sábado, 19 de julio de 2008

DOS CLASES DE ORGULLO

3l. Hay dos clases de humildad. así como hay dos clases de orgullo: la primera clase de orgullo consiste en despreciar a su hermano, en no tenerlo en cuenta, como si no fuese nada, y en creerse superior a él. Si no procedemos de inmediato a vigilarnos estrictamente, caeremos poco a poco en la segunda especie que consiste en exaltarse ante Dios mismo y atribuirse sus buenas obras a sí mismo y no a Dios. En verdad, hermanos, yo conocí a uno que había caído en ese miserable estado. Al principio, cuando un hermano le decía algo, el lo despreciaba y decía: "¿Quién es ese? No hay en el mundo como Zósimo y sus discípulos". Después se puso a despreciar también a estos diciendo: "No hay como Macario", y poco después "¿Quién es Macarlo? No hay como Basilio y Gregorio". Pero enseguida comenzó a despreciarlos también: "¿Quiénes son Basilio y Gregorio?, decía. "No hay como Pedro y Pablo". Ciertamente hermano, le dije, pronto despreciarás a Pedro y a Pablo. Créanme, poco tiempo después comenzó a decir: "¿Quién es Pedro y quién es Pablo. No hay como la Santísima Trinidad". Finalmente se levantó contra el mismo Dios y esa fue su ruina. Por esta razón, hermanos, debemos luchar contra la primera clase de orgullo, para no caer poco a poco en el orgullo total.

32. Existe también un orgullo mundano y un orgullo monástico. El mundano consiste en creerse más que su hermano porque se es más rico, más hermoso, mejor vestido o más noble que él. Cuando veamos que nos gloriamos en esas cosas, o bien de que nuestro monasterio sea el más grande o el más rico o el más numeroso, sepamos que todavía estamos en el orgullo mundano.
Lo mismo sucede cuando nos vanagloriamos de cualidades naturales: por ejemplo de tener una voz bella o salmodiar bien, o de ser hábil o de trabajar y servir correctamente. Estos motivos son más elevados que los primeros, aunque todavía se trata de orgullo mundano.
El orgullo monástico consiste en gloriarse de sus vigilias, de sus ayunos, de su piedad, de sus observancias, de su celo, así como en humillarse por vanidad. Todo esto es orgullo monástico. Si no podemos evitar el enorgullecemos, conviene que este orgullo recaiga sobre cosas monásticas y no mundanas.
Hemos explicado, entonces, cuál es la primera especie de orgullo y cuál es la segunda; también hemos definido el orgullo mundano y el orgullo monástico. Mostremos ahora cuáles son las dos especies de humildad.

33. La primera consiste en considerar a su hermano como más inteligente que uno mismo y superior en todo; es decir, como decía un santo: "colocarse por debajo de todos", la segunda especie de humildad consiste en atribuir a Dios las buenas obras. Esa es la perfecta humildad de los santos. Ella nace naturalmente en el alma como consecuencia de la práctica de los mandamientos. En efecto, miremos hermanos los árboles cargados de frutos: son los frutos los que doblegan y hacen bajar las ramas. Al contrario, la rama que no tiene frutos se yergue en el espacio y crece derecha. Incluso hay cierto árboles cuyas ramas no dan frutos mientras se mantienen erguidas hacia el cielo, pero si se les cuelga una piedra para guiarlas hacia abajo, entonces dan fruto. Lo mismo sucede con el alma: cuando se humilla da fruto y cuanto más produce, más se humilla. Porque cuanto más se acerca a Dios, más pecadora se ve.

34. Recuerdo que un día hablábamos de la humildad y un hombre distinguido de Gaza, al oírnos decir que cuanto más nos acercamos a Dios, más pecadores nos vemos estaba asombrado y decía: "¿Cómo es posible?" No comprendía y pedía una explicación. "Distinguido Señor, le pregunté, dígame, ¿quién piensa que es usted en la ciudad?" "Un gran personaje, me respondió, el primero de la ciudad. Si va a Cesárea, ¿por quién se tendrá allí? Por inferior a los grandes de ese lugar: ¿y si va a Antioquía? Me tendré por extranjero; ¿y en Constantinopla, junto al Emperador? Por un miserable. Así es, le dije. así sucede a los santos: cuanto más se acercan a Dios, se ven más pecadores . Cuando Abrahán vio al Señor se llamó tierra y ceniza (Gn 18, 27). Isaías decía: Oh, qué miserable e impuro soy (Is 6, 5). De la misma manera cuando Daniel estaba en la fosa de los leones al llegar Habacuc con la comida y decirle: Toma la comida que Dios te envía, ¿qué dijo Daniel? El Señor se ha acordado de mi (Dan 14, 36-37). ¿Se dan cuenta, qué humildad tenía en su corazón? Estaba en la fosa, en medio de los leones que no le hacían ningún daño, y esto no solo una primera vez sino una segunda también (cf. Dan 6 y 14), y a pesar de todo eso se admiraba y decía: El Señor se ha acordado de mí.

San Gregorio Magno

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