martes, 30 de septiembre de 2008

LA PRESENCIA DE DIOS

Sermón - DOMINGO XX después de Pentecostés - Septiembre 2008

Queridos fieles, el Evangelio narra el segundo milagro de Jesús en Galilea. EN CANÁ, ESTABA UN OFICIAL DEL REY HERODES, y tenía un hijo muy enfermo en Cafarnaúm ( otra ciudad de Galilea, pero más al norte). Este oficial, al enterarse de que Jesús había venido de Judea a Galilea, FUE A BUSCARLO Y LO ENCONTRÓ, era como la una de la tarde, y entonces le rogó diciéndole que fuera hasta su casa y sanase a su hijo, porque se estaba muriendo.
JESÚS VEÍA LA POCA FE de este hombre, pues si creyera en Él como Hijo de Dios, hubiera creído que Jesús no necesitaba ir hasta la casa para curarlo, Jesús podía hacer el milagro desde lejos ( como el milagro al criado del centurión). Por eso Jesús le dijo: “Si no veis milagros y prodigios, no creeréis”. EL OFICIAL INSISTÍA: “desciende Señor, antes que muera mi hijo”. Por estas palabras, también SE VE SU POCA FE: ¿acaso no podría Jesús resucitarlo si moría?
Y Jesús le dijo: “Ve , tu hijo vive”. Y CREYÓ EL HOMBRE LA PALABRA DE JESÚS y se fue hasta Cafarnaúm para ver a su hijo. En el camino, al día siguiente, se encontró con sus criados que venían a avisarle que su hijo ya estaba sano. Y el oficial les preguntó: “¿a qué hora comenzó a mejorar?” (AÚN SU FE ES POCA, si hubiera creído en las palabras de Jesús, ya hubiera sabido que su hijo estaba curado en la misma hora en que Jesús lo dijo. Y le dijeron: “Ayer, a la hora séptima cesó la fiebre ( es decir, a la una de la tarde del día anterior). Entonces reconoció el padre que era la misma hora en la que había dicho Jesús “Ve, tu hijo vive”, y creyó él y toda su familia.

Sobre este pasaje del Evangelio, San Gregorio comenta lo siguiente:

“El padre exigía que Jesús fuera a su casa para que curara a su hijo. Quería la presencia humana de Aquél que con su divinidad está en todas partes. Si su fe hubiera sido perfecta, habría sin duda conocido que no hay lugar en donde Dios no esté y no obre”.

Queridos fieles, muchos de nosotros nos parecemos a este padre de familia:
Sabemos teóricamente que Dios está presente en todas partes, lo aprendimos en el Catecismo; Pero en la práctica, pareciera que lo olvidáramos, o más bien, pareciera que no nos importara mucho;
¡Oh! Si el pensamiento de la presencia de Dios iluminase todos los días de nuestra vida, Tendríamos una poderosa defensa contra el mal y un consuelo en el dolor.

I.- DEFENSA CONTRA EL MAL
No olviden la siguiente sentencia: “Acuérdate que Dios te ve y no pecarás”.
En una leyenda antigua, se lee que el rey Antíoco, habiendo hecho detener sus ejércitos en la llanura, oyó desde su tienda que dos soldados hablaban mal de él. El rey asomó la cabeza fuera de la tienda y mirando a los dos imprudentes les dijo: “Id más lejos, para que no os oiga” Los dos pobres soldados, temblando de espanto, salieron corriendo.

Reflexionemos, queridos fieles: ¿a dónde podrán huir aquellas personas que les gusta pecar a cada rato, que les gusta cometer acciones impuras,
A dónde podrán huir para que Dios nos lo vea ú oiga?
Si esos dos soldados, quedaron atemorizados porque su rey escuchó todo lo que decían contra él, entonces, ¿quien será el atrevido (atrevida), que osará ofender a Dios, sabiendo que le está presente, que lo ve y conoce sus malvados deseos y sus malignos pensamientos?


Escribe un autor: “El desgraciado más infame, no se atrevería a cometer un homicidio ante el juez que podría inmediatamente castigarle; El sirviente, no transgrediría lo ordenado por su señor, en su presencia; Un joven impuro ò jovencita impura, no se atrevería a cometer su pecado delante de sus papás; (un esposo(a) no se atrevería a cometer adulterio en presencia de la esposa(o))
Y bien, si hasta la presencia de éstas personas puede detener al culpable en medio de sus desórdenes, ¿cómo no se detendrá el pecador en la presencia de un Dios acusador, testigo, juez, vengador de la culpa, de un Dios que todo lo ve?”

EJEMPLOS
NOÉ. Hubo un tiempo en que prácticamente todos los hombres y mujeres eran malos; sus pensamientos y los deseos de su corazón estaban dirigidos al mal, tanto que Dios se arrepintió de haberlos creado. Pero dice la Escritura que había uno que en aquella corrupción universal, supo conservarse bueno: Noé. ¿Y cómo le hizo? ¿acaso no sentía él también los instintos y el ímpetu de las pasiones, los atractivos del pecado y de los malos ejemplos? Bueno, y ¿cómo le hizo? Lo dice la Sagrada Escritura: “Él caminaba delante de Dios” (Gen.6,9); es decir, él estaba siempre delante de la presencia de Dios

JOSÉ, él servía al faraón, era su mano derecha, y una vez, la esposa del faraón quiso seducirlo, ¿y qué fue lo que respondió José para vencer la tentación? Pues él dijo: “¿cómo podré yo pecar ante Dios?” (Gen.39) Y dejando su manto, huyó de la impúdica mujer.

SUSANA ¿ y qué le dio fuerza a la casta Susana para vencer la tentación que le propusieron los dos ancianos lascivos? Ella respondió: “Mejor caer victima, antes que pecar en la presencia de Dios” (Daniel, 13,24)
Y lanzó un grito que atrajo a la gente al jardín.


Sì, queridos fieles, el pensamiento de la presencia de Dios será nuestra defensa para no caer en el pecado. Y no sólo eso, sino que si hemos caído en el pecado, también el pensamiento de la presencia de Dios nos debe ayudar a salir de él.
Adán y Eva, después del pecado, se escondieron. ¡Qué ingenuos! , creían esconderse del ojo de Dios. ¡Más pronto oyeron acercarse su terrible voz! “¡Adán!, ¿dónde estás?”

Caín andaba por los bosques y desiertos, huyendo del rostro de Dios, más el ojo divino penetraba implacable su conciencia manchada con la sangre de su hermano.

Así también, la voz de Dios, el ojo de Dios, están continuamente sobre el alma de los pecadores, ¿y cómo pueden resistir en ese estado sin confesarse? Él los mira, y ellos no tienen el vestido nupcial, ¿y por qué no temen que de un momento a otro puedan ser echados a las tinieblas exteriores del infierno?

“¡Dios me ve!”, este pensamiento vence las tentaciones.
- Cuando el demonio asalte vuestros corazones, digan: “¡Dios me ve!”
- Cuando las pasiones quieran seducirlos, digan: “¡Dios me ve!”
- Si los amigos, los compañeros quieren inducirlos al mal, griten interiormente: “¡Dios me ve!” Con este pensamiento saldrán victoriosos.
Y no sólo saldrán victoriosos, sino que los consolará en el dolor.

II.- CONSUELO EN EL DOLOR
DURANTE LA ORACIÓN. El primer consuelo se halla en la oración sincera y afectuosa. Cuando se piensa que Dios está con nosotros, que nos ve, que nos escucha, que nos ama tiernamente, de nuestro corazón se elevan oraciones muy bellas, las palabras salen de nuestros labios sin buscarlas y hablamos con Dios sin cansarnos. Esta oración hecha en la presencia real de Dios es la más eficaz y la más consoladora.
Quedamos admirados ante aquellos hombres de oración que fueron los santos. ¿Cómo hacían para orar noches enteras, semanas y semanas sin interrupción? Es porque sabían estar en la presencia de Dios tanto, que lo sentían muy cercano, lo veían con los ojos del alma. Esto nos explica por qué los santos, no obstante sus aflicciones, estaban siempre alegres.

DURANTE EL TRABAJO. ¡Qué fuerza y qué alivio sentiremos nosotros en el cansancio del trabajo, al decir frecuentemente!: “¡Dios ve todo, todo lo examina, tendrá en cuenta cada gota de sudor que yo derramo para ganar el pan para mis hijos!”
Un santo religioso repetía en su sencillez: “Cuando debo hacer algún trabajo, yo tomo a Jesús conmigo, y trabajo con Él; En verdad, entre dos, el trabajo rinde más y pesa menos, especialmente si uno de estos dos es el Señor”.

Queridos fieles, ¡hagamos lo mismo, santifiquemos nuestros trabajos, nuestros esfuerzos con la presencia de Dios! Sea cual fuere el trabajo que desempeñemos, pensemos que Nuestro Señor está a nuestro lado ayudándonos, como un papá que ayuda a su hijito a hacer la tarea.

EN LAS TRIBULACIONES. El pensamiento de la presencia de Dios nos trae muchas consolaciones en medio de las tribulaciones. Muchas veces la gente nos ofenderá, nos despreciará, hablará mal de nosotros; Otras veces, aún en nuestra misma casa, no nos comprenderán; Otras veces seremos poco amados, poco considerados y muy abandonados; Muchas veces estaremos preocupados por nuestro porvenir, nos angustiaremos por la miseria y otras dificultades.
¡Oh, cuán dulce es en esos momentos pensar que Dios está con nosotros,
que sabe todo y todo lo puede!
Una vez, Santa Teresa estaba muy angustiada; sus disgustos eran tantos que no podía comer, y la vista de la comida le causaba vómitos dolorosos.
Hallándose en este estado, una noche que estaba en la mesa y no se resolvía a cortar el pan, se animó pensando que Jesús la veía y que Él conocía su tribulación. Jesús, de pronto, se apareció visiblemente y parecía que le cortara el pan y se lo acercara a la boca diciendo: “Come, hija mía, sufro al verte sufrir, más en este momento conviene que sufras”. De pronto una gran dulzura le entró en el corazón y se halló con fuerzas para seguir llevando su cruz.

Queridos fieles, nosotros también podremos llevar con resignación cristiana nuestra pesada cruz, si sabemos sacar consuelo de la presencia de Dios. Pensemos que siempre, a nuestro lado, está Nuestro Señor, ¿y qué hace Él? ¿sólo nos ve? ¡no! , Él mismo está con nosotros cargando nuestra cruz; y además, Él carga la mayor parte.

CONCLUSION
Queridos fieles, Nuestro Señor se entristece mucho con las personas que tienen poca fe. ¿Recuerdan qué les dijo Nuestro Señor a los apóstoles, una vez que no pudieron echar un demonio? Les dijo: “¡Hombres de poca fe!, ¿hasta cuando habré de soportaros?”
Queridos fieles, ¡no hagamos enojar a Nuestro Señor!, al contrario, ¡seamos su alegría, su consuelo!
Vivamos de la fe, y muy especialmente de la fe en su presencia divina en todas partes.

Comparación. Así como un papá, sentado en una silla, ve jugar a su niño pequeñito: lo ve gatear, lo ve caerse, lo ve caminar, arrancar el pastito, perseguir una hormiga; Pensemos que así está Dios con nosotros, sentado en su trono, mirándonos con su ojos amorosos: nos ve trabajar, nos ve rezar, nos ve sufrir, nos ve llorar, y Nosotros, niños pequeños, miremos de vez en cuando, con los ojos de nuestra fe, a nuestro Padre que nos mira,
¡hagamos esto, y la vida se nos hará deliciosa! ¿pues qué podremos temer, teniendo a Dios a nuestro lado?
Y después de esta vida, llena de consuelos por haber vivido en la presencia divina, Llegará el momento en que el papá, que es Dios, se levantará de su silla, Y tomando a su bebé en sus brazos y le dirá: “¡Ven, hijo mío, que ya es hora de irnos al cielo!” Y entonces, lo que fue presencia divina por la fe Se convertirá en visión beatífica para toda la eternidad.

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