35. ¡Fíjense en la humildad de los santos, en la disposición de su corazón! Aun siendo enviados por Dios para socorrer a los hombres rechazaban y huían de los honores por humildad. Si se echa un harapo sobre un hombre vestido de seda, va a tratar de evitarlo para no ensuciar su precioso vestido. Igualmente los santos revestidos de virtudes huyen de la gloria humana por temor de ser manchados. Por el contrario, los que desean la gloria se asemejan a un hombre desnudo que no cesa de buscar un trozo de tela o de cualquier otra cosa con la cual cubrir su indecencia. Así el que está desprovisto de virtudes busca la gloria de los hombres. (…) Todos los santos, en general, han adquirido esa humildad, como lo hemos visto, por la práctica de los mandamientos. Cómo es ella o cómo nace en el alma, nadie lo puede expresar por palabras a quien no lo haya aprendido por experiencia. Nadie podría trasmitir a otros con simples palabras.
36. Un día abba Zósimo hablaba acerca de la humildad, y un sofista que se encontraba allí, oyendo sus palabras, quiso saber el sentido exacto: "Dime, le dijo, ¿cómo puedes creerte pecador? ¿No sabes que eres santo, que posees virtudes? ¡Bien ves que practicas los mandamientos! ¿Cómo, en esas condiciones, te puedes creer pecador". El anciano, no encontrando una respuesta para darle le dijo: "No sé cómo decírtelo, ¡pero es así! El sofista le insistía para que le diera una explicación. Pero el anciano, no encontrando cómo exponerle la cuestión, se puso a decir con santa simplicidad: "¡No me atormentes!; yo sé que es así". Viendo que el anciano no sabia que responder le dije: "¿No es acaso como sucede en la sofística y en la medicina? Cuando conocemos bien esas artes y las ponemos en práctica, vamos adquiriendo, poco a poco, por ese ejercicio mismo, una suerte de hábitos de médico o de sofista. Nadie podría decir ni sabría explicar cómo le vino ese hábito. Como dije, poco a poco e inconscientemente, el alma lo adquiere por el ejercicio de su arte. Lo mismo podemos pensar acerca de la humildad: de la práctica de los mandamientos nace una disposición de humildad, que no se puede explicar con palabras". (…)
37. Los Padres han dicho qué es lo que la obtiene. En el libro de los Ancianos se cuenta que un hermano le preguntó a un anciano: "¿Que es la humildad?". El anciano respondió: "La humildad es una obra grande y divina. El camino de la humildad son los trabajos corporales realizados 'con sabiduría'; el tenerse por inferior a todos, y orar a Dios sin cesar". Ese es el camino de la humildad, pero la humildad misma es divina e incomprensible.
38. Pero, ¿por qué se dice que los trabajos corporales llevan al alma a la humildad? ¿Cómo pueden los trabajos corporales ser virtud del alma? Ya hemos dicho más arriba que tenerse por inferior a todos se opone a la primera clase de orgullo. ¿Cómo podría el que se pone por debajo de todos creerse más grande que su hermano, o exaltarse en cualquier cosa o acusar o despreciar a alguien? Lo mismo acerca de la oración continua. Es claro que ella se opone a la segunda clase de orgullo. Porque es evidente que el hombre humilde y piadoso, sabiendo que nada bueno se puede hacer en su alma sin el auxilio y la protección de Dios, jamás cesa de invocarlo para que tenga misericordia de él. Y el que ora a Dios sin cesar sabe cuál es la fuente de cualquier obra buena que realice y no podría en consecuencia sentir orgullo ni atribuirlo a sus propias fuerzas. …
39. ¿Por qué se dice, entonces, que también los trabajos corporales procuran humildad? ¿Qué influencia puede tener el trabajo del cuerpo sobre una disposición del alma? Se lo voy a decir. Cuando el alma se apartó del precepto para caer en el pecado, la desdichada fue entregada, según dice San Gregorio, a la concupiscencia y a la total libertad del error. Amó los bienes corporales y, en cierta manera, fue hecha una sola cosa con el cuerpo, transformándose toda ella en carne, según lo escrito: Mi espíritu no permanecerá en esos hombres, pues son de carne (Gn 6, 3). De este modo, la desgraciada alma sufre con el cuerpo; ella queda afectada en si misma por todo lo que el cuerpo hace. Por eso el anciano dice que incluso el trabajo corporal lleva a la humildad. De hecho, las disposiciones del alma son las mismas en el hombre sano que en el enfermo; en el que tiene hambre que en el satisfecho. No son las mismas en un hombre montado a caballo que en el que está montado en un asno; en el que está sentado en un trono, que en el que está sentado en la tierra; en el que está muy bien vestido, que en el que está vestido miserablemente. Por lo tanto, el trabajo humilla el cuerpo, y cuando el cuerpo es humillado también el alma lo es con él, de tal manera que el anciano tenía razón al decir que incluso el trabajo corporal conduce a la humildad. (…) El anciano ha hecho bien en decir que los trabajos corporales también conducen a la humildad. Que el Dios de bondad nos conceda la gracia de la humildad que libra al hombre de grandes males y lo protege de grandes tentaciones.
36. Un día abba Zósimo hablaba acerca de la humildad, y un sofista que se encontraba allí, oyendo sus palabras, quiso saber el sentido exacto: "Dime, le dijo, ¿cómo puedes creerte pecador? ¿No sabes que eres santo, que posees virtudes? ¡Bien ves que practicas los mandamientos! ¿Cómo, en esas condiciones, te puedes creer pecador". El anciano, no encontrando una respuesta para darle le dijo: "No sé cómo decírtelo, ¡pero es así! El sofista le insistía para que le diera una explicación. Pero el anciano, no encontrando cómo exponerle la cuestión, se puso a decir con santa simplicidad: "¡No me atormentes!; yo sé que es así". Viendo que el anciano no sabia que responder le dije: "¿No es acaso como sucede en la sofística y en la medicina? Cuando conocemos bien esas artes y las ponemos en práctica, vamos adquiriendo, poco a poco, por ese ejercicio mismo, una suerte de hábitos de médico o de sofista. Nadie podría decir ni sabría explicar cómo le vino ese hábito. Como dije, poco a poco e inconscientemente, el alma lo adquiere por el ejercicio de su arte. Lo mismo podemos pensar acerca de la humildad: de la práctica de los mandamientos nace una disposición de humildad, que no se puede explicar con palabras". (…)
37. Los Padres han dicho qué es lo que la obtiene. En el libro de los Ancianos se cuenta que un hermano le preguntó a un anciano: "¿Que es la humildad?". El anciano respondió: "La humildad es una obra grande y divina. El camino de la humildad son los trabajos corporales realizados 'con sabiduría'; el tenerse por inferior a todos, y orar a Dios sin cesar". Ese es el camino de la humildad, pero la humildad misma es divina e incomprensible.
38. Pero, ¿por qué se dice que los trabajos corporales llevan al alma a la humildad? ¿Cómo pueden los trabajos corporales ser virtud del alma? Ya hemos dicho más arriba que tenerse por inferior a todos se opone a la primera clase de orgullo. ¿Cómo podría el que se pone por debajo de todos creerse más grande que su hermano, o exaltarse en cualquier cosa o acusar o despreciar a alguien? Lo mismo acerca de la oración continua. Es claro que ella se opone a la segunda clase de orgullo. Porque es evidente que el hombre humilde y piadoso, sabiendo que nada bueno se puede hacer en su alma sin el auxilio y la protección de Dios, jamás cesa de invocarlo para que tenga misericordia de él. Y el que ora a Dios sin cesar sabe cuál es la fuente de cualquier obra buena que realice y no podría en consecuencia sentir orgullo ni atribuirlo a sus propias fuerzas. …
39. ¿Por qué se dice, entonces, que también los trabajos corporales procuran humildad? ¿Qué influencia puede tener el trabajo del cuerpo sobre una disposición del alma? Se lo voy a decir. Cuando el alma se apartó del precepto para caer en el pecado, la desdichada fue entregada, según dice San Gregorio, a la concupiscencia y a la total libertad del error. Amó los bienes corporales y, en cierta manera, fue hecha una sola cosa con el cuerpo, transformándose toda ella en carne, según lo escrito: Mi espíritu no permanecerá en esos hombres, pues son de carne (Gn 6, 3). De este modo, la desgraciada alma sufre con el cuerpo; ella queda afectada en si misma por todo lo que el cuerpo hace. Por eso el anciano dice que incluso el trabajo corporal lleva a la humildad. De hecho, las disposiciones del alma son las mismas en el hombre sano que en el enfermo; en el que tiene hambre que en el satisfecho. No son las mismas en un hombre montado a caballo que en el que está montado en un asno; en el que está sentado en un trono, que en el que está sentado en la tierra; en el que está muy bien vestido, que en el que está vestido miserablemente. Por lo tanto, el trabajo humilla el cuerpo, y cuando el cuerpo es humillado también el alma lo es con él, de tal manera que el anciano tenía razón al decir que incluso el trabajo corporal conduce a la humildad. (…) El anciano ha hecho bien en decir que los trabajos corporales también conducen a la humildad. Que el Dios de bondad nos conceda la gracia de la humildad que libra al hombre de grandes males y lo protege de grandes tentaciones.
San Gregorio Magno
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