de haber conferido al ordenando el poder de perdonar los pecados, le dice, desplegando la casulla hasta entonces doblada: “Que el Señor te revista de la estola de inocencia”.
Según las distintas épocas del año la casulla lleva colores diferentes: la caridad despierta los afectos y los actos más variados. Es ingeniosa y se esfuerza de hacerse todo para todos para salvar los hombres y ganarlos para Jesucristo (1 Cor. 9, 22). Se alegra con los que están en la alegría y llora con los que lloran (Rom. 12, 15).
Las oraciones. El obispo reviste al diácono con este ornamento diciendo: “Recibe esta blanca estola de la mano de Dios; cumple tu ministerio; pues Dios es suficientemente poderoso para acrecentar su gracia en ti”. Al cruzar las dos partes de la estola sobre el pecho del diácono agrega: “Recibe el yugo del señor, pues su yugo es suave y su carga es ligera”. Revistiendo la estola antes de la Misa, el sacerdote reza: “Concédeme, Señor, la estola de la inmortalidad que he perdido en la prevaricación de nuestro primer padre; y aunque sea indigno de acercarme a tus santos misterios, merezca, sin embargo, las alegrías eternas”.
El simbolismo. La comparación de los textos litúrgicos, muestra que la estola tiene, en la intención de al Iglesia, una significación doble: su posición en torno del cuello hace de ella la imagen del servicio de Dios en el santuario; en la medida en que entre los antiguos era una vestimenta de honor y que aún hoy es un ornamento, es el símbolo de la inocencia necesaria para el cumplimiento de las funciones sagradas, y del vestido de gloria con el que será revestido el siervo bueno y fiel por el Señor en recompensa de sus méritos.
La estola representa el vestido de la santidad con la cual el sacerdote debe servir a Dios y brillar delante de los hombres, y la vestidura de gloria con la que su fidelidad será recompensada en el cielo. Ambos, el vestido de la gracia y de la gloria, componen la estola de inmortalidad que Adán perdió para sí y para sus descendientes y que el Jesucristo conquistó son con su sangre. Si “aquellos que fueron instruidos brillarán como el esplendor del firmamento, los que instruyeron a muchos hombres por la justicia, resplandecerán como las estrellas por toda la eternidad” (Dan. 12, 3).
LA CASULLA. Historia. El principal ornamento del sacerdote para la celebración de la Misa es la casulla. Originalmente tenía una forma muy distinta de la actual. Era una prenda que envolvía completamente al sacerdote, cayendo alrededor de todo su cuerpo; solamente tenía una abertura en el medio por la cual se introducía la cabeza. En el siglo XI se la acortó por sus costados que se empezaron a abrir, tomando la forma de las casullas llamadas góticas. Desde el siglo XVI se acortaron aún más tomando la forma de las casullas actuales.
Las oraciones. El rito de la ordenación y el Misal nos hacen conocer el simbolismo de la casulla. Revistiendo al sacerdote con la casulla todavía plegada en su parte posterior el obispo dice: “Recibe la vestidura sacerdotal que representa la caridad; pues Dios es suficientemente poderoso para aumentar en ti la caridad y la perfección de tus obras”. Más tarde, desplegando completamente la casulla agrega: “Que el Señor te reviste de la estola de inocencia”. Al revestirse con la casulla en sacerdote reza: “Señor, que has dicho: Mi yugo es suave y mi carga ligera, haz que pueda llevar éste de manera tal que obtenga vuestra gracia”.
El simbolismo. La casulla debe ser realizada con telas preciosas y adornada con cuidado, para así ser comparada con la caridad. Esta virtud es la más grande y preciosa de todas; fecunda, ennoblece y transfigura nuestra vida.
Las dos caras de la casulla figuran el amor a Dios y el amor al prójimo, que son una única virtud. El sacerdote es el representante sobre la tierra del amor de Jesucristo, vicarius amoris Christi. Lo que distingue al buen pastor es un amor generoso, magnánimo. Servir a Dios e inmolarse por Él, hacer bien al prójimo y consagrarse a él: esa es la vocación del sacerdote.
En cuanto al amor del prójimo, figurado por la parte posterior de la casulla, el sacerdote lo ejerce sobre todo en la administración del sacramento de la penitencia. Pero para purificar al pecador de sus faltas y reconciliarlo con Dios, el sacerdote debe ser él mismo de una virtud sólida y agradable a Dios por su santidad. Por esta razón el obispo, luego de haber conferido al ordenando el poder de perdonar los pecados, le dice, desplegando la casulla hasta entonces doblada: “Que el Señor te revista de la estola de inocencia”.
Según las distintas épocas del año la casulla lleva colores diferentes: la caridad despierta los afectos y los actos más variados. Es ingeniosa y se esfuerza de hacerse todo para todos para salvar los hombres y ganarlos para Jesucristo (1 Cor. 9, 22). Se alegra con los que están en la alegría y llora con los que lloran (Rom. 12, 15).
No hay comentarios:
Publicar un comentario