P. ¿Cuál es el sujeto de la fe, es decir aquello que creemos? R. El sujeto, o subjectum, de la fe es Dios, y todas las verdades que se creen de Dios, es decir todas las realidades y misterios de su perfección trinitaria. Además son sujeto de fe todas las verdades reveladas por Dios con respeto a las criaturas, como las que hablan de Adán, Eva, la caída de los ángeles, en cuanto dicen relación a Dios mismo. Pero estas verdades no pueden ser alcanzadas por el solo intelecto humana, sino que es necesario que la inteligencia del hombre sea fortalecida por el auxilio divino, mediante la virtud de la fe, para poder asentir, con una certeza divina, aquello que está oculto en Dios y que se nos presenta si evidencia, bajo el velo de la fe. Dios, en la medida en que es posible que sea penetrado por este auxilio sobrenatural, es el objectum de la fe. La propuesta de la Iglesia es una condición para nuestra fe; la Iglesia nos expone lo que ha sido o no revelado por Dios.
P. ¿Qué certidumbre gozan las verdades y misterios de nuestra fe? R. Gozan una certidumbre más que metafísica, y que excede cualquier otra certidumbre; de manera que es imposible sea lo contrario, por estribar en el testimonio de Dios, en quien no es posible hallarse falsedad.
P. ¿Cuáles son los actos principales de la fe? R. Son los tres siguientes: Credere Deo, Credere Deum y Credere in Deum, esto es: Credere Deo, como a primera verdad revelante; Credere Deum, como a verdad revelada, o creer su existencia; Credere in Deum, como en fin último. Por lo que, aunque creamos la Iglesia Católica (es decir creemos que la Iglesia Católica es la única verdadera, divina, etc.), no creemos en la Iglesia Católica (como si debiéramos dirigir todos nuestros actos hacia la Iglesia como si ella fuera Dios, nuestro fin último). Credimus Paulum, sed non in Paulum, dice S. Agust. Tract. In Joan. (es decir creemos que Pablo es apóstol y tiene un mensaje divino, pero no creemos que debamos dirigir todos nuestros actos para agradar a Pablo como si él fuera Dios)
P. ¿Dónde reside la fe? R. La fe reside en el entendimiento donde se recibe como virtud intelectual. Pero no en todo entendimiento, sino solo en el de aqullos que son viadores, es decir que están en su vida mortal aquí en la tierra. No se da fe, es decir no existe la virtud de fe, en los Bienaventurados porque gozan de la visión clara e inmediata de Dios, incompatible con la obscuridad de la fe. Por la misma razón Cristo no tvo la virtud de fe, porque siempre fue perfectísimamente comprehensor, es decir que su inteligencia humana, creada, tenía la visión beatífica desde el primer instante de su concepción.. Los Ángeles tuvieron la virtud cuando fueron viadores, es decir en su período de prueba. S. Tom. 1. p. q. 57. art. 5. ad. 3.
P. ¿Se halla en los condenados fe sobrenatural? R. No se halla; porque ni son viadores, ni comprehensores (los que ven a Dios cara a cara), sino obstinados en la maldad, destituidos de todo bien y auxilio sobrenatural. Las palabras de Santiago cap. 2. daemones credunt, et contremiscunt (los demonios creen y se estremecen) se entienden de una fe natural, y forzada por las señales que conocen, y principalmente por los tormentos que padecen. En las almas del Purgatorio permanece la fe juntamente con la caridad, y esperanza, porque aún no ven lo que creen. Los pecadores, que no son infieles ni herejes, retienen la fe aunque lánguida y casi muerta; porque fides sine operibus mortua est (la fe sin las obras está muerta). Los herejes se hallan destituidos de la verdadera fe sobrenatural; pues desechan su razón formal, que es la divina revelación propuesta por la Iglesia. Creen lo que les place, y lo que no, lo niegan; y por esta causa aun respecto de aquellas verdades, que les parecen creer con fe verdadera, no la tienen en la realidad, sino opinionem quandam, secundum propiam voluntatem (una cierta opinión según su propia voluntad) como dice S. Tom. 2. 2. q. 5. art. 3.
P. ¿Qué certidumbre gozan las verdades y misterios de nuestra fe? R. Gozan una certidumbre más que metafísica, y que excede cualquier otra certidumbre; de manera que es imposible sea lo contrario, por estribar en el testimonio de Dios, en quien no es posible hallarse falsedad.
P. ¿Cuáles son los actos principales de la fe? R. Son los tres siguientes: Credere Deo, Credere Deum y Credere in Deum, esto es: Credere Deo, como a primera verdad revelante; Credere Deum, como a verdad revelada, o creer su existencia; Credere in Deum, como en fin último. Por lo que, aunque creamos la Iglesia Católica (es decir creemos que la Iglesia Católica es la única verdadera, divina, etc.), no creemos en la Iglesia Católica (como si debiéramos dirigir todos nuestros actos hacia la Iglesia como si ella fuera Dios, nuestro fin último). Credimus Paulum, sed non in Paulum, dice S. Agust. Tract. In Joan. (es decir creemos que Pablo es apóstol y tiene un mensaje divino, pero no creemos que debamos dirigir todos nuestros actos para agradar a Pablo como si él fuera Dios)
P. ¿Dónde reside la fe? R. La fe reside en el entendimiento donde se recibe como virtud intelectual. Pero no en todo entendimiento, sino solo en el de aqullos que son viadores, es decir que están en su vida mortal aquí en la tierra. No se da fe, es decir no existe la virtud de fe, en los Bienaventurados porque gozan de la visión clara e inmediata de Dios, incompatible con la obscuridad de la fe. Por la misma razón Cristo no tvo la virtud de fe, porque siempre fue perfectísimamente comprehensor, es decir que su inteligencia humana, creada, tenía la visión beatífica desde el primer instante de su concepción.. Los Ángeles tuvieron la virtud cuando fueron viadores, es decir en su período de prueba. S. Tom. 1. p. q. 57. art. 5. ad. 3.
P. ¿Se halla en los condenados fe sobrenatural? R. No se halla; porque ni son viadores, ni comprehensores (los que ven a Dios cara a cara), sino obstinados en la maldad, destituidos de todo bien y auxilio sobrenatural. Las palabras de Santiago cap. 2. daemones credunt, et contremiscunt (los demonios creen y se estremecen) se entienden de una fe natural, y forzada por las señales que conocen, y principalmente por los tormentos que padecen. En las almas del Purgatorio permanece la fe juntamente con la caridad, y esperanza, porque aún no ven lo que creen. Los pecadores, que no son infieles ni herejes, retienen la fe aunque lánguida y casi muerta; porque fides sine operibus mortua est (la fe sin las obras está muerta). Los herejes se hallan destituidos de la verdadera fe sobrenatural; pues desechan su razón formal, que es la divina revelación propuesta por la Iglesia. Creen lo que les place, y lo que no, lo niegan; y por esta causa aun respecto de aquellas verdades, que les parecen creer con fe verdadera, no la tienen en la realidad, sino opinionem quandam, secundum propiam voluntatem (una cierta opinión según su propia voluntad) como dice S. Tom. 2. 2. q. 5. art. 3.
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