La amenaza turca. Desde que los otomanos unificaran el Islam desde la península de Turquía, sus conquistas en Europa se sucedieron una tras otra ocupando Macedonia, Bulgaria, Serbia y Bosnia. En 1453 cayó Constantinopla, el último recuerdo del Imperio Romano de Oriente, seguida de Valaquia, Besarabia, Bosnia y Hungría hasta que en 1529 los jenízaros fueron detenidos ante Viena. En el Mediterráneo la situación era análoga, las galeras turcas imponían su ley y las incursiones berberiscas desde Túnez, Argelia y Marruecos no respetaban ninguna costa.
En 1566 llegó al trono de la Sublime Puerta el Sultán Selim, quien alentaba la idea de una guerra santa con argumentos religiosos panislamistas muy semejantes a los argumentos contrarreformistas de Felipe II.
Frente al peligro turco el Papa San Pío V convocó una alianza de las potencias cristianas. La alianza tendría validez por un período inicial de tres años, durante el cual se reuniría una gran flota cuyo mando se otorgó a Don Juan de Austria, hermano bastardo del rey Felipe II.
El día 15 de Septiembre, Don César Dávalos fue destacado hasta la isla de Corfú como vanguardia con un cuerpo de galeras marinadas por Gutiérrez de Argüello. La salida definitiva de la Flota se realizó al día siguiente y la armada fue despedida con el repique de las campanas de Mesina y salvas de los castillos
El comienzo de la expedición. La flota hizo otra escala en la isla de Cefalonia donde encontraron un bergantín veneciano por el que se supo que Famagusta, en Chipre, se había rendido dos meses atrás. Los turcos habían hecho esclavos a los soldados, ejecutando a los oficiales, mientras que a Marco Antonio Bragadino, comandante de la plaza, le cortaron la nariz y las orejas para luego ser desollado vivo y su piel rellena de paja, colgada en la nave insignia turca.
Llegaron noticias de Gil de Andrada, quien había sido enviado con cuatro galeras para localizar al enemigo, de que la flota turca estaba concentrada en los golfos de Corinto y Patrás, que los italianos conocían conjuntamente con el nombre de Lepanto. En la galera de Barcelona La Real se celebró consejo de guerra en el que Andrea Doria y Requesens fueron partidarios de no presentar batalla. Don Juan de Austria los desoyó diciendo: "Señores, ya no es hora de debates sino de combates".
La más alta ocasión que vieron los siglos. Se oyó un cañonazo en el lado turco entendido por Don Juan de Austria como el desafío de La Sultana y ordenó contestar con otro desde La Real como señal que aceptaba el reto. Don Juan pasó a una fragata para comprobar el orden del ala derecha mientras Requesens hacía lo mismo en el lado opuesto. Don Juan se dirigió a los venecianos diciendo: "Hoy es día de vengar afrentas; en las manos tenéis el remedio a vuestros males. Por lo tanto, menead con brío y cólera las espadas". Dirigió a Veniero palabras afectuosas y éste le prometió esforzarse más que nadie en los sucesos que se avecinaban. A los españoles Don Juan les dijo: "Hijos, a morir hemos venido, o a vencer si el cielo lo dispone. No deis ocasión para que el enemigo os pregunte con arrogancia impía ¿Dónde está vuestro Dios? Pelead en su santo nombre, porque muertos o victoriosos, habréis de alcanzar la inmortalidad".
El combate de las dos naves insignias. Cuestiones de honor exigían que los almirantes se enfrentaran directamente nave contra nave y en muchas ocasiones el resultado de este combate dictó la suerte de toda la batalla. Don Juan se adelantó con La Real y reconociendo la capitana de Alí por su estandarte, mandó bogar con más fuerza. El choque fue terrible y La Sultana llegó con su espolón hasta el cuarto banco de la cristiana, pero aún más terrible fue la matanza que hizo la artillería de La Real pues a la segunda descarga no quedaba nadie sobre la crujía de La Sultana.
Mientras tanto, de la capitana de Génova solo pudo saltar un soldado español, Alonso Dávalos, al abordaje de una galera turca ganándola él sólo antes de recibir ayuda. En la enfermería de la San Juan de Sicilia se hallaba el sargento Martín Muñoz y saltando de la cama dijo que no quería morir de calentura, subió al abordaje de una galera donde mató a cuatro turcos. Pasado el palo mayor y herido de nueve flechas, una bala le arrancó una pierna y sentándose a morir dijo: "Señores, que cada uno haga otro tanto".
Por fin, con los soldados que traía Don Álvaro los españoles por fin consiguieron pasar del palo mayor de La Sultana y conquistando el castillo de popa, el capitán Andrés Becerra se hizo con el estandarte turco. Alí Pachá recibió un disparo en la frente y un galeote de los liberados para combatir le cortó la cabeza y se la presentó a Don Juan ensartada en una pica. La noticia de la conquista de La Sultana y la muerte de Alí Pachá pasó de una nave a otra y los turcos comenzaron a dar por perdida la batalla.
La intercesión de Nuestra Señora. Esto sucedió un 7 de octubre de 1571, y en acción de gracias el Papa San Pío V mandó celebrar la fiesta de Nuestra Señora de las Victorias, hoy fiesta de Nuestra Señora del Rosario.
En 1566 llegó al trono de la Sublime Puerta el Sultán Selim, quien alentaba la idea de una guerra santa con argumentos religiosos panislamistas muy semejantes a los argumentos contrarreformistas de Felipe II.
Frente al peligro turco el Papa San Pío V convocó una alianza de las potencias cristianas. La alianza tendría validez por un período inicial de tres años, durante el cual se reuniría una gran flota cuyo mando se otorgó a Don Juan de Austria, hermano bastardo del rey Felipe II.
El día 15 de Septiembre, Don César Dávalos fue destacado hasta la isla de Corfú como vanguardia con un cuerpo de galeras marinadas por Gutiérrez de Argüello. La salida definitiva de la Flota se realizó al día siguiente y la armada fue despedida con el repique de las campanas de Mesina y salvas de los castillos
El comienzo de la expedición. La flota hizo otra escala en la isla de Cefalonia donde encontraron un bergantín veneciano por el que se supo que Famagusta, en Chipre, se había rendido dos meses atrás. Los turcos habían hecho esclavos a los soldados, ejecutando a los oficiales, mientras que a Marco Antonio Bragadino, comandante de la plaza, le cortaron la nariz y las orejas para luego ser desollado vivo y su piel rellena de paja, colgada en la nave insignia turca.
Llegaron noticias de Gil de Andrada, quien había sido enviado con cuatro galeras para localizar al enemigo, de que la flota turca estaba concentrada en los golfos de Corinto y Patrás, que los italianos conocían conjuntamente con el nombre de Lepanto. En la galera de Barcelona La Real se celebró consejo de guerra en el que Andrea Doria y Requesens fueron partidarios de no presentar batalla. Don Juan de Austria los desoyó diciendo: "Señores, ya no es hora de debates sino de combates".
La más alta ocasión que vieron los siglos. Se oyó un cañonazo en el lado turco entendido por Don Juan de Austria como el desafío de La Sultana y ordenó contestar con otro desde La Real como señal que aceptaba el reto. Don Juan pasó a una fragata para comprobar el orden del ala derecha mientras Requesens hacía lo mismo en el lado opuesto. Don Juan se dirigió a los venecianos diciendo: "Hoy es día de vengar afrentas; en las manos tenéis el remedio a vuestros males. Por lo tanto, menead con brío y cólera las espadas". Dirigió a Veniero palabras afectuosas y éste le prometió esforzarse más que nadie en los sucesos que se avecinaban. A los españoles Don Juan les dijo: "Hijos, a morir hemos venido, o a vencer si el cielo lo dispone. No deis ocasión para que el enemigo os pregunte con arrogancia impía ¿Dónde está vuestro Dios? Pelead en su santo nombre, porque muertos o victoriosos, habréis de alcanzar la inmortalidad".
El combate de las dos naves insignias. Cuestiones de honor exigían que los almirantes se enfrentaran directamente nave contra nave y en muchas ocasiones el resultado de este combate dictó la suerte de toda la batalla. Don Juan se adelantó con La Real y reconociendo la capitana de Alí por su estandarte, mandó bogar con más fuerza. El choque fue terrible y La Sultana llegó con su espolón hasta el cuarto banco de la cristiana, pero aún más terrible fue la matanza que hizo la artillería de La Real pues a la segunda descarga no quedaba nadie sobre la crujía de La Sultana.
Mientras tanto, de la capitana de Génova solo pudo saltar un soldado español, Alonso Dávalos, al abordaje de una galera turca ganándola él sólo antes de recibir ayuda. En la enfermería de la San Juan de Sicilia se hallaba el sargento Martín Muñoz y saltando de la cama dijo que no quería morir de calentura, subió al abordaje de una galera donde mató a cuatro turcos. Pasado el palo mayor y herido de nueve flechas, una bala le arrancó una pierna y sentándose a morir dijo: "Señores, que cada uno haga otro tanto".
Por fin, con los soldados que traía Don Álvaro los españoles por fin consiguieron pasar del palo mayor de La Sultana y conquistando el castillo de popa, el capitán Andrés Becerra se hizo con el estandarte turco. Alí Pachá recibió un disparo en la frente y un galeote de los liberados para combatir le cortó la cabeza y se la presentó a Don Juan ensartada en una pica. La noticia de la conquista de La Sultana y la muerte de Alí Pachá pasó de una nave a otra y los turcos comenzaron a dar por perdida la batalla.
La intercesión de Nuestra Señora. Esto sucedió un 7 de octubre de 1571, y en acción de gracias el Papa San Pío V mandó celebrar la fiesta de Nuestra Señora de las Victorias, hoy fiesta de Nuestra Señora del Rosario.
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