Queridos fieles, JESÚS DIJO QUE EL REINO DE DIOS ES SEMEJANTE A UNA FIESTA DE BODAS que un rey celebra por su hijo. El rey envía 3 veces a sus siervos para invitarlos al banquete.
LA PRIMERA VEZ: Los invitados simplemente no quisieron acudir.
LA SEGUNDA VEZ: El rey les mandó decir que ya estaba todo preparado. Los animales y los toros ya habían sido degollados y aderezados; Que vinieran, que ya estaba todo preparado.
¿Pero que hicieron los invitados? Despreciaron el banquete, y se fueron cada uno a su granja o a sus negocios; Y otros llegaron a apoderarse de los siervos, los golpearon y los mataron.
Entonces, se terminó la paciencia del rey: ordenó el exterminio de la ciudad, envió a sus ejércitos y acabó con los homicidas y puso fuego a su ciudad.
ENTONCES, EL REY HACE LA TERCERA Y ÚLTIMA INVITACIÓN: Dijo a sus siervos: “Las bodas están preparadas, más los que habían sido convidados no han sido dignos. Id, pues, a las salidas de los caminos, y a todos los que hallareis, convidadlos a las bodas”. Así lo hicieron los siervos y se llenaron las salas de convidados (de buenos y malos).
Y luego entró el rey a la sala para ver a los convidados y vio a un hombre que no tenía el vestido de bodas.
El rey le dijo: “Amigo, ¿cómo es que has entrado aquí no teniendo el vestido de bodas?” El hombre no supo qué contestar. Y entonces, como un trueno sonó la voz del rey: “¡Atadle de pies y manos y arrojadle a las tinieblas de afuera. Allí será el llorar y el rechinar de dientes. Porque muchos son los llamados, más pocos los escogidos!”.
EXPLICACIÓN:
La explicación de esta parábola es la siguiente: Tiene dos partes.
LA PRIMERA PARTE, la que corresponde a la primera y segunda invitación del rey, se refiere a los judíos:
- ellos fueron los primeros invitados al reino espiritual del Mesías. Fueron invitados primero por los profetas, y la segunda vez, por los apóstoles.
- Pero rechazaron la invitación, e hirieron y mataron a los siervos del rey:
o mataron a los profetas
o crucificaron al Hijo de Dios
o decapitaron a San Juan Bautista
o al apóstol Santiago lo arrojaron desde lo alto del templo
- Y por eso Dios, irritado, mandó un ejército, instrumento suyo, y aniquiló a los asesinos y destruyó la ciudad.
o el año 70, los soldados romanos capitaneados por Tito, arrasaron e incendiaron Jerusalén, y no dejaron del templo, piedra sobre piedra.
LA SEGUNDA PARTE de la parábola, la que corresponde a la tercera y última invitación, se refiere a nosotros:
- Habiendo los judíos rechazado asistir al banquete místico de la Iglesia, fueron invitados todas las gentes del mundo: “Id por todo el mundo, y predicad el Evangelio a toda criatura…”
- Fuimos invitados también nosotros, y entramos al banquete, entramos a la Iglesia por el Bautismo.
- Pero para quedarse en el banquete, y disfrutar de él por siempre, no basta la fe sola, ni el puro Bautismo, es necesario revestirse del vestido nupcial; el vestido nupcial es la gracia santificante, adornado con las buenas obras.
Cuando el rey de los cielos entre a observar nuestro vestido en el día del juicio particular, y si encuentra que no estamos vestidos con el traje de bodas, pronunciará su sentencia terrible: “¡Atadle de pies y manos y arrojadle a las tinieblas de fuera, allí será el llanto y el rechinar de dientes!”.
“Las tinieblas de fuera” es el infierno, donde no hay la luz de Dios;
sólo hay llanto, terror, sufrimiento, desesperación, rechinar de dientes.
Y están “atados de pies y manos”, es decir, permanecerán atados en el infierno, inmóviles, por toda la eternidad.
QUERIDOS FIELES, UNA REFLEXIÓN:
NOSOTROS ESTAMOS AHORA DENTRO DEL BANQUETE místico de la Iglesia. ¿Cómo se encuentra nuestro vestido del alma en este momento? Cuando nos bautizaron, se nos dio uno limpio y bello; se nos dijo esa vez: “recibe esta vestidura blanca, llévala sin mancha hasta el tribunal de Nuestro Señor Jesucristo, para que poseas la vida eterna”.
¿CÓMO SE ENCUENTRA NUESTRA VESTIDURA? ¿Está blanca como la nieve? ¿O se encuentra más negra que el mismo carbón y está llena de gusanos y de podredumbre? ¿Y si hoy viene el rey a ver nuestro vestido? ¡Qué desastre!
POR ESO, QUERIDOS FIELES, PARA QUE EL REY NO NOS AGARRE DESPREVENIDOS, DESDE YA:
1) quitémonos nuestros vestidos sucios del alma
2) y vistámonos de una hermosa vestidura blanca.
I.- QUITÉMONOS NUESTROS VESTIDOS SUCIOS DEL ALMA
LOS HIJOS DE JACOB habían pecado mucho:
- habían desvastado con fraudes la ciudad de Salem
- habían cometido homicidios, robos de oro, plata y ganado
- habían inclinado su corazón hacia los falsos ídolos
Su anciano padre no hacía más que llorar, decía: “Vosotros me habéis afligido, me habéis hecho odioso al cielo y a la tierra. Moriré yo y toda mi casa.”
Pero luego, queriendo salvar a sus hijos de la ira de Dios, reunió a la familia y le dijo: “Cambiad los vestidos, limpiaos, destruid los dioses extranjeros”. Le obedecieron, le entregaron todos los falsos ídolos y los objetos supersticiosos, y los escondió y enterró bajo una encina.
Y Dios volvió a bendecir al patriarca y a su descendencia ( Gén.35)
QUERIDOS FIELES, LA IGLESIA, MADRE TIERNÍSIMA, HACE LO MISMO QUE JACOB, y nos suplica que sigamos el ejemplo de Jacob; NOSOTROS TAMBIÉN, COMO ELLOS, HEMOS PECADO MUCHO, y tal vez en este momento llevamos un vestido de ignominia.
Escuchemos la súplica de la Iglesia que nos dice: “Cambiad los vestidos, limpios, purificaos, echad fuera los falsos dioses”.
POR EJEMPLO:
DEJEMOS LOS VESTIDOS SUCIOS DE LOS RENCORES, DE LOS ODIOS, que nos amargan la vida y la hacen amarga a los demás: La venganza es áspera, sólo el perdón es suave; Solamente con el amor al prójimo podremos encaminarnos al amor de Dios
LA PRIMERA VEZ: Los invitados simplemente no quisieron acudir.
LA SEGUNDA VEZ: El rey les mandó decir que ya estaba todo preparado. Los animales y los toros ya habían sido degollados y aderezados; Que vinieran, que ya estaba todo preparado.
¿Pero que hicieron los invitados? Despreciaron el banquete, y se fueron cada uno a su granja o a sus negocios; Y otros llegaron a apoderarse de los siervos, los golpearon y los mataron.
Entonces, se terminó la paciencia del rey: ordenó el exterminio de la ciudad, envió a sus ejércitos y acabó con los homicidas y puso fuego a su ciudad.
ENTONCES, EL REY HACE LA TERCERA Y ÚLTIMA INVITACIÓN: Dijo a sus siervos: “Las bodas están preparadas, más los que habían sido convidados no han sido dignos. Id, pues, a las salidas de los caminos, y a todos los que hallareis, convidadlos a las bodas”. Así lo hicieron los siervos y se llenaron las salas de convidados (de buenos y malos).
Y luego entró el rey a la sala para ver a los convidados y vio a un hombre que no tenía el vestido de bodas.
El rey le dijo: “Amigo, ¿cómo es que has entrado aquí no teniendo el vestido de bodas?” El hombre no supo qué contestar. Y entonces, como un trueno sonó la voz del rey: “¡Atadle de pies y manos y arrojadle a las tinieblas de afuera. Allí será el llorar y el rechinar de dientes. Porque muchos son los llamados, más pocos los escogidos!”.
EXPLICACIÓN:
La explicación de esta parábola es la siguiente: Tiene dos partes.
LA PRIMERA PARTE, la que corresponde a la primera y segunda invitación del rey, se refiere a los judíos:
- ellos fueron los primeros invitados al reino espiritual del Mesías. Fueron invitados primero por los profetas, y la segunda vez, por los apóstoles.
- Pero rechazaron la invitación, e hirieron y mataron a los siervos del rey:
o mataron a los profetas
o crucificaron al Hijo de Dios
o decapitaron a San Juan Bautista
o al apóstol Santiago lo arrojaron desde lo alto del templo
- Y por eso Dios, irritado, mandó un ejército, instrumento suyo, y aniquiló a los asesinos y destruyó la ciudad.
o el año 70, los soldados romanos capitaneados por Tito, arrasaron e incendiaron Jerusalén, y no dejaron del templo, piedra sobre piedra.
LA SEGUNDA PARTE de la parábola, la que corresponde a la tercera y última invitación, se refiere a nosotros:
- Habiendo los judíos rechazado asistir al banquete místico de la Iglesia, fueron invitados todas las gentes del mundo: “Id por todo el mundo, y predicad el Evangelio a toda criatura…”
- Fuimos invitados también nosotros, y entramos al banquete, entramos a la Iglesia por el Bautismo.
- Pero para quedarse en el banquete, y disfrutar de él por siempre, no basta la fe sola, ni el puro Bautismo, es necesario revestirse del vestido nupcial; el vestido nupcial es la gracia santificante, adornado con las buenas obras.
Cuando el rey de los cielos entre a observar nuestro vestido en el día del juicio particular, y si encuentra que no estamos vestidos con el traje de bodas, pronunciará su sentencia terrible: “¡Atadle de pies y manos y arrojadle a las tinieblas de fuera, allí será el llanto y el rechinar de dientes!”.
“Las tinieblas de fuera” es el infierno, donde no hay la luz de Dios;
sólo hay llanto, terror, sufrimiento, desesperación, rechinar de dientes.
Y están “atados de pies y manos”, es decir, permanecerán atados en el infierno, inmóviles, por toda la eternidad.
QUERIDOS FIELES, UNA REFLEXIÓN:
NOSOTROS ESTAMOS AHORA DENTRO DEL BANQUETE místico de la Iglesia. ¿Cómo se encuentra nuestro vestido del alma en este momento? Cuando nos bautizaron, se nos dio uno limpio y bello; se nos dijo esa vez: “recibe esta vestidura blanca, llévala sin mancha hasta el tribunal de Nuestro Señor Jesucristo, para que poseas la vida eterna”.
¿CÓMO SE ENCUENTRA NUESTRA VESTIDURA? ¿Está blanca como la nieve? ¿O se encuentra más negra que el mismo carbón y está llena de gusanos y de podredumbre? ¿Y si hoy viene el rey a ver nuestro vestido? ¡Qué desastre!
POR ESO, QUERIDOS FIELES, PARA QUE EL REY NO NOS AGARRE DESPREVENIDOS, DESDE YA:
1) quitémonos nuestros vestidos sucios del alma
2) y vistámonos de una hermosa vestidura blanca.
I.- QUITÉMONOS NUESTROS VESTIDOS SUCIOS DEL ALMA
LOS HIJOS DE JACOB habían pecado mucho:
- habían desvastado con fraudes la ciudad de Salem
- habían cometido homicidios, robos de oro, plata y ganado
- habían inclinado su corazón hacia los falsos ídolos
Su anciano padre no hacía más que llorar, decía: “Vosotros me habéis afligido, me habéis hecho odioso al cielo y a la tierra. Moriré yo y toda mi casa.”
Pero luego, queriendo salvar a sus hijos de la ira de Dios, reunió a la familia y le dijo: “Cambiad los vestidos, limpiaos, destruid los dioses extranjeros”. Le obedecieron, le entregaron todos los falsos ídolos y los objetos supersticiosos, y los escondió y enterró bajo una encina.
Y Dios volvió a bendecir al patriarca y a su descendencia ( Gén.35)
QUERIDOS FIELES, LA IGLESIA, MADRE TIERNÍSIMA, HACE LO MISMO QUE JACOB, y nos suplica que sigamos el ejemplo de Jacob; NOSOTROS TAMBIÉN, COMO ELLOS, HEMOS PECADO MUCHO, y tal vez en este momento llevamos un vestido de ignominia.
Escuchemos la súplica de la Iglesia que nos dice: “Cambiad los vestidos, limpios, purificaos, echad fuera los falsos dioses”.
POR EJEMPLO:
DEJEMOS LOS VESTIDOS SUCIOS DE LOS RENCORES, DE LOS ODIOS, que nos amargan la vida y la hacen amarga a los demás: La venganza es áspera, sólo el perdón es suave; Solamente con el amor al prójimo podremos encaminarnos al amor de Dios
Solamente perdonando, seremos perdonados.
DEJEMOS LOS VESTIDOS SUCIOS DE LA INGRATITUD, que nos hacen ser malos, contestones, desobedientes para con nuestros padres y rebeldes para con nuestros jefes o superiores;
ARROJEMOS FUERA LOS VESTIDOS SUCIOS QUE ESTÁN TEJIDOS DE MALAS PALABRAS, mentiras, calumnias, murmuraciones, insultos, y todos los demás pecados de la lengua;
recuerden lo que dijo Dios: “si uno cree ser religioso (piadoso) y no refrena su lengua, su religión es vana”.
ARROJEMOS FUERA EL HORROROSO VESTIDO que la mayor parte de la gente usa, el vestido asqueroso DE LA SENSUALIDAD: - malas miradas , actos impuros, malas conversaciones, amistades peligrosas
- malos pensamientos, malos deseos, diversiones inmorales
al estar vestidos con este asqueroso vestido de la sensualidad, nos degradamos por debajo de los inmundos animales.
¿Y si viene el rey y nos encuentra así? Dirá: “¡apartaos, malditos, al fuego eterno, preparado para el diablo y sus ángeles!”.
TAMBIÉN ARROJEMOS FUERA LOS VESTIDOS APOLILLADOS Y ROÍDOS DE LA TIBIEZA, que nos hacen ser perezosos para la cosas de Dios y para el provecho del prójimo.
ESTOS SON ALGUNOS DE LOS VESTIDOS SUCIOS DE QUE DEBEMOS DESPOJARNOS, ¡estos son los dioses falsos a quienes hemos servido, y quizás adorado!;
¡es tiempo de limpiarnos, de purificarnos!
JACOB SEPULTÓ LOS FALSOS IDOLOS debajo de una encina;
nosotros sepultemos todos estos vicios y pecados en el confesionario, y así Dios volverá a bendecirnos.
II.- VISTÁMONOS DE UNA HERMOSA VESTIDURA BLANCA
ARROJEMOS FUERA LOS VESTIDOS SUCIOS QUE ESTÁN TEJIDOS DE MALAS PALABRAS, mentiras, calumnias, murmuraciones, insultos, y todos los demás pecados de la lengua;
recuerden lo que dijo Dios: “si uno cree ser religioso (piadoso) y no refrena su lengua, su religión es vana”.
ARROJEMOS FUERA EL HORROROSO VESTIDO que la mayor parte de la gente usa, el vestido asqueroso DE LA SENSUALIDAD: - malas miradas , actos impuros, malas conversaciones, amistades peligrosas
- malos pensamientos, malos deseos, diversiones inmorales
al estar vestidos con este asqueroso vestido de la sensualidad, nos degradamos por debajo de los inmundos animales.
¿Y si viene el rey y nos encuentra así? Dirá: “¡apartaos, malditos, al fuego eterno, preparado para el diablo y sus ángeles!”.
TAMBIÉN ARROJEMOS FUERA LOS VESTIDOS APOLILLADOS Y ROÍDOS DE LA TIBIEZA, que nos hacen ser perezosos para la cosas de Dios y para el provecho del prójimo.
ESTOS SON ALGUNOS DE LOS VESTIDOS SUCIOS DE QUE DEBEMOS DESPOJARNOS, ¡estos son los dioses falsos a quienes hemos servido, y quizás adorado!;
¡es tiempo de limpiarnos, de purificarnos!
JACOB SEPULTÓ LOS FALSOS IDOLOS debajo de una encina;
nosotros sepultemos todos estos vicios y pecados en el confesionario, y así Dios volverá a bendecirnos.
II.- VISTÁMONOS DE UNA HERMOSA VESTIDURA BLANCA
ESTA VESTIDURA BLANCA QUE SE NECESITA para disfrutar del banquete del cielo, es la gracia santificante, acompañada siempre de las buenas obras.
LA FE SOLA Y EL BAUTISMO NO BASTAN, se requieren las buenas obras.
“¡No todo el que me dice Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre!”.
“Si un hermano o hermana están desnudos y carecen del diario sustento, y uno de vosotros le dice: <<>>, pero no les dais lo necesario para el cuerpo ¿qué aprovecha aquello?
Así también, si la fe no tiene obras, es muerta como tal”.
POR ESO, QUERIDOS FIELES, UNA VEZ QUE NOS HAYAMOS DESPOJADO DE LOS SUCIOS VESTIDOS del vicio y del pecado, tenemos que revestirnos de buenas obras.
PARA ANIMARNOS A LLENAR NUESTRA VIDA DE BUENAS OBRAS, QUE MEJOR QUE RECORDAR EL ADMIRABLE EJEMPLO DE SAN VICENTE DE PAUL.
De niño, era muy caritativo con sus padres: llevaba a pastar el ganado: las ovejas, las vacas, los cerdos; iba descalzo y con humildes provisiones. Cuando viajaba, entró en contacto con campesinos y con gente pobre.
Y hará voto o juramento de dedicar toda su vida a socorrer a los necesitados, y en adelante ya no pensará sino en los pobres.
Dice el santo: "Me di cuenta de que yo tenía un temperamento bilioso y amargo y me convencí de que con un modo de ser áspero y duro se hace más mal que bien en el trabajo de las almas. Y entonces me propuse pedir a Dios que me cambiara mi modo agrio de comportarme, en un modo amable y bondadoso y me propuse trabajar día tras día por transformar mi carácter áspero en un modo de ser agradable".
Y en verdad que lo consiguió de tal manera, que varios años después, el gran orador Bossuet, exclamará: "Oh Dios mío, si el Padre Vicente de Paúl es tan amable, ¿Cómo lo serás Tú?".
Vicente es nombrado capellán general de las Galeras, San Vicente se horrorizó al constatar aquella situación tan horripilante y obtuvo del Ministro, que los galeotes fueran tratados con mayor bondad y con menos crueldad.
Y hasta un día, él mismo se puso a remar para reemplazar a un pobre prisionero que estaba rendido de cansancio y de debilidad. Con sus muchos regalos y favores se fue ganando la simpatía de aquellos pobres hombres.
El Ministro Gondi nombró al Padre Vicente como capellán de las grandes regiones donde tenía sus haciendas. Y allí nuestro santo descubrió con horror que los campesinos ignoraban totalmente la religión. Que las pocas confesiones que hacía eran sacrílegas porque callaban casi todo. Y que no tenían quién les instruyera.
Se consiguió un grupo de sacerdotes amigos, y empezó a predicar misiones por esos pueblos y veredas y el éxito fue clamoroso.
Las gentes acudían por centenares y miles a escuchar los sermones y se confesaban y enmendaban su vida. De ahí le vino la idea de fundar su Comunidad de Padres Vicentinos, que se dedican a instruir y ayudar a las gentes más necesitadas. Son ahora 4,300 en 546 casas.
El santo fundaba en todas partes a donde llegaba, unos grupos de caridad para ayudar e instruir a las gentes más pobres. Pero se dio cuenta de que para dirigir estas obras necesitaba unas religiosas que le ayudaran. Y habiendo encontrado una mujer especialmente bien dotada de cualidades para estas obras de caridad, Santa Luisa de Marillac, con ella fundó a las hermanas Vicentinas, que son ahora la comunidad femenina más numerosa que existe en el mundo.
Son ahora 33,000 en 3,300 casas y se dedican por completo a socorrer e instruir a las gentes más pobres y abandonadas, según el espíritu de su fundador.
Unas se encargan de atender a los mendigos, otras se ocupan de las epidemias, otras lucharan contra el contagio de la peste, otras se dedicaran a otras calamidades.
Vicente las preparaba para poder atender a todo tipo de personas necesitadas: niños y ancianos, locos y presidiarios, y a toda clase de pobres.
San Vicente poseía una gran cualidad para lograr que la gente rica le diera limosnas para los pobres. Reunía a las señoras más adineradas de París y les hablaba con tanta convicción acerca de la necesidad de ayudar a quienes estaban en la miseria, que ellas daban cuanto dinero encontraban a la mano. La reina (que se confesaba con él) le dijo un día: "No me queda más dinero para darle", y el santo le respondió: "¿Y esas joyas que lleva en los dedos y en el cuello y en las orejas?", y ella le regaló también sus joyas, para los pobres.
Parece casi imposible que un solo hombre haya podido repartir tantas, y tan grandes limosnas, en tantos sitios, y a tan diversas clases de gentes necesitadas, como lo logró San Vicente de Paúl.
Había hecho juramento de dedicar toda su vida a los más miserables y lo fue cumpliendo día por día con generosidad heroica. Fundó varios hospitales y asilos para huérfanos. Recogía grandes cantidades de dinero y lo llevaba a los que habían quedado en la miseria a causa de la guerra.
Se dio cuenta de que la causa principal del decaimiento de la religión en Francia era que los sacerdotes no estaban bien formados. Él decía que el mayor regalo que Dios puede hacer a un pueblo es dale un sacerdote santo.
Por eso empezó a reunir a quienes se preparaban al sacerdocio, para hacerles cursos especiales, y a los que ya eran sacerdotes, los reunía cada martes para darles conferencias acerca de los deberes del sacerdocio.
Luego con los religiosos fundados por él, fue organizando seminarios para preparar cuidadosamente a los seminaristas de manera que llegaran a ser sacerdotes santos y fervorosos. Aún ahora los Padres Vicentinos se dedican en muchos países del mundo a preparar en los seminarios a los que se preparan para el sacerdocio.
Siempre vestía muy pobremente, y cuando le querían tributar honores, exclamaba: "Yo soy un pobre pastorcito de ovejas, que dejé el campo para venirme a la ciudad, pero sigo siendo siempre un campesino simplón y ordinario".
En sus últimos años su salud estaba muy deteriorada, pero no por eso dejaba de inventar y dirigir nuevas y numerosas obras de caridad. Su horario era invariable: se levantaba a las cuatro de la mañana y se acostaba a las nueve de la noche;
Sus piernas supuran y el estómago no admite ya el menor alimento. El 26 de septiembre, domingo, le llevan a la capilla, donde asiste a Misa y recibe comunión. Por la tarde se encuentra totalmente lúcido cuando se le administra la extremaunción;
a la una de la mañana bendice por última vez a los sacerdotes de la Misión, a las Hijas de la Caridad, a los niños abandonados y a todos los pobres. Esta sentado en su silla, vestido y cerca del fuego.
Así es como muere el 27 de septiembre de 1660, a la edad de 80 años, poco antes de las cuatro de la mañana, a la hora que solía levantarse para servir a Dios y a los pobres. Multitudes habían conocido los beneficios de su caridad.
Cuando abrieron la tumba todo estaba igual que cuando se depositó. Solamente en los ojos y nariz se veía algo de deterioro. Se le contaban 18 dientes. Su cuerpo no había sido movido, se veía que estaba entero y que la sotana no estaba nada dañada. No se sentía ningún olor y los doctores testificaron que el cuerpo no había podido ser preservado por tanto tiempo por medios naturales.
El Santo Padre León XIII proclamó a este sencillo campesino como Patrono de todas las asociaciones católicas de caridad.
Queridos fieles, ¡que su ejemplo nos mueva a sacudir nuestra pereza, a aprovechar bien nuestra vida y llenarla de buenas obras!; y que resuenen siempre en nuestros oídos esas palabras de San Vicente de Paul: "Al servir a los Pobres se sirve a Jesucristo;
¡Cómo! ¡Ser cristiano y ver afligido a un hermano, sin llorar con él ni sentirse enfermo con él! Eso es no tener caridad; es ser cristiano en pintura."
CONCLUSIÓN
¡El Rey del cielo ya se acerca para examinar nuestros vestidos del alma! ¿Cómo estamos? ¿Andrajosos, pordioseros, sucios?
Para éstos es la sentencia: “¡Atadle de pies y manos y arrojadle a las tinieblas de afuera. Allí será el llorar y el rechinar de dientes!”.
¡Qué hermoso sería tener una vestidura del alma como la de San Vicente de Paul! Pero, queridos fieles, ¡esto no es imposible!
Así como cuando un niño pequeño ha ensuciado su ropa, acude a su mamá para que lo cambie, acudamos nosotros a nuestra Madre celestial, la Santísima Virgen María, pidámosle que Ella nos ayude a prepararnos, a limpiarnos, a purificarnos; que nos revista con un vestido hermoso y nos ayude a hacer buenas obras.
Pidámoselo siempre rezándole diariamente su amadísimo Rosario.
De esta manera, cuando venga Jesús, nos encontrará ciertamente vestidos con preciosas vestiduras, y disfrutaremos del banquete celestial por los siglos de los siglos.
LA FE SOLA Y EL BAUTISMO NO BASTAN, se requieren las buenas obras.
“¡No todo el que me dice Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre!”.
“Si un hermano o hermana están desnudos y carecen del diario sustento, y uno de vosotros le dice: <<>>, pero no les dais lo necesario para el cuerpo ¿qué aprovecha aquello?
Así también, si la fe no tiene obras, es muerta como tal”.
POR ESO, QUERIDOS FIELES, UNA VEZ QUE NOS HAYAMOS DESPOJADO DE LOS SUCIOS VESTIDOS del vicio y del pecado, tenemos que revestirnos de buenas obras.
PARA ANIMARNOS A LLENAR NUESTRA VIDA DE BUENAS OBRAS, QUE MEJOR QUE RECORDAR EL ADMIRABLE EJEMPLO DE SAN VICENTE DE PAUL.
De niño, era muy caritativo con sus padres: llevaba a pastar el ganado: las ovejas, las vacas, los cerdos; iba descalzo y con humildes provisiones. Cuando viajaba, entró en contacto con campesinos y con gente pobre.
Y hará voto o juramento de dedicar toda su vida a socorrer a los necesitados, y en adelante ya no pensará sino en los pobres.
Dice el santo: "Me di cuenta de que yo tenía un temperamento bilioso y amargo y me convencí de que con un modo de ser áspero y duro se hace más mal que bien en el trabajo de las almas. Y entonces me propuse pedir a Dios que me cambiara mi modo agrio de comportarme, en un modo amable y bondadoso y me propuse trabajar día tras día por transformar mi carácter áspero en un modo de ser agradable".
Y en verdad que lo consiguió de tal manera, que varios años después, el gran orador Bossuet, exclamará: "Oh Dios mío, si el Padre Vicente de Paúl es tan amable, ¿Cómo lo serás Tú?".
Vicente es nombrado capellán general de las Galeras, San Vicente se horrorizó al constatar aquella situación tan horripilante y obtuvo del Ministro, que los galeotes fueran tratados con mayor bondad y con menos crueldad.
Y hasta un día, él mismo se puso a remar para reemplazar a un pobre prisionero que estaba rendido de cansancio y de debilidad. Con sus muchos regalos y favores se fue ganando la simpatía de aquellos pobres hombres.
El Ministro Gondi nombró al Padre Vicente como capellán de las grandes regiones donde tenía sus haciendas. Y allí nuestro santo descubrió con horror que los campesinos ignoraban totalmente la religión. Que las pocas confesiones que hacía eran sacrílegas porque callaban casi todo. Y que no tenían quién les instruyera.
Se consiguió un grupo de sacerdotes amigos, y empezó a predicar misiones por esos pueblos y veredas y el éxito fue clamoroso.
Las gentes acudían por centenares y miles a escuchar los sermones y se confesaban y enmendaban su vida. De ahí le vino la idea de fundar su Comunidad de Padres Vicentinos, que se dedican a instruir y ayudar a las gentes más necesitadas. Son ahora 4,300 en 546 casas.
El santo fundaba en todas partes a donde llegaba, unos grupos de caridad para ayudar e instruir a las gentes más pobres. Pero se dio cuenta de que para dirigir estas obras necesitaba unas religiosas que le ayudaran. Y habiendo encontrado una mujer especialmente bien dotada de cualidades para estas obras de caridad, Santa Luisa de Marillac, con ella fundó a las hermanas Vicentinas, que son ahora la comunidad femenina más numerosa que existe en el mundo.
Son ahora 33,000 en 3,300 casas y se dedican por completo a socorrer e instruir a las gentes más pobres y abandonadas, según el espíritu de su fundador.
Unas se encargan de atender a los mendigos, otras se ocupan de las epidemias, otras lucharan contra el contagio de la peste, otras se dedicaran a otras calamidades.
Vicente las preparaba para poder atender a todo tipo de personas necesitadas: niños y ancianos, locos y presidiarios, y a toda clase de pobres.
San Vicente poseía una gran cualidad para lograr que la gente rica le diera limosnas para los pobres. Reunía a las señoras más adineradas de París y les hablaba con tanta convicción acerca de la necesidad de ayudar a quienes estaban en la miseria, que ellas daban cuanto dinero encontraban a la mano. La reina (que se confesaba con él) le dijo un día: "No me queda más dinero para darle", y el santo le respondió: "¿Y esas joyas que lleva en los dedos y en el cuello y en las orejas?", y ella le regaló también sus joyas, para los pobres.
Parece casi imposible que un solo hombre haya podido repartir tantas, y tan grandes limosnas, en tantos sitios, y a tan diversas clases de gentes necesitadas, como lo logró San Vicente de Paúl.
Había hecho juramento de dedicar toda su vida a los más miserables y lo fue cumpliendo día por día con generosidad heroica. Fundó varios hospitales y asilos para huérfanos. Recogía grandes cantidades de dinero y lo llevaba a los que habían quedado en la miseria a causa de la guerra.
Se dio cuenta de que la causa principal del decaimiento de la religión en Francia era que los sacerdotes no estaban bien formados. Él decía que el mayor regalo que Dios puede hacer a un pueblo es dale un sacerdote santo.
Por eso empezó a reunir a quienes se preparaban al sacerdocio, para hacerles cursos especiales, y a los que ya eran sacerdotes, los reunía cada martes para darles conferencias acerca de los deberes del sacerdocio.
Luego con los religiosos fundados por él, fue organizando seminarios para preparar cuidadosamente a los seminaristas de manera que llegaran a ser sacerdotes santos y fervorosos. Aún ahora los Padres Vicentinos se dedican en muchos países del mundo a preparar en los seminarios a los que se preparan para el sacerdocio.
Siempre vestía muy pobremente, y cuando le querían tributar honores, exclamaba: "Yo soy un pobre pastorcito de ovejas, que dejé el campo para venirme a la ciudad, pero sigo siendo siempre un campesino simplón y ordinario".
En sus últimos años su salud estaba muy deteriorada, pero no por eso dejaba de inventar y dirigir nuevas y numerosas obras de caridad. Su horario era invariable: se levantaba a las cuatro de la mañana y se acostaba a las nueve de la noche;
Sus piernas supuran y el estómago no admite ya el menor alimento. El 26 de septiembre, domingo, le llevan a la capilla, donde asiste a Misa y recibe comunión. Por la tarde se encuentra totalmente lúcido cuando se le administra la extremaunción;
a la una de la mañana bendice por última vez a los sacerdotes de la Misión, a las Hijas de la Caridad, a los niños abandonados y a todos los pobres. Esta sentado en su silla, vestido y cerca del fuego.
Así es como muere el 27 de septiembre de 1660, a la edad de 80 años, poco antes de las cuatro de la mañana, a la hora que solía levantarse para servir a Dios y a los pobres. Multitudes habían conocido los beneficios de su caridad.
Cuando abrieron la tumba todo estaba igual que cuando se depositó. Solamente en los ojos y nariz se veía algo de deterioro. Se le contaban 18 dientes. Su cuerpo no había sido movido, se veía que estaba entero y que la sotana no estaba nada dañada. No se sentía ningún olor y los doctores testificaron que el cuerpo no había podido ser preservado por tanto tiempo por medios naturales.
El Santo Padre León XIII proclamó a este sencillo campesino como Patrono de todas las asociaciones católicas de caridad.
Queridos fieles, ¡que su ejemplo nos mueva a sacudir nuestra pereza, a aprovechar bien nuestra vida y llenarla de buenas obras!; y que resuenen siempre en nuestros oídos esas palabras de San Vicente de Paul: "Al servir a los Pobres se sirve a Jesucristo;
¡Cómo! ¡Ser cristiano y ver afligido a un hermano, sin llorar con él ni sentirse enfermo con él! Eso es no tener caridad; es ser cristiano en pintura."
CONCLUSIÓN
¡El Rey del cielo ya se acerca para examinar nuestros vestidos del alma! ¿Cómo estamos? ¿Andrajosos, pordioseros, sucios?
Para éstos es la sentencia: “¡Atadle de pies y manos y arrojadle a las tinieblas de afuera. Allí será el llorar y el rechinar de dientes!”.
¡Qué hermoso sería tener una vestidura del alma como la de San Vicente de Paul! Pero, queridos fieles, ¡esto no es imposible!
Así como cuando un niño pequeño ha ensuciado su ropa, acude a su mamá para que lo cambie, acudamos nosotros a nuestra Madre celestial, la Santísima Virgen María, pidámosle que Ella nos ayude a prepararnos, a limpiarnos, a purificarnos; que nos revista con un vestido hermoso y nos ayude a hacer buenas obras.
Pidámoselo siempre rezándole diariamente su amadísimo Rosario.
De esta manera, cuando venga Jesús, nos encontrará ciertamente vestidos con preciosas vestiduras, y disfrutaremos del banquete celestial por los siglos de los siglos.
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