martes, 23 de febrero de 2010

FIESTA DE LA EPIFANÍA

Queridos fieles, HOY ES LA FIESTA DE LA EPIFANÍA de Nuestro Señor Jesucristo, gran Fiesta para nosotros.

DÍA MEMORABLE porque Dios también nos escogió a nosotros, pueblos de la gentilidad, para llegar a ser también hijos suyos y herederos del cielo. ¡SÍ!, NOSOTROS NO SOMOS JUDÍOS, no formábamos parte de su pueblo elegido, ¿que habría sido de nosotros si Dios no nos hubiese llamado a la fe?

¿QUÉ HACÍAN NUESTROS ANTEPASADOS (los gentiles) antes de la venida del Mesías, su Dios, su Salvador, su luz y su esperanza? Vivían entregados a toda clase de crímenes y de desórdenes, enemigos de Dios, escla­vos del demonio, víctimas destinadas a venganzas eternas. PERO UN DÍA COMO HOY, en la persona de los tres Reyes Magos, Dios nos invitó al conocimiento de la verdadera religión, y de esta manera nos abre las puertas del cielo.


¡POR ESO, HOY ES UN DÍA GRANDE, DÍA GRANDE PARA DAR GRACIAS A DIOS!, pero también para reflexionar qué hemos hecho nosotros, para corresponder a tantas gracias que Él nos ha dado y sólo por pura misericordia.


EN ESTE DÍA, HAGAMOS ALGUNAS REFLEXIONES:


Veamos la enorme fe de los Reyes Magos, fe viva que les hizo practicar las virtudes de un modo heroico; y mientras vamos recordando sus admirables ejemplos, comparemos estas acciones con las que hacemos nosotros. QUIZÁS ESTO NOS SIRVA PARA SACUDIR NUESTRAS CONCIENCIAS y para que ya nos entreguemos completamente al servicio de Dios.


FE VIVA DE LOS REYES MAGOS QUE LES IMPULSA A OBRAR ADMIRABLEMENTE


SU PRONTITUD EN EL SERVICIO DE DIOS


La misma noche que nació Nuestro Señor, unos ángeles les avisaron en sueños a los tres Reyes, de que ya había nacido el Mesías y Redentor que esperaban, el que estaba prometido en sus Escrituras y profecías, y que les sería dada para buscarle aquella estrella que Balaám había profetizado.


Al despertar, se encendieron en grande amor y deseos de conocer a Dios hecho hombre, adorarle por su Creador y Redentor y servirle con más alta perfección.


Apenas divisan la estrella milagrosa, cuando, sin pararse a examinar nada, parten en busca de su Salvador, con tanta prisa, con tan encendido deseo, que nada es capaz de detenerlos.


¿Y NOSOTROS, QUERIDOS FIELES? ¿tenemos prontitud en el servicio de Dios? Dios, a nosotros nos ha dado más de una estrella para llegar a Él: nos ha dado la gran estrella, el ejemplo de Nuestro Señor Jesucristo; nos ha dado también a la Santísima Virgen y el ejemplo de los santos; además, nos ha dado millares de estrellitas, que son las inspiraciones que Dios nos ha dado para que hiciéramos alguna obra de virtud, algún pequeño sacrificio, alguna mortificación; ¿y cómo hemos correspondido? ¡cuántas estrellas hemos perdido, cuántas estrellas se nos han ido! ¡qué diferencia enorme hay entre la respuesta de los Reyes Magos y la nuestra! ¡debería darnos vergüenza!


SU GENEROSIDAD


LOS REYES MAGOS VENCIE­RON TODAS LAS DIFICULTADES y todos los obstáculos que se les oponían, por seguir a la estrella. Han de abandonar su país, su casa, su familia, su reino, en una palabra, han de separarse de todo lo que más aman en el mundo; han de prepararse a soportar las fatigas de un lar­go y penoso viaje, hecho en la estación más rigurosa del año : todo parece oponerse a su intento.


¡CUÁNTAS BURLAS NO HAN DE SUFRIR DE PARTE DE LOS HOMBRES! ¡Pero, no! nada es capaz de detener­los en un proyecto de tanta importancia.


VEAN PRECISA­MENTE EN QUÉ CONSISTE, QUERIDOS FIELES, EL MÉRITO DE LA FE: en renunciar a todo, y en sacrificar lo que más amamos, para obedecer a la voz de la gracia que nos llama.


¿Y NOSOTROS, QUERIDOS FIELES, DÓNDE ESTÁ NUESTRA GENEROSIDAD? ¡quizás no existe! ¡o no ha existido nunca! pues quizás nosotros, cuando encontramos dificultades en nuestras vidas, ya no queremos seguir la estrella.

Se requiere soportar muchas cruces para llegar a donde está el Niño Dios, para llegar a la santidad; Si no tenemos amor a la cruz, perderemos la santidad, es más, ya desde ahora nos podemos ir despidiendo de ella; Recordemos ese pasaje del Evangelio, cuando Nuestro Señor invitó a un joven rico a seguirlo, a vender todas sus cosas, regalarle el dinero a los pobres y a seguirlo; el joven rico no quiso hacerlo; Nuestro Señor lo miró con tristeza…

¡A CUÁNTOS DE NOSOTROS, QUERIDOS FIELES, QUE NO TENEMOS AMOR A LOS SACRIFICIOS, NUESTRO SEÑOR NOS MIRARÁ TAMBIÉN CON TRISTEZA!

¡Imaginémonos esta mirada de tristeza de Nuestro Señor sobre nosotros, a ver si así nos movemos a hacer generosos!



SU PERSEVERANCIA


Y VEAN, QUERIDOS FIELES, HASTA QUÉ PUNTO LLEVAN LOS MAGOS SU PERSEVERANCIA.

Llegando a Jerusalén, la estrella que los había guiado en su viaje, desaparece de su vista. Ellos creen que ya están en el lugar donde ha nacido el Salvador, a quien vienen a adorar, y piensan que Jerusalén entera se hallará en el colmo de la mayor alegría, por el nacimiento de su libertador.


¡ QUÉ DES­ENCANTO ! ¡ QUÉ SORPRESA PARA ELLOS ! Jerusalén, no sólo no da señal alguna de alegría, sino que hasta ignora si el libertador ha nacido.

¡ QUÉ PRUEBA PARA SU FE ! ¿Se necesitaba más para renunciar a su propósito y regresar lo más secre­tamente posible a su país, por temor de ser la burla de todo Jerusalén ?

¡ AY, QUERIDOS FIELES! ESTO HUBIERAN HECHO MUCHOS DE NOSOTROS, si hubiese sido sometida su fe a semejante prueba. PERO TODO ESTO, LEJOS DE DESANIMAR A LOS REYES MAGOS, les sirve, por el contrario, para afirmarlos en su reso­lución. Y POR ESO CONSULTAN A LOS DOCTORES, como gen­te versada en las profecías donde se indicaba el lugar y el momento en que el Mesías había de nacer; NO IMPORTÁNDOLES NADA EL RESPETO HUMANO, penetran hasta en el palacio de Herodes, y le preguntan dónde está el rey que acaba de nacer, declarándole, sin miedo alguno, que han venido a adorarle. QUE EL REY SE OFENDA CON ESTE LEN­GUAJE, POCO LES IMPORTA ; nada es capaz de detenerlos en una empresa tan importante; quieren hallar a su Dios a toda costa.

¡ QUÉ VALOR, QUERIDOS FIELES, QUÉ FIRMEZA !



SU AMOR


Los doctores de la ley les dijeron que todas las profecías anunciaban que el Mesías había de nacer en Belén, y que el tiempo era llegado. Apenas recibida la respuesta, se pusieron en camino para aquella ciudad. Partieron solos de Jerusalén ; ¡ y con qué puntualidad ! ¡ Oh ! ¡ qué fe la suya ! ¿ Los dejará Dios sin recompensa ? Cierta­mente que no.


HAN SALIDO APENAS DE LA CIUDAD, y de nuevo la estrella milagrosa aparece delante de ellos, y como que los toma por la mano para conducirlos hasta el recinto de miseria y de pobreza donde se halla el Niño Jesús.

UNA VEZ ALLÍ SE DETIENE Y PARECE DECIRLES:

“Ved a Aquél a quien he venido a anunciaros. Ved al esperado de las gentes.

¡Sí, en­trad, y le veréis! Él es el engendrado desde toda la eter­nidad,

que acaba de nacer, es decir, que acaba de tomar un cuerpo humano,

el cual debe sacrificar para salva­ción de su pueblo.

No os espante las condiciones de miseria en que le veréis.

Envuelto se os presenta en pobres pa­ñales ;

pero es el mismo que lanza el rayo desde lo más alto de los cielos.

Su voz estremece los infiernos, por­que los infiernos ven en Él a su vencedor”.


LOS SANTOS REYES SIENTEN ENTONCES SUS CORAZONES TAN ENCENDIDOS DE AMOR, que se arrojan a los pies de su Salvador y rie­gan con sus lágrimas la paja que le está sirviendo de cama.

¡QUÉ ESPECTÁCULO, Queridos fieles! Unos reyes reconocien­do por su Dios y Salvador a un tierno niño tendido en un pesebre, entre dos sencillos animales!

¡OH! ¡CUÁN PRE­CIOSA COSA ES LA FE!

No sólo no los desalienta aquel esta­do de pobreza, sino que más bien los conmueve y edifica.
Sus ojos no se cansan de contemplar al Salvador del mundo, al Rey de cielos y tierra, al Señor de todo el universo, en aquel estado.
Las delicias de que sien­ten inundado su corazón son tan copiosas, que ofrecen a su Dios todo lo que tienen y todo lo que le pueden dar.
Desde aquel momento consagran a Dios sus perso­nas, no queriendo ser dueños ni aun de sí mismos.
No contentos con esto, le ofrecen también sus reinos. Si­guiendo la costumbre de los orientales, que jamás se llegaban a los grandes príncipes sin hacerles algún pre­sente, ofrecen a Jesús los más ricos productos de su país, es decir : oro, incienso y mirra; y con estos pre­sentes expresan perfectamente la idea que habían con­cebido del Salvador, reconociendo su divinidad, su realeza o soberanía y su humanidad.

Su divinidad, por el incienso, que es debido sólo a Dios;

su humanidad, por la mirra, que se emplea para embalsamar los cadá­veres

su soberanía, por el oro, que es el ordinario tri­buto que se paga a los soberanos.


Pero esta ofrenda ex­presa aún mucho mejor los sentimientos de su corazón :

su ardiente caridad, manifestada por el oro, símbolo de ella;

su tierna devoción, figurada por el incienso;

los sacrificios que con corazón mortificado hacían a Dios, representados por la mirra.


CONCLUSION

¡ OH ! ¡QUÉ VERGÜENZA PARA NOSOTROS EN EL DÍA DEL JUICIO, cuando el Salvador compare nuestra conducta con la de los Reyes Magos, que todo lo dejaron y sacrificaron antes que resistir a la voz de la gracia que los llamaba !

¿Y QUÉ HACER, QUERIDOS FIELES?, ¿QUÉ HACER?

Pues hoy, de rodillas, ante el Niño Dios, cuando lo tengamos en el pecho, durante la Santa Comunión, y cuando lo adoremos después de la Santa Misa,

Digámosle al Niño Jesús, que nuestra vida ya va a cambiar, que ya tendremos más prontitud en su servicio, más generosidad, más perseverancia.

Ofrezcámosle todo nuestro corazón, acompañado de firmes propósitos, propósitos firmes y concretos: Ofrecerle nuestro oro, nuestro incienso y nuestra mirra:


Nuestro oro que es nuestro amor generoso; amor para consolarlo especialmente por los pecados que se cometen en el mundo; ¡pero eso sí, antes que nada, nosotros ya no los cometamos más!

Nuestro incienso que es una oración tierna y fervorosa, que suba al cielo todos los días, especialmente el Primer Viernes y el Primer Sábado de Mes…

Y nuestra mirra, que son los sacrificios que haremos por agradarle, especialmente los sacrificios que tengamos que hacer para venir a Misa, los Primeros Viernes y Sábados de mes.


Ofrezcamos estos dones, y entonces el Niño Dios los aceptará, nos sonreirá y nos dará su bendición, su gracia y su amor.

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