martes, 10 de febrero de 2009

VASOS Y LIEZOS SAGRADOS

EL CÁLIZ Y LA PATENA. Entre todos los vasos sagrados destinados al santo sacrificio el cáliz y la patena ocupan el primer lugar: en el cáliz se consagra la sangre infinitamente preciosa de Jesucristo, y sobre la patena es colocado su cuerpo adorable. Ambos deben ser consagrados para poder ser utilizados en la celebración de la misa.
Consagración. Es con razón que el obispo unge con el santo crisma el cáliz y la patena: esta mezcla de bálsamo y aceite de oliva es el símbolo de la gracia del Espíritu Santo, que ilumina, cura, consuela y fortalece. Y Jesús fue “ungido con el aceite de la alegría más que todos los que tienen parte con Él” (Sal. 44, 8). De las llagas de la víctima eucarística se derraman todos los perfumes de la gracia: la expiación, la misericordia, la paz y la alegría en el Espíritu Santo.
El simbolismo. La significación mística de los vasos sagrados se toma principalmente de su consagración y de su empleo.
El cáliz recuerda el cáliz sagrado (calix sacratus) de Melquisedec, que Dios inundó de gracias. También es la imagen del corazón divino de Jesús: ese corazón es, en efecto, el lugar de donde brotaba la sangre de nuestra redención.
Cuando la hostia es depositada sobre la patena, ésta recuerda al árbol de la cruz sobre el cual Nuestro Señor quiso ser inmolado. Por su forma la patena es también el símbolo del corazón que se abre y se dilata bajo la influencia del amor divino, con el cual el sacerdote y los fieles deben acercarse al Cordero eucarístico y recibirlo.
El cáliz y la patena reunidos representan, en fin, el sepulcro en el cual reposó el cuerpo de Nuestro Señor, pues la Iglesia pide a Dios que esos vasos sagrados, por la gracia del Espíritu Santo, se conviertan en un nuevo sepulcro para el cuerpo y la sangre del Señor.
El oro. Motivos simbólicos recomiendan el uso del oro para los vasos sagrados. El oro, el más noble y precioso de todos los meta-les, es el emblema de lo que hay de más elevado en un orden superior, es decir de lo celeste y divino (Cant. 5, 11; Apoc. 30, 18). Sobre el altar el oro representa el carácter sobrenatural, la grandeza divina y la excelencia del sacrificio. El oro también recuerda la sabiduría celeste y la caridad con al que Cristo se inmola en el altar.

EL CORPORAL. El accesorio del cáliz más importante después de la patena es el corporal, sobre el cual son colocados el cuerpo y la sangre del Señor, luego la palia que sirve para cubrir el cáliz.
Simbolismo. El corporal de lino, sobre el cual reposa el cuerpo de Jesucristo, nos representa los paños del Niño Jesús en el pesebre y la síndone que recibió el cuerpo de Nuestro Señor. En la bendición del corporal y de la palia la Iglesia hace alusión a esto último y pide a Dios, por la gracia del Espíritu Santo, que puedan convertirse en un nuevo sudario para el cuerpo y la sangre de Nuestro Señor.
Estos lienzos, hechos de una tela blanca y muy fina, son además el símbolo del cuerpo purísimo de Jesucristo en su encarnación, su pasión y su gloria. La tela se fabrica con productos de la tierra y exige grandes trabajos para su confección y blanqueo. Así también el Hijo de Dios tomó su cuerpo del seno virginal e inmaculado de María, como de una tierra virgen y sin mancha, y llegó a la gloria de su resurrección después de muchos trabajos y su muerte. La vista de estos lienzos es, pues, bien apropiada para despertar en nosotros el recuerdo del cuerpo de Jesús, en algún tiempo pasible y mortal, ahora transfigurado e inmortal.
Otro simbolismo general. El simbolismo de los cuatro elementos señalados anteriormente puede ser expuesto de un modo un poco diferente: el cáliz es el sepulcro, la patena la piedra que lo sellaba, el corporal el lienzo que envolvía el cuerpo de Nuestro Señor, y la palia el sudario que cubría su rostro.

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