sábado, 7 de febrero de 2009

DISPOSICIONES GENERALES CON QUE SE DEBE ASISTIR A LA SANTA MISA

Fue opinión aprobada y confirmada por San Gregorio en su cuarto Diálogo, que cuando un sacerdote celebra la Santa Misa bajan del cielo innumerables legiones de ángeles para asistir al Santo Sacrificio. San Nilo, abad y discípulo de San Juan Crisóstomo, enseña que mientras el Santo Doctor celebraba los divinos misterios veía una multitud de esos espíritus celestiales rodeando el altar y asistiendo a los sagrados ministros en el desempeño de su tremendo ministerio. Siendo esto así, he ahí las disposiciones más esenciales para asistir con fruto a la Santa Misa. Ve a la iglesia como si fueses al Calvario, y permanece en presencia de los altares como si estuvieses delante del trono de Dios y acompañado de los santos Ángeles.
Considera ahora cuáles deben ser tu modestia, tu atención y respeto, si quieres recoger de los misterios divinos los frutos y beneficios que Dios se digna conceder a los que asisten a ellos con un exterior devoto y sentimientos religiosos.
Leemos en el Antiguo Testamento, que cuando los israelitas ofrecían sus sacrificios, en los que sólo se inmolaban toros, corderos y otros animales, admiraba el ver la atención, el silencio y veneración con que asistían a aquellas solemnidades. Aunque el número de asistentes fuese inmenso y los ministros y sacrificadores llegasen a setecientos, parecía, sin embargo, que el templo estaba vacío; tanto era el cuidado con que cada uno procuraba no hacer el más pequeño ruido. Pues bien; si tanta era la veneración con que se celebraban estos sacrificios que, al fin, no eran más que una sombra y simple figura del nuestro, ¿con qué respeto, con qué devoción y religioso silencio no debemos asistir a la celebración de la Santa Misa, en que el Cordero sin mancha, el Verbo Divino se inmola por nosotros? Muy bien lo comprendía San Ambrosio. Cuando celebraba el Santo Sacrificio, según refiere Cesáreo, y concluído el Evangelio, se volvía al pueblo, y después de haber exhortado a los fieles a un recogimiento profundo, les ordenaba que guardasen el más riguroso silencio, y así consiguió que no solamente pusiesen un freno a su lengua, no pronunciando la menor palabra, sino, lo que aún es más admirable, que se abstuviesen de toser y de moverse con ruido. Estas prescripciones se cumplían con exactitud, y por eso todos los que asistían a la Santa Misa sentíanse como embargados de un santo temor y profundamente conmovidos, de manera que conseguían muchos frutos y aumento de gracia.
SAN LEONARDO DE PORTO-MAURIZIO (1676-1751)

ALGUNAS CONSIDERACIONES PRÁCTICAS
- Antes de entrar en la iglesia, revise que su celular esté apagado: normalmente no lo necesita para rezar. Además, su “olvido” no pasará inadvertido.
- Al entrar a la capilla y al salir haga reverencia a Nuestro Señor en el sagrario haciendo genuflexión con la rodilla derecha. La genuflexión con ambas rodillas está reservada para cuando el Santísimo se halla expuesto.
- Recuerde que como hijos de la Iglesia debemos seguir las normas que nuestra Madre en su sabiduría nos da. Por eso, señora y señorita, en espíritu de sumisión a la Iglesia e imitando a la Virgen María, utilice el velo o mantilla en la capilla, lo mismo que faldas en lugar de pantalones. Agradará a Dios, y atraerá bendiciones sobre su familia.
- El varón también tiene a la Iglesia por Madre y debe imitar a Nuestro Señor. Su vestimenta debe corresponder con la dignidad del augusto Sacrificio al que asiste. Por favor, no use tennis.
- Procure no conversar con la persona que está sentada al lado, o atrás o adelante: sus “murmullos” molestan a los otros fieles. Más bien procure hablar en silencio con Dios en la oración.
- Si su niño llora, y sigue llorando, y ¡...persiste en llorar!, sáquelo a tomar aire en el atrio o en el pastico de la capilla. De lo contrario incomodará a los demás y no dejará escuchar el sermón ni las oraciones de la Santa Misa.
- Cuide que su niño no juegue en la capilla: hace ruido y distrae a los demás.
- Vigile que sus pequeñuelos no rayen las bancas.
- Procure facilitar que quienes lleguen después de Usted, puedan ocupar con facilidad los demás los lugares libres en la banca.
- Por favor, no pise ni apoye los pies sobre los cojines de las bancas (en vulgar: “arrodilladeras”): no fueron hechos para eso, y además, el cuero se daña.
- Durante la Consagración hay que permanecer de rodillas y en silencio absoluto. Igualmente, mientras los demás fieles reciben la Sagrada Eucaristía es recomendable permanecer de rodillas.
- Al momento de comulgar, vaya ocupando el lugar que queda libre en el comulgatorio. Así el sacerdote no deberá desplazarse innecesariamente.
- Cuando se recibe a Nuestro Señor en la Eucaristía no se responde “amén”.
- Si tiene dudas a cerca de las normas de la Iglesia relativas a la modestia en el templo consulte a los sacerdotes, que son los únicos que pueden dar indicaciones al respecto.

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