jueves, 5 de febrero de 2009

LA PALABRA “MISA”

La palabra Misa. Innumerables riquezas y misterios impenetrables están contenidos en el santo sacrificio de la Misa. Es muy grande para que la lengua humana pueda designarlo con términos convenientes y darle un nombre que corresponda a realidad tan sublime. Por ello, desde el principio, se le ha dado al santo sacrificio de la Misa numerosos y distintos nombres, cada uno de los cuales destaca una de las facetas de este adorable misterio. Pero entre todos esos nombres, el de misa, el más usado desde el comienzo del Medioevo, tiene derecho a una explicación particular.
La “despedida”. El término Misa (de Missa, de missio, o dimissio) designa en primer lugar la despedida solemne de los asistentes al final del sacrificio eucarístico. Este significado se mantiene hoy en las palabras Ite, Missa est: Id (Partid), es la despedida. Cuando todavía estaba en uso la antigua disciplina del catecumenado y de la penitencia pública, había dos despedidas. La primera, para penitentes y catecúmenos, era después de la predicación, antes del ofertorio. La segunda era, como actualmente, al final de la ceremonia. El rito de la despedida, con la bendición y la oración, fue llamado Missa; este término pasó luego a designar al sacrificio, que comenzaba y terminaba por esa despedida.
Por otra parte, estas “despedidas” eran realizadas con cierta solemnidad, lo que impresionaba vivamente a los asistentes y les daba una alta idea del sacrificio del altar: la primera hablaba de la pureza necesaria para asistir al augusto sacrificio, la segunda mostraba que no se debía abandonar la casa de Dios sin el permiso debido.
Desde muy temprano. ¿Cuándo la denominación de Missa, dimissio populi pasó a ser la de todo el sacrificio? En una época muy temprana. Ya en los escritos de San Ambrosio (+397) se encuentra el término Missa, dimissio populi, para designar a todo el sacrificio, y por su forma de hablar se puede concluir que esta denominación no era reciente.
La disciplina del arcano. El empleo de un término tan indeterminado y tan poco significativo para designar el sacrificio augusto de nuestros altares puede parecer extraño; pero motivos importantes llevaron a este uso. En la época en que se empezó a dar al santo sacrificio el nombre de Missa reinaba en la Iglesia la severa disciplina del secreto, disciplina arcani, por la cual se mantenían ocultos los misterios de la religión y de las acciones litúrgicas para no librarlas a las burlas y profanaciones de los paganos. Esta ley, de origen apostólico duró en Occidente hasta mediados del siglo VI. En estas circunstancias el término Missa debió parecer apropiado para tales fines.
Otra interpretación del término “Misa”. Hay también otra interpretación del término Missa muy cara a los autores medievales. El sacrificio del altar se llamaría Missa, porque en el altar hay una transmisión (Missa, significando missio o transmissio) de la tierra al cielo y del cielo a la tierra. Por la mediación del sacerdote la Iglesia envía hasta el trono de Dios sus dones y oraciones, los pedidos y necesidades de los fieles; y Dios envía a los hombres sus gracias y bendiciones.
O también porque Jesucristo es enviado (missus) al mundo por su Padre como víctima, y es reenviado al cielo por los fieles como una hostia capaz de reconciliarnos con Dios y de procurarnos todos los bienes.

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