domingo, 18 de enero de 2009

FIESTA DE LA DEDICACIÓN DE LA BASÍLICA DE LETRÁN - Noviembre 2008

Queridos fieles, hoy celebramos la Fiesta de la Dedicación de la Basílica de Letrán. Basílica significa: "Casa del Rey".
En la Iglesia Católica se le da el nombre de Basílica a ciertos templos más famosos que los demás. Solamente se puede llamar Basílica a aquellos templos a los cuales el Sumo Pontífice les concede ese honor especial.
La primera Basílica que hubo en la religión Católica fue la de Letrán, cuya consagración celebramos en este día.
Era un palacio que pertenecía a una familia que llevaba ese nombre, Letrán.
El emperador Constantino, que fue el primer gobernante romano que concedió a los cristianos el permiso para construir templos, le regaló al Sumo Pontífice el Palacio Basílica de Letrán, que el Papa San Silvestre convirtió en templo y consagró el 9 de noviembre del año 324. Esta basílica era la Catedral del Papa y la más antigua de todas las basílicas de la Iglesia Católica. En su “frontis” tiene esta leyenda: "Madre y Cabeza de toda las iglesias de la ciudad y del mundo".
Se le llama Basílica del Divino Salvador, porque cuando fue nuevamente consagrada, en el año 787, una imagen del Divino Salvador, al ser golpeada por un judío, derramó sangre. En recuerdo de ese hecho se le puso ese nuevo nombre.
Se llama también Basílica de San Juan (de Letrán) porque tienen dos capillas dedicadas la una a San Juan Bautista y la otra a San Juan Evangelista, y era atendida por los sacerdotes de la parroquia de San Juan.
Durante mil años, desde el año 324 hasta el 1400 (época en que los Papas se fueron a vivir a Avignon, en Francia), la casa contigua a la Basílica y que se llamó "Palacio de Letrán", fue la residencia de los Pontífices, y allí se celebraron cinco Concilios.
Cuando los Papas volvieron de Avignon, se trasladaron a vivir al Vaticano. Ahora en el Palacio de Letrán vive el Vicario de Roma, o sea el Cardenal al cual el Sumo Pontífice encarga de gobernar la Iglesia de esa ciudad.
La Basílica de Letrán ha sido sumamente venerada durante muchos siglos. Y aunque ha sido destruida por varios incendios, ha sido reconstruida de nuevo, y la construcción actual es muy hermosa.

Esta Fiesta de la Dedicación de la Basílica de Letrán, nos hace reflexionar en el gran honor que tenemos, nosotros los hombres, de que el mismo Dios se digne habitar entre nosotros, en nuestras iglesias.
En el Antiguo Testamento se lee que Jacob, cuando iba camino hacia una ciudad llamada Harán, se le hizo de noche, y tomando una de las piedras de ese lugar, se la puso como almohada y pasó allí la noche. Y tuvo un sueño:
Soñó con una escalera misteriosa, cuya cima alcanzaba los cielos y cuyo pié estaba en la tierra; y vio a los ángeles que bajaban y subían para llevar a Dios las tiernas súplicas de los hombres, y para traer a los hombres los beneficios del Señor.
Cuando Jacob despertó, exclamó maravillado: “Verdaderamente el Señor habita en este lugar; ¡cuán venerable es este lugar! Verdaderamente, esta es la casa de Dios y puerta del cielo” (Gén.28,17)
Queridos fieles, ¡qué hermosos sentimientos de respeto y amor de Jacob, hacia la majestad de ese lugar en que el Señor se le había aparecido!
Y esos mismos sentimientos deberíamos tener nosotros cada vez que entramos a nuestros templos, donde reside el mismo Dios.
Sin duda que Dios llena toda la tierra y el cielo con su inmensidad;
sin duda debemos amar y temer su santa presencia en todas partes; Pero, ¿quién no sabe también, que Dios siempre ha escogido lugares que se ha complacido en habitar con preferencia a otros, y en los cuales ha hecho sentir la acción de su divina presencia?

En la sagrada Escritura se lee que a Dios le agradaba aparecérseles a nuestros primeros padres en el paraíso terrenal; ese lugar era un lugar santo, en el cual Dios se deleitaba en conversar con sus hijos.

También Dios se apareció a los santos patriarcas. Moisés, en el monte Horeb, apenas vio una zarza que ardía sin consumirse, penetrado de religioso pavor, iba a acercarse a contemplar mejor la maravilla, cuando oyó una voz celestial que le ordenó: “¡Moisés, Moisés!,…, no te acerques acá, quítate el calzado de tus pies, porque el lugar en que estás es tierra santa! (Ex.3,4-5) Y Moisés obedeció y se acercó, temblando, a ese lugar santo, en el cual Dios le habló.
Más tarde, Dios quiso que se le construyese un tabernáculo, para así poder habitar entre los hijos de Israel. Dios mismo diseñó su tabernáculo, y eligió los objetos materiales que debían servir para su culto; quiso que estos objetos se distinguiesen de los objetos comunes; y exigió que una vez consagrados para su uso, deberían ser venerados por todos.Dios mismo estableció las ceremonias y oraciones con que se debía consagrar, santificar y bendecir todo cuanto debía contribuir al honor de su culto y a la gloria de su nombre.

Mucho después, cuando los israelitas ya estuvieron en posesión de la tierra prometida, y por lo tanto ya habían cesado de habitar en tiendas y se habían construido moradas más sólidas, Dios también quiso tener la suya.
David recibió la misión de juntar a toda costa, los más ricos materiales que habían de servir para el templo de Dios: oro, plata y vasos preciosos.
Y Salomón estuvo encargado de presidir la construcción del templo; y cuando después de siete años de grandes trabajos y esfuerzos lo hubieron acabado y constituido en una de las maravillas del mundo, hizo su dedicación a Dios con numerosos sacrificios; y el Señor mostró que este templo le complacía, haciendo sentir en ella la acción de su presencia con admirables prodigios.

Pero después, Dios, cansado de las largas iniquidades del pueblo judío, abandonó este templo para elegirse otro pueblo y otros templos: El pueblo privilegiado que ha remplazado al pueblo judío es la Santa Iglesia Católica;
Y nuestros templos, en los que habita Dios mismo, han sustituido al templo de Jerusalén, el cual, el Señor apenas habitó en figura, pues allí, Él solo estaba representado por el Arca de la Alianza, la cual contenía las tablas de la Ley, el maná y la vara de Aarón; en cambio, en nuestros templos, Dios mismo está presente en la santísima Eucaristía, con su Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad.

Queridos fieles, todo esto que llevamos dicho basta para conocer cuán dignos de veneración y de profundo respeto son nuestros templos, muchísimo más que todos los lugares santos del pasado; Y también, todo lo que llevamos dicho basta para conocer cuán dignos de castigo son todos aquellos que profanan, o irrespetan nuestros templos santos.

Terribles fueron los castigos de Dios para aquellos que irrespetaron o profanaron su templo santo y sus objetos santos.
Como dijo un autor, una vez que Dios se ha escogido un lugar santo, o se han consagrado objetos santos para su servicio: “¡desgraciado de aquél que se olvide del respeto que se les debe, del que ponga en ellos una mirada indiscreta ó una mano temeraria! El más riguroso castigo seguirá inmediatamente a su ofensa”. De esto tenemos tristísimos ejemplos: los culpables hijos del sumo sacerdote Helí, los impíos Coré, Datan y Abiron, el temerario Oza, el sacrílego Baltazar, el impío Heliodoro, y otros muchos.

El impío Heliodoro profanó el templo de Jerusalén, y Dios, irritado, mandó un ángel montado a caballo, de fulminante aspecto, el cual atacó con fuerza al profanador y lo pateó con los patas delanteras del caballo; y después mandó otros dos ángeles que comenzaron a azotarlo fuertemente, descargando sobre él continuos golpes.
Los impíos Coré, Datan y Abiron se arrogaron funciones sacerdotes, querían ofrecer también el incienso a Dios; y Dios se irritó, y al punto se abrió la tierra y se los tragó vivos en el infierno; también a otros 250 hombres que hicieron lo mismo, les cayó fuego del cielo y los devoró;
Los culpables hijos del sumo sacerdote Helí, profanaron las ceremonias litúrgicas, y Dios los atravesó con la espada por medio de los filisteos.
El temerario Oza, irrespetó las cosas santas: se atrevió a tocar el Arca de la Alianza, y al punto cayó fuego del cielo y lo fulminó; El sacrílego Baltazar profanó los vasos sagrados del templo, y los usó en una cena, en su palacio, y en ellos bebieron sus concubinas; y Dios se irritó, y en esa misma noche asesinaron a Baltazar y le quitaron su reino.
Vean, queridos fieles, el gran celo que Dios tiene por su templo santo, por sus ritos y objetos santos. Y si Dios castigó terriblemente a esos profanadores, sacrílegos e irrespetuosos, ¿Qué no podría hacer ahora, al observar tantas profanaciones y tantas faltas de respeto en sus templos, en los que mora realmente? si ahora Dios no castiga como antes, ¡ay de esas personas sacrílegas e irrespetuosas!, pues Dios se estará reservando el castigo para el infierno o para el terrible purgatorio.
¡Y de qué manera Dios nos pedirá cuentas del respeto debido a su santo templo, a sus ceremonias y objetos santos!

¡Cuántos llegan tarde a Misa! (a la entrevista de trabajo jamás llegan tarde, si no, los echan fuera; Pero en la audiencia con Dios, a Él lo dejan esperando).

¡Cuántos, al llegar, entran a la iglesia sin apagar el celular! y si olvidaron apagar el celular, y llega a sonar dentro, hay quien en vez de apagarlo inmediatamente, ¡recorre toda la iglesia, con el celular sonando, para salir y contestar afuera!

(¡Que triste!, Es para ellos más importante, la llamada por teléfono de una criatura, Que la actual conversación con Dios personalmente presente en la iglesia).
¡Y cuántas mujeres entran a la iglesia sin velo! ¿Qué dijo San Pablo? Las que no quieran usar velo, ¡que se rapen! Pero no, ni rapadas ni con velo;
“¡Señor, no han amado el decoro de tu casa!”, ni tus preceptos.

¡Cuántas entran inmodestamente vestidas a la iglesia! Faldas cortas, pantalones ajustados y … mejor no continúo. En las mezquitas musulmanas, templos del demonio, esto jamás se haría, ni se permite;
¿y por qué sí en los templos del Dios Altísimo?

¡hay algunos, pocos, pero los hay, que al entrar a la iglesia, llegan al banco, y en vez de arrodillarse, se sientan cómodamente! Cuando uno llega al banco, hay que arrodillarse primero aunque sea unos instantes,
Para adorar a Cristo presente, y después sí se puede uno sentar.
¡Cuántos hay que, al sentarse en el banco de la iglesia, se sientan como desparramados en él; y de vez en cuando, hacen unos bostezos que hasta de verlos nos da vergüenza!

¡cuántos hablan dentro de la iglesia! ¡Una niñita de 7 años, fue precipitada en el purgatorio, por hablar durante la Misa!
El padre Pío, gran santo, dicen que al morir fue lanzado al Purgatorio, por sus negligencias en impedir que la gente hablara en la iglesia.

Una vez, la mirada de Nuestro Señor, normalmente llena de dulzura,
se transformó en una mirada llena de ira y de santa indignación; Con unas cuerdas hizo un azote y comenzó a lanzar a los vendedores que estaban colocados en el atrio del templo; Con furia lanzaba latigazos, tumbaba las mesas y derramaba lo colocado en ellas y decía: “¡esta escrito, mi casa será llamada casa de oración, pero vosotros la habéis convertido en cueva de ladrones!

¿qué diría ahora, Nuestro Señor, al ver en sus actuales templos, semejantes cosas como las que hemos mencionado? ¡Y las ve no en el atrio del templo (en las afueras), sino dentro del mismo! Si Nuestro Señor, de vez en cuando, saliera del Sagrario con un látigo, y lanzara a todos los irrespetuosos, inmodestos, charlatanes, negligentes y perezosos,
¿Cuántos podrían quedar dentro de la iglesia, libres de estos tipos de pecados? Esperemos que la iglesia no se quedara casi vacía.

CONCLUSION
Queridos fieles, Nuestro Señor, con mucho amor, nos ha elegido
como su nuevo pueblo elegido; y por eso ha bajado del cielo, para estar a nuestro lado, para quedarse a vivir con nosotros; Y tanto nos ama que Él mismo ha dicho: "Mis delicias es habitar entre los hijos de los hombres”.

Queridos fieles, tengamos gran amor y agradecimiento a Nuestro Señor, por este amor de predilección con que nos ama; Y tengamos gran veneración por sus templos, en los cuales Él se ha quedado a vivir, y esto por amor a nosotros, para en ellos escuchar nuestras oraciones, recibir nuestras lágrimas, recoger nuestros suspiros; y entonces llenarnos de gracias y de alientos que nos permitan continuar el viaje, de esta casa suya en la tierra, hasta la otra eterna del cielo.

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